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El Pacto del Cristal

Foto: EDUARDO MANZANA
22/10/2023 - 

PP y Vox dicen que no son de poner nombres a sus pactos –no lo hicieron en el Consell y tampoco ahora en el Ayuntamiento de València– porque eso es cosa de la izquierda, que si el Botànic (I y II), que si el Rialto... Es algo que facilita la labor de la prensa a la hora de redactar y, sobre todo, de titular, porque una cosa era el Consell, el gobierno, y otra el Botànic, los partidos que tenían un acuerdo de legislatura, que eran tres. No obstante, la derecha también ha participado en pactos con denominación de origen, desde los añorados Pactos de la Moncloa hasta el del Majestic entre PP y CiU, nombre –el de un hotel de Barcelona– muy apropiado porque sonaba a casa de masajes, que es lo que hubo entre Aznar y Pujol.

Si el lugar donde se firma o escenifica el acuerdo es el que le da nombre, al presentado en sociedad este viernes por PP y Vox en el Salón de Cristal del Ayuntamiento de València habría que llamarlo Pacto del Cristal, o, más maliciosa y apropiadamente, ‘pacto de cristal', y no precisamente de Duralex.

El pacto, siendo inevitable para la gobernabilidad, no es un buen acuerdo porque no puede serlo, pero es el mejor posible, al menos hasta la salida de Juanma Badenas del Consistorio. No es un buen acuerdo porque los pactos dependen de las personas que los firman, y así como Carlos Mazón y Vicente Barrera se llevan muy bien y se están entendiendo perfectamente –puede que más que los acaramelados Puig y Oltra en 2015–, no hay más que ver la escenificación del acuerdo PP-Vox en el Ayuntamiento para darse cuenta de que María José Catalá y Badenas no pueden ocultar una animadversión mutua que tiene su origen en la venta de la VIU (Valencia International University) por parte de la Generalitat, hace diez años, cuando Catalá era consellera de Educación y Badenas rector.

Foto: EDUARDO MANZANA

Es una pena que la alcaldesa no mantuviera el pulso a Vox una semana más porque nos ha impedido ver qué habría hecho Badenas con la rebaja de impuestos aprobada por el PP para 2024, que debe ratificar el Pleno el martes día 24. La amenaza de Badenas, que surtió efecto, era votar en contra, pero uno tiene muchas dudas de que se hubiera atrevido, porque a ver cómo le explicas a los valencianos que has impedido que les bajen los impuestos porque no te dejan ser vicealcalde.

El caso es que la entrada de Vox en el Consistorio del Cap i Casal se había enquistado sin que Catalá mostrara ninguna prisa por hacer lo que todo el mundo sabía que iba a acabar haciendo. Cuatro meses de demora que acabaron agotando la paciencia de Badenas, cuyo grupo empezó a torpedear algunas decisiones del equipo de gobierno municipal, como el nombramiento de dos directivos en la EMT provenientes de FGV, veteranos de la casa que se despidieron a lo grande el 11 de octubre en una fiesta con discursos y regalos incluidos, para volver cuatro días después a la que seguirá siendo su empresa de toda la vida. O cuando puso al bueno de Pepe Marí Olano a los pies de los caballos por su dedicación parcial en el despacho de KPMG, asunto sobre el que Badenas ya no dice que el concejal se tiene que retirar de la negociación con el Valencia CF o que la alcaldesa lo debe apartar, sino que "lo tiene que decidir él mismo". Cómo ha cambiado el cuento.

La negociación se había enquistado porque Badenas quería ser vicealcalde –se ha quedado en segundo teniente de alcaldesa–, hasta que la dirección nacional de Vox decidió intervenir a través de Montse Lluis -ella lo escribe sin acento–, persona de confianza de Abascal para controlar las gallinas en los corrales autonómicos, junto a un Gil Lázaro venido a menos tras el mal ojo demostrado en la selección de los cabezas de lista autonómica y local de València para el 28M.

El nuevo equipo de gobierno municipal. Foto: EDUARDO MANZANA

Con Badenas como segundo teniente de alcaldesa –su sitio en la foto era al otro lado de Catalá–, Vox controlará varios marrones y marías en el Consistorio, sin apenas presupuesto, aunque tampoco había pedido mucho más, ya que los de Abascal se están conformando en todas partes con pequeñas parcelas de poder, posiblemente porque cuanto menos gestionas, menos te equivocas. El órdago de última hora reclamando Hacienda y Urbanismo era un farol. Lo único importante que habían pedido y que no les han dado es Turismo, que es una concejalía muy agradecida porque permite viajar.

Condenados a entenderse, el mayor problema del Pacto del Cristal es el impetuoso carácter de Badenas, que no se resignará cuando se dé cuenta de que su irrelevancia en el ejecutivo local es menor que la de González Lizondo en el de Rita Barberá de 1991, y mira cómo acabó UV en el que era su principal feudo.

Por eso no es mala la solución de darle salida a este catedrático de Derecho Civil con un puesto en el Consell Jurídic Consultiu, donde pasaría a cobrar cerca de 100.000 euros brutos anuales, más que la propia Catalá, frente a los 83.000 actuales. Así entraría el siguiente en la lista, Daniel Calabuig, abogado del Arzobispado, con quien el pacto de cristal sí sería Duralex. Solo hace falta convencer a Montse Lluis, es decir, a Abascal, y a Vicente Barrera. Y a Mazón, claro.

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