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SILLÓN OREJERO

El Gran Libro Yum Yum, primer cómic de Robert Crumb, virgen y de 19 años, para enamorar a su mujer

En 1963, Robert Crumb tenía 19 años y era virgen. Su padre era una figura distante que no le prestaba atención y su madre, católica que no quería divorciarse, se dedicaba a ver la televisión las veinticuatro horas del día colocada de pastillas. En el colegio, todos marginaban a Crumb, que encajaba todos estos golpes y los descargaba en sus viñetas. En su primera obra ya disparaba contra los padres y los jóvenes pedantes y banalmente bohemios que le rodeaban para mostrar su adoración por las mujeres de grandes dimensiones

18/02/2019 - 

VALÈNCIA. Tal y como contó DK Holm en su biografía sobre el dibujante, los padres de Robert Crumb eran católicos. En lugar de divorciarse, llevaron vidas separadas. La de su madre, no muy apasionante. Enganchada a pastillas todo el día delante de la televisión rodeada de gatos. Se pasó cuatro años, según dijo su propio hijo en una entrevista, viendo la televisión ininterrumpidamente. Durmiendo incluso delante de ella en el sofá. Con su padre nunca llegó a entenderse.

El cómic pronto se reveló como una salida para esa situación un tanto asfixiante que seguía luego en el instituto, donde era un marginado. Mientras, dibujaba sus tebeos, obligado en parte por un hermano visionario, y trataba de venderlos de puerta a puerta. Al mismo tiempo, iba haciendo amistades por correspondencia.

Cuando encontró un trabajo como ilustrador de postales de felicitación y de broma conoció a Dana Morgan, con la que se casó en 1964. "Como prueba de su amor", Crumb dibujó El gran libro Yum Yum. Tenía 19 años y aún era virgen. Tardó seis meses en hacerlo entre 1962 y 1963. Lo acabó en febrero y, en marzo, cuando conoció a Dana, se lo regaló. Ahora La Cúpula ha reeditado el libro, traducido por Rubén Lardín.

En la introducción que escribió en su primera publicación en los años 70, Crumb se sentía un poco avergonzado. Pensaba que mucha gente no iba a valorar lo que tenía entre manos, aunque para muchos, especificaba, sería mejor que lo que solía publicar habitualmente por esas fechas. Si tenía algún valor, sentenciaba, era por su inocencia y candidez.

Sin embargo, más allá de eso, el valor que tiene es que pese a ser su primera obra, aunque la hiciera antes de perder la virginidad y lanzarse al mundo de los adultos, ya tenía todos los ingredientes que caracterizaron sus trabajos posteriores. El protagonista se debate entre el existencialismo y la misantropía, está rodeado por jóvenes de la generación beat, pronto hippies, luego progres, cuya hipocresía hacía que a este autor le llevasen los demonios. También aparece la mujer mastodóntica, gigante, que tanto le obsesionó.

Como fue su línea posterior, había una gran carga autobiográfica. Tenemos la figura paterna lejana, fría, llena de ambición a terceros, pero poca comprensión y empatía con su hijo. Un chaval que no era precisamente popular entre los chicos de su edad, todos haciéndose los interesantes y los bohemios, mientras que él se aburría con todo y no había nada que le motivase.

En la actualidad, sigue siendo una historia que no flaquea por ninguna parte. Cuenta la odisea de Ogden, un sapo que vivía en una isla con otros animales, pero tiene un problema. No solo no encaja en ninguna parte y nada le interesa. Un día comete un error, asesina a unas criaturas, unas mariquitas (equivalentes a las ratas en la fábula, pero más hacendosas) y de la culpabilidad y el oprobio surge una habichuela, por cuyo tallo trepará y logrará huir del mundo que le ha rodeado hasta entonces para llegar al paraíso terrenal. Un poco de surrealismo en la era de la psicodelia.

El retrato que hace Crumb de los jóvenes del momento, que son los de la generación beat, no desmerece en absoluto a los actuales. Todos con sus discusiones tediosas, prepotentes y pedantes, como se puede encontrar en cualquier red social en rincones donde habite gente "concienciada", así como los bohemios, una panda de cantamañanas con pretensiones muy elevadas, pero en realidad ordinarias y banales. En ocasiones veo indies.

El de la mujer, como musa inalcanzable, una mujer gigante, es la visión habitual que siempre ha predominado en toda su obra. El hombre es un enano ante el poderío de la hembra, que le maneja a su antojo como a una marioneta. En este caso, el sapo protagonista se enamora de una humana de grandes dimensiones que se lo quiere comer. Ella intenta atraparlo para llevárselo a la boca, él aprovecha para besarla furtivamente en esos lances.

Por otra parte, la sociedad es hostil con el sapo cuando regresa a su isla. Hay un paralelismo con los pogromos, pero contra los batracios en este caso. Una perspectiva de desconfianza y misantropía que nunca ha abandonado al dibujante. Pese a todo, lo que sí es cándido es el desenlace final, no en vano, se trata de una fábula para cortejar a una mujer de los años 60. El argumento intenta ser dulce y bonito como los cuentos.

Su publicación en 1975 fue una forma de sacar del desván material antiguo. Según contó en el prólogo, su abogado Albert Morse, pensaba que se iban a forrar con esa obra. En la edición de 2005, Crumb contó cómo habían salido los negocios: "Mi (ex) abogado resultó ser demasiado optimista. El gran libro Yum Yum no se vendió como rosquillas. Los resultados de la primera edición, a mediados de los 70, fueron tan poco convincentes que Scrimshaw Press, el pequeño editor utópico que asumió la publicación, tardó poco en cerrar el chiringuito".

En esa última introducción, Crumb hacía notar que esta es con mucho la historia más larga que nunca ha escrito, que fue capaz de construir una historia, pero que todo era "inmaduro y adolescente" producto de una "juventud depresiva y desesperada". No hay que hacerle ni caso. Como fábula disparatada, surrealista o psicodélica, si se quiere, por la época en la que fue concebida, es excelente. Uno congenia con el Crumb de siempre, su alter-ego es perfectamente reconocible y, aunque tuviese solo 19 años, su visión corrosiva de la estupidez contemporánea o moderna en la que se ahogaba sigue igual de vigente. Es un verdadero placer redescubrir un Crumb inédito de estas características a estas alturas del nuevo siglo.

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