Se cumple un siglo del nacimiento de Eduardo Pons Prades, historiador libertario de origen valenciano con una rigurosa obra de memoria histórica, y que arriesgó su carrera narrando su inverosímil viaje en una nave espacial. Su testimonio, El mensaje de otros mundos, es uno de los libros más singulares de la historia de la ufología patria
VALÈNCIA.- Eduardo Pons Prades (1920-2007) es un personaje irrepetible del siglo XX. Hijo de dos sindicalistas de L’Horta Nord (Valencia) autoexiliados en Barcelona por su actividad político-sindical, combatió en la Guerra Civil con apenas dieciséis años, luchó contra la invasión nazi de Francia y fracasó en su intento de impulsar la resistencia interior contra Franco, por la que fue encarcelado. «Soy especialista en perder batallas», bromeaba, porque todos los que lo conocieron destacan su pasión por la vida y su férrea voluntad de victoria, aunque fuera una victoria imposible.
Pons Prades alcanzó cierta celebridad en los setenta. Entonces, con Franco aún vivo, contribuyó a la fundación de la editorial Alfaguara y quedó finalista del premio Espejo de España que otorgaba Planeta con su libro Republicanos españoles en la Segunda Guerra Mundial. Según el editor de muchas de sus obras, Rafael Borràs, «era una documentada y apasionada reivindicación de quienes en los inicios de 1939 habían cruzado los Pirineos sin darse por vencidos, que, con el tiempo, se ha convertido en un libro de referencia».
A partir de ahí, pudo vivir con cierto desahogo de su producción periodística-literaria, inabarcable: Más de veinte obras —libros de historia, novelas...— con algunas joyas (Las guerras de los niños republicanos 1936-1995 y Los senderos de la libertad. Europa 1936-1945) y una rareza: El mensaje de otros mundos, una crónica donde Pons Prades narra con todo lujo de detalles su contacto con siete extraterrestres.
La publicación fue un fracaso rotundo. Las necrológicas de Pons Prades obviaron su existencia. El autor apenas volvió sobre el asunto —tampoco renegó de él— y el libro, que pronto fue descatalogado, con el tiempo se convirtió en objeto de culto y, hace unos años, fue reeditado con éxito: pronto tendrá tercera edición. Aficionados y expertos en ufología han debatido e investigado sobre el avistamiento de un ovni y el posterior contacto de Pons Prades con habitantes de otros mundos, y muchos se han hecho una pregunta: ¿Qué llevó a un personaje culto, íntegro y prestigioso a escribir un libro sobre ovnis?
31 de agosto de 1981. Según el relato del propio autor, Pons Prades viajaba por los Pirineos hacia Perpiñán cuando en Prats de Molló, pueblo de la Cataluña francesa, cambió el recorrido previsto por impulso. Poco antes de llegar a la frontera con España, sin motivo para ello, se adentró por un camino forestal hasta que el motor y las luces de su coche se apagaron. El vehículo no respondía. Poco después, en un bosque, surgió «un mar de luz», una «nave espacial» de unos «cincuenta o setenta y cinco metros de anchura». De ella surgió una voz —«en correcto castellano, con un tono cantarín»—, que le conminó a subir: «¡Bienvenido a bordo de la nave Luz del Cosmos!».
Pons Prades, curtido en mil batallas, estaba tranquilo. Y subió. Allí se encontró con siete extraterrestres con forma humana, «por lo menos, tenían un torso, una cabeza, dos brazos y dos piernas. Iban vestidos con una especie de mono blanco, muy ajustado al cuerpo, y calzados con unas botas —también blancas— que parecían ser de lona». Todos lucían «en el pecho, a la altura del corazón, un emblema en cuyo centro había un círculo, un ojo resplandeciente, multicolor y multiprisma, que no cesó de centellear un solo instante, y en el que, a menudo, quedaría clavada mi mirada».
«La nave —escribió Pons Prades, era limpia y sofisticada, con un tablero de mandos, manejado por cuatro tripulantes, en el que no cesaban de encenderse y apagarse lucecillas de todos los colores». En ese contexto, y en un ambiente de camaradería, el escritor habló con los alienígenas durante siete horas. Estos le transmitieron un mensaje contra «la soberbia y la peligrosa imbecilidad de quienes detentan el poder político, militar y espiritual en la Tierra».
En esencia, la tripulación de La Luz del Cosmos carga contra las superpotencias del momento. En 1981, aún en plena Guerra Fría, Estados Unidos y la extinta Unión Soviética amenazaban al otro bloque con usar su poderoso arsenal nuclear. «Cuando una de las dos superpotencias amenaza el armonioso orden universal, establecido confraternalmente desde hace muchos siglos, con el transporte de artefactos altamente destructivos en sus naves espaciales...» los marcianos deciden lanzar, así lo dicen, una advertencia.
«Esa superpotencia (cuya identidad, hoy por hoy, no revelaremos) debe renunciar de inmediato a ese loco proyecto, ya que, en caso contrario y sin previo aviso (...), procederemos a la congelación indefinida de toda vida en el área de su territorio nacional y las de sus bases esparcidas por el planeta Tierra y en el espacio». Tras ese mensaje —grabado en la mente de Pons Prades— la conversación derivó hacia la autodenominada ‘Armoniosa Confraternidad Universal’, la utopía anarquista y libertaria en la que vivían los marcianos, muy coincidente con la ideología del receptor del discurso. En sus palabras, «la sociedad fraternal con la que nosotros siempre soñamos, y por la que tanto hemos luchado».
Cierta o no su historia —más bien no— el libro de Pons Prades pasó del ostracismo a la leyenda. Popularizado en parte por Cuarto Milenio, el programa de Iker Jiménez, El mensaje de otros mundos estuvo años descatalogado y se cotizaba a precio de oro (imposible conseguirlo por menos de doscientos euros). Una pequeña compañía de Alicante, Reediciones Anómalas, decidió volver a publicarlo. Pablo Vergel, sociólogo, es su responsable: «Es una extraordinaria historia de contactismo extraterrestre aunque en el fondo es bastante arquetípica. Lo curioso es que el protagonista no es alguien con inquietudes espirituales; es un veterano anarquista con una visión nada exótica ni espiritual del mundo. Esto es algo absolutamente novedoso porque la mayoría de relatos de contactismo son actualizaciones tecnoespirituales de mitos divinos y religiosos».
Pons Prades, hijo de valencianos (su padre era de Alboraya y su madre de Almàssera) no era un historiador al uso. No tenía formación universitaria —a los dieciséis años se alistó en el ejército republicano— y sus investigaciones se basaban más en la incansable búsqueda de testimonios que en el escrutinio de archivos u otras fuentes documentales. No obstante, tenía reputación de riguroso. La Universitat de Barcelona le homenajeó en 2007. El impulsor del acto, el catedrático Bernat Muniesa, le calificó de «historiador que hizo historia desde dentro de la historia». Sus archivos —ingentes— están en el Arxiu Nacional de Catalunya. Y sus obras fueron, en muchas ocasiones, aplaudidas por crítica y público. Republicanos españoles en la Segunda Guerra Mundial, el libro de referencia sobre los perdedores de la Guerra Civil forzados a abandonar España con la llegada de la dictadura, fue reeditado durante casi treinta años. A eso se sumaba su currículo en la resistencia francesa y su papel, a partir de 1941, en una red para salvar judíos franceses.
«¿Hasta qué punto podemos creer a un exguerrillero que afirma en un libro haber sido abducido durante siete horas por un ovni?». Esa pregunta se la hicieron Rosa Sala y Plàcid García-Planas, autores de El marqués y la esvástica (Anagrama, 2014), una vibrante investigación histórica que cuenta con aportaciones del agitador anarquista.
Los ufólogos abordan el misterio desde otra óptica. ¿Es verosímil el encuentro de Pons Prades? «Es extraño, al menos —dice Diego Marañón, prologuista de la última edición del libro—. A mí me parece muy osado emitir un juicio sobre la verosimilitud del caso. Ni yo ni nadie estuvimos esa noche en el claro de Prats de Molló». Para Ignacio Cabria, sociólogo y autor de un libro de referencia en el mundillo, Entre ufólogos, creyentes y contactados. Una historia social de los ovnis en España (1993), «el relato del encuentro no es verosímil como hecho objetivo. Parece una recreación consciente de ideas o sueños que se pudieron generar por sus obsesiones y reflexiones».
Cabria se reunió en su día con Pons Prades. Otro tanto hizo Manu Carballal. Editor desde 1992 de El Ojo Crítico, revista especializada en fenómenos forteanos, ofrece dos opciones sobre el suceso de Prats de Molló: «O vivió una experiencia tan emocionalmente desbordante que le obligó a compartirla, o intentó utilizar un fenómeno social de moda en los ochenta como los ovnis para difundir su ideario libertario».
Desbordante o no, Pons Prades acudió a un psiquiatra de Barcelona a contarle su experiencia con los extraterrestres. El especialista levantó acta y sugirió que la experiencia fue una «ideación diurna de contenidos oníricos». Cabria recuerda que cuando visitó al historiador pensó que, «en el fondo, no se creía la propia experiencia que había narrado. Sus contestaciones eran erráticas, acababan derivando en experiencias políticas de su vida. Cuando intentaba traerle de nuevo al tema, hablaba de los maquis o del exilio. La verdad es que todo esto resultaba más interesante que su relato contactista». Antonina Rodrigo, la viuda del autor, anarquista e historiadora como él, dejó una sutil —e interpretable, como casi todo en este asunto— perla sobre el asunto: «A ti te habían ocurrido siempre cosas extraordinarias, pero esta es la más fantástica de todas», le dijo a su compañero cuando este le contó su encuentro con la nave espacial.
Bien cierto es que no hay pruebas de que el avistamiento de la nave y posterior contacto con los extraterrestres de Pons Prades sucediera. Por ello, resulta sorprendente cómo un divulgador riguroso y de éxito arriesgó su reputación y hasta su carrera —narró su experiencia con 61 años; aún escribiría muchos libros después— con una historia alejada de su campo de conocimiento. «Él estaba convencidísimo de que todo eso le pasó de verdad. Yo le insistí en que no lo publicara, pero no me hizo caso», confesó Rodrigo a los autores de El marqués y la esvástica. Su editor en aquella época, Borràs, contó que también intentó disuadir a Pons Prades. Según su relato, incluso el dueño de la editorial Planeta, José Manuel Lara, le advirtió de que podía acabar con su carrera. El autor insistió.
El mensaje de otros mundos fracasó. Para Vergel, «el autor lo escribe en estado de excitación intentando explicarse a sí mismo qué le ha pasado. Quizá el libro tenga un tono algo precipitado, y además mezcla la experiencia personal, el ensayo ufológico o la reflexión política. No es muy accesible». Según Carballal, «las publicaciones especializadas en misterios veían a Pons Prades como un intruso» y lo ningunearon. Cabria aporta otro argumento: el libro se publicó a contracorriente, en 1982, en medio de «una crisis profunda tanto en la ufología como en el movimiento contactista», tras la mágica década de los setenta.
Entonces, la frecuencia de los avistamientos y contactos comportó el nacimiento de cierta industria: las revistas, libros y programas divulgativos se multiplicaban. La prensa ‘seria’ se hacía eco de fenómenos paranormales, como el caso Ummo, una monumental patraña urdida por un alicantino, José Luis Jordán. En el libro Ummo. Lo increíble es la verdad (Autsaider Cómics, 2016) se desmenuza cómo esa invención mantuvo en vilo a la sociedad española durante más de una década. Su autor, Eduardo Bravo, especula sobre las razones de Pons Prades para escribir El mensaje de otros mundos.
«La posibilidad de que haya vida en otros planetas es algo que interesa a personas muy diferentes, incluidos científicos de primera línea. Otra cosa es la interpretación que se pueda hacer de la existencia de esa vida. Ahí entran en juego las fantasías, los problemas emocionales o los anhelos», dice Bravo. «El problema de Pons Prades es que, en el momento mismo que defiende la existencia de vida extraterrestre y su experiencia personal, pone en cuestión la calidad de su trabajo como historiador». El autor de Ummo recuerda que «no hay ninguna prueba para afirmar el origen extraterrestre» de los ovnis, pero «si lo único que buscamos es disfrutar de un mito con una gran riqueza narrativa como disfrutamos de las novelas o las series, lo de menos es intentar saber si eso que se nos cuenta ha sucedido de verdad o no. Ahí lo importante es el talento de los implicados para urdir una trama rica, imaginativa y bien contada».
Tal vez, como sostiene Cabria, Pons Prades creó una fábula para seguir evangelizando con su ideario, «como una utopía clásica al estilo de La isla, de Aldous Huxley». De cualquier forma, cierta o no su experiencia, no cabe duda de que el historiador anarquista era una persona íntegra y valiente, como atestigua su vida. Recordemos lo que dijo Antonina Rodrigo nada más conocer el relato de su compañero: «A ti te habían ocurrido siempre cosas extraordinarias, pero esta es la más fantástica de todas».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 75 (enero 2021)de la revista Plaza
Descarga la revista completa pinchando aquí