VALÈNCIA. Durante los años 10 Ubik ha sido un catalizador de cultura y encuentro, un posicionador de Russafa potenciando una nueva manera de conectar, incluso de estar en el mundo. Un buen chute de adrenalina para una València cuyas premisas bailaban con más agitación de la que podíamos presuponer.
Ubik, que sigue donde estaba, ha extendido su espíritu. Lo ha hecho, desde apenas un par de meses, hasta el Cabanyal, calle Carlos Ros. Oh, Lucifer, de Russafa al Cabanyal. El pretexto facilón para advertir de gentrificaciones al caer y la reversión de usos establecidos. Pudiera, qué locura, que incluso sea un buen síntoma de fortalecimiento del tejido.
La concreción de esa continuidad de Ubik tiene nombre de odisea marinera, La Batisfera, y en ese rincón, justo a la cara de la calle de la Reina, una cafetería librería con altura de proyecto transformador ha iniciado su exploración.
Un manifiesto para empezar. Léase de carrerilla: “La batisfera fue un ingenio sumergible inventado en 1930, precursora de los submarinos y utilizada para realizar las primeras exploraciones de las grandes profundidades marinas. La batisfera es básicamente una esfera sellada, fabricada en acero y que posee una mirilla de observación de cristal reforzado. En nuestro imaginario, una esfera de metal con vistas al fondo marino es un lugar perfecto y maravilloso para sumergirse en la lectura de libros de diferentes idiomas, y aprovechar eventos de todos los tipos; un rincón entre los abismos marinos donde aislarse de los ruidos diarios para lograr nuestros 5 minutos (...no necesariamente de fama...) disfrutando de la buena comida, cervezas artesanales, vinos, café, infusiones y mucho más. Durante su funcionamiento, la batisfera pende de un barco usando un cable de metal, que le provee de electricidad, telecomunicaciones y aire. Dicho cable se desenrolla para sumergir la batisfera y se enrolla para hacerla levantar”.
Bien, puesto dentro de una esfera, verdadera ambición de camarote. Se han unido en marina alianza dos de los dueños de Ubik, Lorenzo y Riccardo; el arquitecto Carlo, recién llegado de París “donde trabajaba y sigue trabajando en De Portzampac y que ha hecho el proyecto del local”; Santiago, “franco-argentino con experiencia en librerías como Notanpuan (Buenos Aires), Shakespeare & co. (París), Atlantis Books (Santorini) y Desperate literature (Madrid, España)”; el estadounidense Corey, “fundador de Desperate Literature y de varias librerías en New York, como Book Thug Nation”; Mireia, “librera y agitadora cultural valenciana, que ha regresado a la ciudad tras seis años trabajando en La Central de Callao, Madrid”.
La sospecha de la gentrificación amenazó con asolar desde el principio las primeras intenciones. “Un señor, al principio interesado en alquilarnos un bajo, siempre en la calle de la Reina, se asustó ante la idea de verlo transformarse en una cafetería librería, hasta el punto de decirnos que nosotros éramos los que con Ubik habíamos traído la gentrificación a Russafa. Creemos que todavía haya bastante confusión sobre este tema…”. Finalmente se hizo realidad en un bajo abandonado desde hace décadas.
La Batisfera, “dos hemisferios en un mismo espacio”, se compone de una librería internacional con libros nuevos y de segunda mano y una cafetería de cervezas, vinos y comida, ambas con programación cultural”. La responsable del hemisferio librero, Mireia Pérez, incorpora una explicación: “Una librería no es un agente gentrificador, es un agente cultural, muy valioso, y somos muy conscientes y críticos con el uso que puedan hacer otros de nuestro capital cultural. El lector que esperamos es tanto local como extranjero, pero en ambos casos, curioso y consciente. Señalar que para esto la librería selecciona libros de segunda mano en inglés, francés, italiano y valenciano y que combinamos con libros nuevos, priorizando en la selección la edición independiente, ensayo y literatura actual. No trabajamos ‘lo más vendido’ por así decirlo y tenemos el lujo de no ser una librería ‘de supervivencia’”.
Lorenzo y Riccardo, que hace justo 10 años abrían Ubik casi recién llegados a València, rememoran que ha pasado durante todo este tiempo: “La ciudad nos ha dado muchas posibilidades, nos ha permitido crecer y desarrollar proyectos, no podemos estar más agradecidos con sus habitantes. Ha cambiado mucho, creo que todos lo pueden ver, desde hace un par de años está viviendo una explosión cultural sin precedentes, hasta llegar, nos parece, a una especie de saturación; ahora la palabra ‘cultura’ navega en las bocas de todos y parece un poco como el chocolatito que se pone con el café, algo para atraer a la gente en cualquier lugar… probablemente esto es solo un efecto de la reciente explosión y en un momento dado llegará a un equilibrio”.
Es inevitable, qué ocurrencia, pedirle los paralelismos (y lo contrario) entre Russafa y el Cabanyal, abordar qué sí… y qué no. “Hay muchas diferencias, ante todo, físicas: Russafa es un barrio relativamente pequeño respecto al Cabanyal que realmente son varios barrios. Esto provoca mayor dispersión de gente y como consecuencia es más complicado atraer las personas solo por un café o una caña, en Russafa todo está cerca. Por otro lado hay mucho extranjeros viviendo en el Cabanyal respecto a cuando abrimos Ubik en Russafa, esto hace posible un ambiente bastante más internacional y abierto a las novedades y a conceptos nuevos (aunque no vemos en la idea de cafetería librería una idea tan pionera...). También existe un evidente problema de convivencia con parte de los habitantes (...) y todavía no tenemos claro lo que se está haciendo para enfrentarse a ello; en Russafa no vivimos nada de todo esto”.
Hay, también, un aviso final para navegantes: “la gentrificación no la hacen los bares, si no las instituciones que en un primer momento, para rehabilitar barrios que están abandonados, permiten hacerlo casi todo (...) ¿Cómo es posible que en los barrios del Cabanyal los pisos hayan tenido un boom de precios antes de que el barrio haya llegado a ser un barrio turístico o cool?”.
La mirilla de la batisfera está abierta de par en par.