El analista de fondos de inversión y renta variable advierte de la importancia de que los Gobiernos europeos adopten reformas estructurales para que las medidas de Mario Draghi sean verdaderamente efectivas
VALENCIA. El euro entró en circulación en 2002 en 12 países miembros de la UE con muchas connotaciones desconocidas. Los ciudadanos europeos se encontraban en shocky realmente nunca tuvieron una explicación exhaustiva de cómo funcionaba la moneda europea.
Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria y financiera estamos siendo testigos del gran protagonismo que está adquiriendo nuestro 'Doctor Bacterio' de la economía, Mario Draghi, en compañía de su laboratorio de creación de diabluras monetarias.
Para poder subsanar el rompecabezas económico, Draghi -junto con su equipo de tecnócratas- arrancaron su imaginación científico económica para realizar estudios que ni ellos mismo sabían para que valían; debido a que se encontraban con una moneda que no está sustentada por un único país sino que va condicionada por todos los estados miembros de la UE que la hayan incorporado a su sistema económico.
Viéndose en esta tesitura, Draghi optó por sentarse en su cómodo y requinable asiento de su despacho para contemplar como la Reserva Federal de Estados Unidos actuaba de una forma contundente y eficaz con el fin de solucionar la crisis que estaba afectando a la cuna del capitalismo.
Después de ver como el banco central americano utilizaba sus armas monetarias, adentrándose en varios programas de recompra masiva de deuda y bajadas de tipos en su divisa, los norteamericanos arrimaban el hombro -todos a una- para sacar a los EE UU adelante. De hecho consiguieron reducir su tasa de paro hasta el entorno del 5% actual.
A la vista de ello, Mario Draghi empezó a levantarse de su asiento y comenzó a copiar el estilo americano sin tener en cuenta que estaba luchando contra 19 países donde cada uno tiene su idiosincrasia e intereses particulares.
Tras anunciar sus recortes en los tipos de interés, las LTROs, su QE europeo, su reducción de tasa de depósitos, su esperada paridad euro/dólar y una serie de inventos económicos que ni el mismo sabe como iban a impactar no ha conseguido mover ni un ápice la economía de la zona euro. Su ansiado 2% de inflación sigue en zona deflacionista sin intención de mostrar una tendencia de crecimiento.
No obstante, el 'mini' punto positivo que podemos otorgarle al presidente del BCE es que ha invitado y no obligado -y por eso 'mini'- a los ministros de Economía de la Eurozona a que sus 'inventos' económicos deben ir acompañados de reformas estructurales. Una de ellas -y más notoria- sería una reforma fiscal focalizada a aprovechar las medidas expansivas, recurriendo siempre a una bajada impositiva. Y no solo en el ámbito empresarial sino también en el familiar.
Por ello, el laboratorio monetario no está consiguiendo sentar una base 'educativa' adecuada a nuestra moneda aun adolescente, debido a que no estamos enseñándole a ir por el camino correcto. Si los dirigentes siguen mirando para otro lado, nuestro hijo en forma de papel seguirá haciendo sus desmanes, llevándonos de nuevo a otro fracaso económico.
Juan Ignacio Aneiros García es analista de fondos de inversión y renta variable