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El equipo de González Pons validó en 2007 la evaluación ambiental del Puerto con felicitación incluida

2/10/2019 - 

VALÈNCIA. La distancia temporal y espacial puede hacer variar mucho la interpretación de algunos asuntos. Eso es al parecer lo que le ha sucedido al europarlamentario del PP Esteban González Pons con su repentina y vehemente oposición a la construcción de una nueva terminal de contenedores en el Puerto de València.

Durante su etapa como conseller de Territori de la Generalitat, el departamento que dirigía le transmitió por escrito al entonces presidente de la Autoridad Portuaria, Rafael Aznar, su "apoyo" al proyecto de la ampliación norte "siguiendo un control exhaustivo de la legalidad medioambiental". 

En concreto lo hizo mediante un escrito firmado por su director general de Calidad Ambiental, Jorge Lamparero, en el que no se escatimaban loas a unas obras que iban a suponer "un importante impacto positivo sobre el tejido económico de la Comunitat".

"Quisiera felicitarte a ti y a tu grupo por la calidad del Estudio de Impacto Ambiental planteado ante la envergadura de las obras proyectadas", refleja la carta en la que se adjuntaron las alegaciones de la Generalitat a dicho estudio.

Pues bien, a la vista de tanta efusividad resulta llamativa el nuevo posicionamiento del conseller que en su momento se definió a sí mismo como "conseller 'sandía: rojo por dentro, verde por fuera".

En la columna de opinión que semanalmente publica en Las Provincias, el eurodiputado se alinea sin ambages con el alcalde de la ciudad, Joan Ribó, en su rechazo a la ampliación norte del Puerto. Bajo el título "Joan Ribó tiene razón", el político del PP que sonó como candidato a la alcaldía de València en las últimas municipales argumenta que València corre el riesgo de "dejar de ser un ciudad que tiene un puerto para convertirse en un puerto que tiene una ciudad".

"Pagar el precio de sacrificar la Malvarrosa o El Saler para tener un puerto gigante es una decisión que nos encuadra junto a las ciudades contaminantes, una decisión impropia de la edad digital y de la economía verde", argumenta el europarlamentario, quien concluye su artículo si vale la pena el proyecto: "Seré un romántico, pero yo digo no. El futuro ya no es gris, sino verde y azul".

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