VALÈNCIA (EFE). Toni Cantó (Valencia, 1965) se apretaba en el 600 de su padre para viajar hasta sus "larguísimos" veranos de Las Playetas, en Oropesa del Mar, o de El Perellonet, cerca de su ciudad natal.
Al llegar, las familias se repartían en varias casas y frecuentemente se reunían para comer en la de los abuelos. Era fácil que se juntaran más de 20 personas.
Una mesa estaba reservada para los pequeños, y era una mesa hostil, porque en cuanto llegaba la cacerola con los mejillones, si no estabas atento, te quedabas sin probarlos.
El diputado de Ciudadanos experimentó entonces que su verano empezaba y acababa en el cristal del 600.
Empezaba con la cara de alegría que ponía en la ventana del coche nada más llegar y terminaba con la cara llorosa que se le ponía, pegado a la ventana, cuando había que volver.
Veranos que buceaban para darle "tesoros" que aún conserva y que estiraban los días en la playa para que pintara piedras con paisajes de su imaginación; luego, le regalaron una caña de pescar y los días se estiraron más.
Al fin y al cabo, como asegura Cantó, el "paraíso" está en aquellos veranos.