El padre del que voy a hablar tiene la costumbre de ser un hombre mantenido. Que le mantengan de por vida.. Nunca una frase cobró más sentido: “vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”
“Vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”. “El padre del que voy a hablar” no entiende la vida de otra manera. Cuando era pequeño le mantenía su madre y cuando creció le mantuvieron sus mujeres; ahora le mantiene su hijo. No entiende que tenga que trabajar mientras tiene un hijo que le puede mantener. Aunque este hijo haya tenido que emigrar a otro país, haya tenido que trabajar de sol a sol, haya tenido que sufrir lo que no está escrito y haya tenido que sacrificar parte de su vida para salir de la pobreza en la que vivía. Una pobreza en parte generada por ese “padre del que voy a hablar” que desapareció cuando era pequeño y que nunca se dedicó a cuidar de sus hijos. Pero todo eso no cuenta. Después de 20 años “el padre del que voy a hablar” volvió a encontrarse con su hijo y desde entonces ese hijo abandonado le mantiene.
“El padre del que voy a hablar” tiene seis hijos reconocidos (uno falleció hace un par de años) con dos mujeres diferentes aunque se ha casado varias veces. Sus hijos se llevan mucha edad. El mayor tiene más de 40 años mientras que los pequeños están entre los 9 y los 14 años. A todos ellos les mantiene el hijo mayor. Sin problema alguno. Sin remordimiento de ningún tipo. Sin agradecimiento que valga. Es así. Sin más.
Estos niños pequeños estudian porque su hermano les paga los estudios, estos niños pequeños se visten porque su hermano les viste, estos niños pequeños comen porque su hermano les paga la comida… y así todo. Porque “el padre del que les voy a hablar” sigue como siempre… viendo la vida pasar. Sin ganas ni necesidad de mejorar y dar calidad de vida a sus hijos, solo intentando sobrevivir con un puesto de café que a veinte céntimos la taza, abre cada noche en la plaza del pueblo. Un puesto de café al que se lleva a sus hijos pequeños para que le ayuden cuando salen de la escuela. Un puesto de café que no da ni para mantenerse en pie.
Porque “el padre del que voy a hablar” no entiende que la responsabilidad de su hijo no sea mantenerle porque para eso es su hijo mayor y más aún cuando se presupone que puede hacerlo desde que emigrara.
Y es que su hijo mayor se marchó hace 20 años a trabajar en EEUU pues vivía en una situación de pobreza de la que no hubiera salido de otra manera. Desde bien pequeño sobrevivía con su madre y sus nueve hermanos que tiene por parte de madre, trabajaba desde los 10 años y estudiaba al mismo tiempo. No tenía un padre que velara por él porque su padre, “el padre del que voy a hablar” abandonó el domicilio familiar, a su mujer y a sus hijos y se dedicaba a vivir su vida en otros lugares y con otras familias. Mientras tanto sus dos hijos sobrevivían como podían gracias a su madre y a su abuela (la madre de su padre) que se desvivió por sus nietos mientras su padre se dedicaba a desaparecer y a ir de flor en flor. Y así pasaron los años.
Culturalmente en los países pobres se crean las dinámicas de ayudar a las familias, sobre todo cuando emigras en busca de una vida mejor. Y en este caso, así fue.
El caso es que este niño que aprendió a buscarse la vida desde bien pequeño, creció y se marchó en busca de una vida mejor. Y lo consiguió. Mejoró su vida y ayudó a mejorar la vida de su madre y de su padre. No se planteó otra alternativa. No se planteó ni se cuestionó hacerlo o no. No se miró atrás. No se tuvo en cuenta el pasado. No se tuvieron en cuenta esos años de abandono. Esos años en que ese niño creció sin su padre. Esos años en que el padre no apareció. Se presupone que el padre es el padre y hasta que se muera hay que mantenerle.
Lamentablemente el padre del que voy a hablar no es un caso aislado. Con motivos y razones diferentes no es extraño escuchar casos de padres que no se responsabilizan de sus hijos. Aunque no voy a sentar cátedra en este aspecto pues es un tema tremendamente complicado y porque la figura del padre sería imposible simplificarla o generalizar sobre ella.
Todos los padres no son iguales. Cada uno es padre cómo decide ser, cómo le dejan ser, cómo puede ser….
No hay que irse muy lejos para ver los diferentes roles que juegan los padres en las familias o con sus hijos e hijas. Es complicado definir el rol que juegan los padres por culturas o países pues generalmente los roles de padres también están muy determinados por los niveles de pobreza y el nivel de desarrollo de los países y de las sociedades.
Hay padres que se desentienden de sus hijos y padres que se desviven por sus hijos. Como el mío. Porque, como siempre digo, soy una chica con suerte y tener un padre como el que tengo que reafirma aún mas en decirlo a los cuatro vientos. Mi padre cumple el rol de padre protector, cuidadoso y cercano. Esa figura del padre que también las hay. Ese padre que siempre está ahí.
Ese padre al que no pararía de besarle. De hecho al mío le beso de muchas maneras. Le beso con muchos gestos, con miradas, con palabras, con discusiones, con distancia, con cercanía y con amor, mucho amor. Me pasaría la vida entera besándole.
Mi padre me protege, me cuida y me ayuda a comerme el mundo. Y lo bonito de todo esto es que me sigue haciendo sentir esa niña que fui y que con él, siempre soy… ¡porque mi papá me mima!
¡Feliz día del Padre!
La semana que viene… ¡más!
Quienes me conocen personalmente sabes que tengo la suerte de tener un padre estupendo, entregado, un padre 10, un padre que me cuida, vela por mi, me da cariño, me atiende, me da fuerza, seguridad y me protege. Un padre que hace mi vida más fácil cada día y cada minuto. Un padre que nunca ha supuesto una carga para mi y que no me ha dado ningún problema. Una persona maravillosa e imprescindible en mi vida y gracias a la cual mi vida es mucho mejor sin duda alguna.