LA VALÈNCIA QUE NO

El peor bar del Carmen

Ups, I did it again.

| 27/05/2022 | 3 min, 41 seg

No es que me haya pasado el juego de la gastronomía y no me queden temas sobre los que escribir, es que en esta época del año, en estos días largos como un sifonóforo —un bicho depredador y urticante que habita en los arrecifes de Coral. Como una procesionaria pero en marino y cnidario. O sea simple y desagradable a la vista— no dejo que la casa se me caiga encima —cosa que tras las goteras de la trágica semana sin sol en València, es más que probable—. Voy a bares. Lloro en bares. Contesto a emails de trabajo en horas impertinentes en bares. En esos bares, que son los peores y los mejores para llorar, me riñen por estar con el móvil en vez de en el presente.

El presente se nos escurre y lo empapa todo, como el aceite que impregna el horizonte de sucesos de este bar, que por los comentarios en una célebre y poco fiable plataforma de evaluación de restaurantes, es el peor del histórico y gentrificado barrio del Carmen.   

Una tocaya mía, desde la Pobla de Vallbona, titula su reseña con un directo: “El peor bar y trato”. Más amable es la reseña que dice “La coca cola no estaba mal”. 

El resto sí. 

Como Coca-Cola no bebo, pedí cerveza. Anoté lo siguiente en mi cuaderno sin tapas  —las tapas las usé hace unas semanas para hacerle un gorro de cumpleaños a mi perro deprimido. Era su fiesta y si quería podía llorar, y morder otro arnés hasta reducirlo a un tejido en descomposición, a una relación rota, dependiente, de colores estridentes—:

En el paso del congelado al frito se da una suerte de sublimación que convierte las bravas en gas. Como cuando de un incipiente amor se pasa al drama, sin haber atravesado ese estado templado que es el confort de la rutina antes de que se vuelva aburrimiento. (Nota: no volver a pedir calamares fuera de las cinco barras de confianza). 

No sé si es el peor bar del Carmen, pero tiene la peor clientela. En la mesa de al lado, un tipo toca la guitarra (mal) y otro canta (fatal). Intentan reproducir eso de “Te voy a escribir la canción más bonita del mundo” o sea, La Playa de La Oreja de Van Gogh y mira no. Los usuarios de una mesa colindante hacen aspavientos. Van Gogh se hubiera cortado la otra oreja. 

Fin de las notas. 

Un cerco de grasa en mi cuaderno como souvenir. 

El brillo de tus labios, amiga, no es glitter, es el recuerdo de una freidora sin limpiar. 

“Los camareros son bastante antipáticos no me he sentido cuidada , no sabían contestarme a las preguntas que les hacía en tema de las leches por ejemplo”. Las leches es el menor de los problemas de este, el peor bar del Carmen. Mi cerveza sabía a fondo de nevera

Lo bueno de haber ido al peor bar del Carmen es que su fuerza centrífuga nos empujó al bar del Carmen con la mejor camarera: una ravera atemporal que se estaba abriendo camino en el angosto mundo de los monólogos. 

¿Conocéis la historia de los spaghetti alla puttanesca? Al menos, la historia que rula por la tradición oral gastronómica. Dicen algunos expertos sin nombre que este plato de pasta que lleva láminas de ajo fritas, peperoncino y anchoas, además de trozos de tomate y alcaparras, era servido por las prostitutas de Nápoles a sus clientes. La preparación, además de rápida, lleva tal cantidad de sodio que incita a beber. Y el consumo de alcohol es dinero y bueno, la justificación que se buscaban los puteros. 

Si tengo otro perro le llamaré Sodio y será la dueña de perros más repelente del Carmen. Eso me han dicho. 


Todo esto para decir que camarera, que de marketing sabía un rato, tiene el mezcladillo de cacaos con más sal, picante y glutamato del barrio. Y claro, ‘venga otra, que mañana es lunes’. 

Cinco sobre cinco en Cacao Affinity

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