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el cudolet / OPINIÓN

El olvido de una fiesta: los Saturnales del subsuelo de la Plaza de L'Almoina

9/10/2021 - 

Hoy los valencianos estamos de fiesta. Algunos a la bartola. Otros marchando la Procesión Cívica. Otras en la playa. En resumidas cuentas, cada uno celebra el 9 d'Octubre a su  manera. Respetable. Muy respetable ¡Felicitats! Noy soy un revisionista de la historia. Joan Fuster me saca años y dedicación en su particular estudio del pueblo valenciano. Rebosa sintaxis. Prefiero sacudir la memoria. Pasearla. 

Reconozco ser un apasionado de la cultura romana. También de su cocina. Siempre que he visitado la capital de Imperio he acudido a Le Lanterne, un restaurante coqueto y familiar de alta cocina romana, local cercano a la Fontana de Trevi. En mi primer desplazamiento a Roma le dí bastante al Frascati. Me quedé  prendado a la etiqueta de la botella. Los valencianos somos descendientes de Rómulo y Remo. No nos amantó una loba, pero sí lo hizo el Cónsul Décimo Junio Bruto y sus lugartenientes. 

Mi ciudad imaginaria, València, nace en el 138 AC. No en 1238 DC. Llevo una eternidad pensando en tatuarme en el brazo mi ADN, “Valentia”. La lectura y reflexión de la Modernidad Líquida de Bauman es una traba más en tintar mi piel. El dolor también. En mi opinión hemos mitificado en exceso a Jaume I.  La divinidad para él que la acepte. Yo no. Todos somos iguales. 

Hace una calenda que otra escribí una columna de opinión sobre la Fiesta del Olvido. Merecía la ocasión. Tiempo en el que empezaba a hacer mis primeros pinitos en este diario. Los valencianos disfrutamos de un magnífico Centro de Arqueología situado en el subsuelo de la Plaza de L'Almoina. No es un souvenir, es nuestra pila de bautismo.  El centro llegó a ser el segundo mejor museo de Europa. Hace poco tiempo no funcionaban ni las audiovisuales. De Champions. Nuestras raíces. Lo que fuimos. Lo que somos. Un pueblo valiente.

Convencido estoy de que por aquella polis sepultada por el asfalto, abierta a todos los públicos, se celebraron las fiestas de los Saturnales, devorando, las clases más pudientes el garum. Hoy la receta puede parecer un poco insalubre. 

La identidad de un pueblo no se basa en la fe ni en conquistas militares. Es una religión ficitia. La esencia de una sociedad se forja a través de los hechos diarios de los ciudadanos que forman parte de un territorio. Por ello, el Cap i Casal debe mostrar sus dos caras, la del final del Imperio y la del posterior alzamiento del cristianismo. Amenábar lo retrató muy bien en Ágora. Y en ese lugar dónde nacimos, vivimos y nos volvimos a levantar se encuentra a poco metros la prisión de Vicent el Mártir. 

Si en el pasado recreamos la entrada del ejército de Jaume I, o disfrutamos cada almanaque que pasa viendo desfilar a los Moros y Cristianos, no estaría mal darle un balón de óxigeno al 21 de enero. Festividad que algunos valencianos acaban seducidos por las ofertas de unos grandes almacenes de una multinacional sueca, viajando o vigilando de sus hijos. Vivamos el futuro. Redescubramos la fiesta de la ciudad de Valentia “El que pierde sus orígenes pierde su identitad” hace ya tiempo que perdí mi carnet de identidad...

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