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'El fuego invisible', de Javier Sierra: un Premio Planeta dedicado a la inspiración

El Santo Grial, la creatividad, la frustración y la magia implícita en las palabras escriben el nombre del novelista Javier Sierra en el parnaso de los ganadores de uno de los premios literarios más importantes del mundo

27/11/2017 - 

VALÈNCIA. Su existencia no es ni mucho menos una certeza; de hecho, más allá de su leyenda, no contamos con nada del mítico recipiente que supuestamente convivió con el hombre llamado Jesús de Nazaret para unos, encarnación de dios en la Tierra para otros, y que tras esto, habría iniciado un periplo a lo largo de los siglos custodiado y codiciado por diversos poderes hasta llegar a nuestra era alojado en la Capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia. Y sin embargo, pese a tantas sombras en su historia, la figura del Grial sigue ejerciendo una enorme fascinación en todo tipo de personas, sigue siendo el chispazo que ha puesto a trabajar a un sinfín de creadores de distintas disciplinas: en torno a él se han elaborado desde festivales sagrados para la escena, como el Parsifal de Wagner, hasta documentales o películas, pasando cómo no por libros, algunos ganadores incluso de un flamante Premio Planeta este mismo año como es el caso de El fuego invisible de Javier Sierra. Pero, ¿por qué esta reliquia y no otras? ¿Qué tiene el Grial que atrae a creyentes, místicos, incrédulos o descreídos? Por todo el trabajo de campo que ha llevado a cabo para erigir esta novela que ahora es reconocida con uno de los premios de mayor calibre del mundo, Sierra parece sin duda un interlocutor autorizado para responder a esta, y a otras preguntas.

“De alguna manera el grial simboliza ese punto de intersección entre el mundo sobrenatural y el natural, entre lo divino y lo humano, y el ser humano, desde la noche de los tiempos trata de buscar esos puntos de contacto porque sabe que para él el mundo visible no es suficiente”. En la novela de Sierra acompañaremos de vuelta a su España natal a David Salas, un joven y brillante lingüista del Trinity College de Dublín, que verá cómo sus planes de disfrutar de unas merecidas vacaciones de verano se ven truncados por una búsqueda de la que le hacen parte una vieja amiga de sus abuelos y su joven ayudante, una enigmática historiadora de arte por la que rápidamente se sentirá atraído, aunque no sepa definir exactamente cómo, ni mediante qué mecanismos. El legendario Grial se revelará como una de las claves para comprender un misterio que le obligará a replantearse algunas de sus creencias más básicas, así como a indagar en qué significan realmente los conceptos que tantas veces a escuchado, leído o escrito. Grial podría ser un objeto, pero no solo. Por supuesto, si de rastrear el Santo Cáliz hablamos, hay parada obligatoria en Valencia. ¿Tenemos en Valencia un auténtico grial?

“La única evidencia histórica respecto al grial es que esa copa que está hoy en la Catedral de Valencia aparece mencionada en un documento de 1399 de Martín I el Humano, cuando él la reclama al santuario de San Juan de la Peña. Pero en realidad no tenemos el pedigrí de la copa. No existe la posibilidad de documentar que ese objeto hubiese estado en Palestina en el siglo primero y mucho menos que hubiese estado en la mesa de la Última Cena, si es que tal cena tuvo lugar, porque evidentemente ahí entraríamos en otro debate teológico. Pero lo que sí que es cierto es que la copa de Valencia es desde esa época, desde el siglo XIV, la reliquia tenida por el Santo Grial. Otros objetos como el Sacro Catino de Génova, o como muchas ensaladeras en museos que se dan como el Santo Grial no tienen tanto pedigrí histórico. Aun así el pedigrí de la copa de Valencia es limitado, por tanto yo creo que se trata más de propaganda gestada durante el larguísimo periodo de la Reconquista, donde se necesitaba justificar que en esta tierra, en la península ibérica, estaba el cáliz de la Última Cena, para alentar a las tropas cristianas contra los musulmanes, que no de algo documentado y real”.

La creatividad, tan en boca de todos hoy en día, aquello a lo que en otros tiempos se llamó inspiración, musas o hado, es un pilar esencial en la última novela de Sierra. En ella, el autor ofrece una visión muy singular de los agentes que intervienen en el proceso creativo, tanto en un sentido como en el otro. “Creo que nos falta mucho por aprender del universo en que vivimos; entiendo que el ser humano en realidad actúa conscientemente a veces -muy pocas-, inconscientemente la mayoría, como una antena. Y creo que el universo funciona un poco como la nube de los dispositivos electrónicos. El hardware que es el cuerpo humano recibe cosas que no están en su red neuronal, que las capta actuando como antena. Los presocráticos, que serían los primeros que pondrían por escrito todas estas cosas, ya hablaban de que las ideas no eran propias sino que se las susurraban las musas; era una manera de decir que no estaban dentro de ellos. Y esas musas han susurrado muchas cosas a Parménides y a otros tantos sabios anteriores a Platón. Entre otras, conceptos que hoy son básicos para nuestra civilización, como la democracia. La democracia surge de un ensueño en una cueva en Elea, en la Magna Grecia, en el siglo VI antes de Cristo. Caramba, yo no me lo tomaría a broma”.

En tal caso, ¿por qué hay personas más creativas que otras? “Voy a responder de una manera un tanto contundente: porque se han escapado del pensamiento dogmático imperante. Vivimos en una sociedad dogmática. Tienes que aceptar que la democracia es el mejor sistema de gobierno. Vale. Tienes que aceptar una serie de preceptos de comportamiento, como la monogamia. Y como digas lo contrario, eres un excluido social. Todo tiene que ver con aceptar visiones dogmáticas impuestas. De repente hay personas que se escapan a eso. Einstein escapó del pensamiento dogmático newtoniano, el pensamiento newtoniano absolutista que se impuso con Newton y la ley de la gravedad. La mente creativa es la que es capaz de escapar al dogma”.

Y qué hay de la imaginación. ¿Puede la imaginación llevar a la verdad? “Sin duda, de hecho hay una frase que me gusta mucho de un biólogo del SXX, JBS Haldane, que dice que el universo no solo es más fantástico de lo que imaginamos, sino mucho más fantástico de lo que llegaremos a imaginar. Me parece que define muy bien la posición que yo tengo en este momento. La imaginación es la que te va a permitir comprender muchas cosas. Yo lo tengo tan asumido que mi literatura parte de esa idea. Intento resolver con mis novelas -en la medida de lo posible- grandes preguntas que no he podido resolver desde el punto de vista del ensayo, de la razón. Todo lo que no he podido resolver con las herramientas que me da el pensamiento actual, me obliga a convertirme en novelista y a ficcionar esas posibles soluciones. Menos mal que tenemos la literatura”.

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