Los síntomas desvelan patologías, alteraciones o anomalías; y ayudan a encontrar sus causas y soluciones. Son un indicio de que algo está ocurriendo.
Las colas para acceder al Padrón (y no sólo a esa oficina) del Ayuntamiento de Valencia se extienden, cada vez más, junto al propio edificio consistorial, hasta el punto de rodearlo a diario por sufridos vecinos que esperan tres horas o más, haga frío, calor, llueva o truene. Eso quienes pueden disponer de ese tiempo dejando su horarios laborales o sus comercios como autónomos.
Muchos llevan -llevamos- tiempo denunciándolo. Y proponiendo soluciones sistemáticamente rechazadas (la última hace una semana, sin ir más lejos) por el equipo -es un decir- de (mal)gobierno de Ribó, Compromís y PSPV-PSOE, ahora ya en conflicto permanente ante la inminencia de las elecciones.
¿Ha mejorado este gobierno municipal la situación, eliminando o reduciendo las colas y el colapso? Rotundamente no: han ido a más. Pásense cualquier día por Periodista Azzati para comprobarlo.
Se ha tardado más de lo legal y razonablemente exigible en suprimir la exigencia imperativa de cita previa. Pero, a pesar del tiempo extra de que han dispuesto, y que era seguro que, en cuanto así se acordara, aumentaría el número de personas que acudirían al servicio al que antes no podían por no conseguir aquella cita, el (des)gobierno mundial no ha tomado las medidas necesarias para hacer frente a un colapso previsible y evitable.
El problema se agrava porque los tiempos son también desesperantes, cuando los trámites se hacen por vía telemática. Y hay que recordar que el padrón está considerado un servicio esencial, por ser sus certificaciones necesarias para muchas otras gestiones en un sinfín de materias, como solicitudes de ayudas, de plazas en centros docentes, de adscripciones a centros de salud, de atención social…
Para poder buscar las respuestas o soluciones, hay que saber hacerse las preguntas. Y la pregunta es: ¿Dónde está el problema? Naturalmente, no en el trabajo de los saturados empleados públicos, que bastante hacen con atender la avalancha como pueden, con los medios de que disponen.
La carencia, reconocida por escrito por el (minus)gobierno de Ribó-Compromís/PSPV-PSOE, pero sin resolver el problema, está en la falta de personal, que se fijó por ellos mismos, a preguntas del PP, en 25 personas. Ahora dicen que 34. Pero la realidad es que en los presupuestos de 2023 no dotado ni 34, ni 25, ni 15, ni 5, ni una sola plaza, para refuerzo a este servicio. Y eso cuando acumulan más de 300 millones de euros en bancos, en lugar de destinar una pequeña parte a resolver un via crucis como el que padecen a diario los valencianos ante el Padrón.
Y como único remedio se pide a los vecinos, calma y paciencia. Cuando lo que hay que ofrecerles son soluciones y ciencia. Empezando por darse cuenta de los síntomas, acertar en el diagnóstico y actuar. Con celeridad y eficacia, porque el tiempo no espera; ni los plazos, que sí corren para los ciudadanos que necesitan estas certificaciones, tampoco.
Así que, lo vamos a volver a decir, pero sobre todo, lo vamos a hacer, con María José Catalá como la alcaldesa a partir de mayo de este mismo año: aplicar un Plan de Choque y Urgente que refuerce el personal del Padrón; descentralice el servicio: habilite las Juntas Municipales de Distrito para realizar allí estos trámites -comenzando por las más alejadas del centro de la ciudad-; y ponga en marcha Oficinas Móviles para atender puntos de congestión. En definitiva: afrontar de una vez una anomalía respecto a trámites que deberían ser, por ordinarios y esenciales, ágiles y fáciles.
Las colas que rodean el Ayuntamiento de Valencia son un síntoma de la ineficacia, y decadencia, del (no)gobierno de Ribó-Compromis y PSPV-PSOE. Un claro indicio de su impericia y su desidia. Ante los ciudadanos a los que deben utilidad, acierto y, desde luego, respeto. Un respeto difícilmente compatible con las colas a la intemperie, y los retrasos, a los que nos abocan con una gestión manifiestamente mejorable, cuando son claros los motivos y los remedios.
Pero además de síntoma, las colas son una evidencia: cierta, clara y patente. Evidencia de una pésima gestión, enzarzada en rifirrafes internos y ocurrencias innecesarias, pero alejada de los ciudadanos y las soluciones, que se necesitan, ya, en éste y muchos otros servicios o necesidades.
Basta ya de palabrería y discursos maniqueos. Como dirían los romanos, "facta, no verba", hechos no palabras. Porque, y esto ya lo describió Góngora con acierto, "las palabras (son) cera; las obras, acero". Pues eso. A actuar.