MADRID. Invitó a los asistentes a que se animaran a tener un momento atrévete y allí salió de todo, desde una demanda de empleo hasta una petición de seguimiento en LinkedIn. Y eso que Anxo Pérez había iniciado su Día del Éxito afeando esa costumbre tan nuestra de lamentarnos por lo poco que nos da la sociedad sin cuestionarnos qué le ofrecemos nosotros a ella.
Más de 600 personas acudieron al evento, lo que da de sí el aforo del nuevo Teatro Príncipe Pío de Madrid. Otras tantas se quedaron fuera porque las entradas llevaban tiempo agotadas. Muchos de los asistentes eran alumnos del Método 8Belts, para el aprendizaje de chino e inglés en 8 meses, pero también se dejaron ver otros embajadores del éxito, como el escritor Luis Álvarez, celebrities, influencers, editores, algún que otro emprendedor y, sobre todo, gente de la calle sedienta de recibir mensajes catárticos. Para satisfacer la curiosidad de todos, el autor de “Los 88 peldaños del éxito”, el libro de no ficción “más vendido el año pasado”, prometió más Días del Éxito en lo sucesivo.
A Anxo Pérez le introdujo el Mago More y lo hizo comparándole con Lola Flores -que para qué quiere uno enemigos- recordando cuando se anunciaba a la folclórica con la advertencia de que ni bailaba ni cantaba bien, pero “no se lo pierdan”. También Anxo Pérez le puso música y efectos especiales al éxito. Presentó su último álbum, “Muy happy happy”, que le entregó, como sorpresa, Raúl Torquemada, ejecutivo de A3media, interpretó entre humo un tema de Góspel, lanzó confetis, tocó el piano, el saxofón, la armónica, el ukelele (faltaron 5 instrumentos de los que sabe tocar) y presentó en primicia el tema musical “Muévete”, que no era una zumba sino el primer llamamiento de agitación a la audiencia.
“El éxito es un cúmulo de momentos…” Atrévete, finalizaba gritando el público. La máxima corresponde al decimotercero peldaño, el que te invita a “mirar de frente a la vida” y a decirle Sí con determinación, sin miedos. Dos peldaños antes adelanta cuál es la palabra mágica para convulsionar el presente: Inconfórmate, pero no en sentido destructivo sino para superarte y acometer a diario pequeñas extravagancias, que él llama revoluciones, para enriquecer y hacer diferente cada día, bien mediante acciones, bien mediante el aprendizaje, del que es ferviente defensor.
Y como a Anxo Pérez le gusta predicar con el ejemplo empezó recordando cuando a los 15 años sintió que se le quedaba pequeño su Finisterre natal. A esa edad –con el permiso de sus padres- marchó el solo a EE.UU donde, después de algunos trabajos más ingratos, terminó dirigiendo un coro de Góspel, protagonizó una película, fue intérprete del FBI y traductor simultáneo de Barack Obama. Todo ello le sirvió para costearse los estudios, hasta 5 titulaciones universitarias. Sumar a ello que habla 9 idiomas y que empleó más de 4 años en parametrizar y dar con los algoritmos de su metodología 8Belts, que tanto sirve para aprender una lengua como cualquier otra cosa. “La clave está en desechar lo innecesario. Si te enseñan una cosa útil y 90 no útiles lo primero se acaba diluyendo”, razona.
Pero si Anxo Pérez tiró de currículum fue, más que por arrogancia, por demostrar que cualquiera de los presentes podría conseguir lo mismo. “No soy especialmente listo ni he perseguido el éxito, sino las experiencias. Unas veces se gana y otras veces se aprende. Lo que sí he intentado siempre ha sido disfrutar con lo que tengo hoy, pero huyendo de la autocomplacencia”. Esta última lección se la concedió a la memoria de su padre y en ella radica el secreto del éxito. Para alcanzarlo basta con vencer lo que calificó como sus enemigos. Al conformismo que ya hemos referido le seguiría la pereza, dado que ambos conducen al inmovilismo. “Me encantan las ideas, me encantan las palabras pero al mundo sólo le mueven las acciones”. Lo peligroso, en su opinión, “no es perderse sino quedarse quieto”, sin provocar cambios, motivo por el que invitó a la audiencia a abandonar el nido, “el lugar más peligroso del mundo”, y a salir de la zona de confort, sin miedo al fracaso, otro gran enemigo.
Contrario también al éxito es la búsqueda de la perfección como posible freno a las acciones. “Ahora bien, si puedes dar 100, no te conformes con dar 10 porque habrás perdido 90”, y lo hilvanó con otro de sus versículos más populares: “El enemigo de la vida no es la muerte. Es el desaprovechamiento”.
Advertidos de las amenazas y empeñado en no dejar indiferente a nadie sino en marcar un antes y un después de sus 3 horas de conferencia, Anxo Pérez encargó un ejercicio que cada cual debería resolver en su casa. Los deberes consistían en marcarse tres próximos objetivos a cumplir, acorde a gustos y carencias y, entre ellos, priorizar uno como innegociable. A este habría que dedicarle un tiempo cada día hasta superarlo, sin excusas ni interferencias.
A los interesados por las claves de la perseverancia les remitimos al peldaño 55 porque no cabe aquí recoger todos los peldaños que se fueron desgranando. Sí dijo haber seleccionado los más motivadores como intento de guía para un camino que empieza por dentro y encuentra su recompensa fuera, en la sociedad. “No alcanzarás tu éxito si estás tú solo en el mundo”. Agradecimiento, pues, era la otra “palabra curativa” que había utilizado ya al inicio de la charla pero que retomó al cierre para referir el peldaño número 28, “mi preferido”, el que atribuye el 50% del éxito que obtenemos a quienes nos acompañan y apoyan en el camino. Razón por la que dijo también ser más de Bill Gates que de Steve Jobs.
Se acercaba ya la hora del fin y el emprendedor revelación 2015, el hombre que esperaba cerrar el año pasado con una facturación de 4 millones de euros con 8belts, no había hablado de travesías en el desierto, ni de jornadas maratonianas de trabajo, ni de business plan…Tampoco era el escenario propicio pero él prefirió despedirse marcándose, con un compañero de grupo, un número musical muy happy happy que sorprendió a todos. “La vida es un teatro donde unos actúan y otros observan”, dice el peldaño 87, pero a buen seguro que más de uno se habría levantado y puesto en fila si en lugar de la armónica hubiese llevado una flauta, como el de Hamelín.