VALENCIA. La llegada de los grandes supermercados ha hecho que la mayoría de los españoles no optemos por la compra de proximidad. No solo por seguir la corriente de los productos ecológicos que aborda a la mayoría de los que consumen este producto, sino la curiosidad de conocer a quién cultiva y el cambio de sabores que aportan estas hortalizas y frutas a las elaboraciones. Una cesta de productos de la tierra, y además aderezado de un aire festivo, se conjuga en la Waycolmena, el primer mercado ‘colmena’ de la red de ‘La Colmena dice que sí’ puesto en marcha en Valencia y que ya ha cumplido un año de funcionamiento en el coworking de Wayco.
José Vicente Rocasolano, de profesión informático pero con gusto por la cocina y el producto de cercanía, se encontró con el proyecto en una reunión de Ouishare Valencia en Wayco a finales del año pasado y vio la opción de intraemprender dentro de la plataforma francesa que en España está coordinada por Justine Cataccin. Un modelo validado en otros países con un espíritu que evoca a las abejas, a su forma de organizarse en colmenas, en agrupaciones. 'La Colmena que dice sí’ es un exitoso modelo de comunidades de consumidores que se agrupan para comprar alimentos de proximidad ecológicos a los productores locales.
Este movimiento, que nació en 2014 en este país, se une en una plataforma online en la que se van añadiendo puntos de encuentro. "Está formada por colmenas, que generan una nueva alternativa de consumo en el barrio", explica Cataccin. Cualquier persona puede decidir organizar una colmena en su barrio y es la encargada de encontrar a productores y consumidores. En Valencia existen cinco colmenas que se reúnen una vez a la semana y que están abiertas durante dos horas para recoger la compra. Los consumidores pueden apuntarse a un máximo de tres colmenas a las que ir a comprar y deben de realizar el pedido por Internet antes de que llegue el día de recogida.
En la página de 'La colmena que dice sí' se puede entrar en cada colmena formada y ver dentro los productores y productos que hay y que van desde fruta, verdura, pan, queso, carne a cerveza, entre otros. Nunca habrán dos que produzcan lo mismo porque está pensado para que no compitan entre ellos y establezcan un precio justo. En esta se podrán seleccionar los productos que se quieren comprar para que los agricultores puedan llevar el género, además de ver el coste.
La colmena tiene un manifiesto que garantiza que los productos son respetables con el medio ambiente, no tienen fitosanitarios o son slow food, entre otras directrices. Dentro de este marco, Rocasolano reconoce que hace un año no era tan fácil encontrar productores con este perfil como ahora, además de que la gente conoce más esta filosofía aunque la fórmula de compra que proponen, donde se unen la compra online y el recoger en el espacio una vez por semana aún no entra en la mente de todo el mundo.
“Se trata de enseñar esta nueva forma de consumir, que es mucho más beneficiosa si sabes aprovecharla, porque planificas con anterioridad lo que vas a comer la semana siguiente”, explica. Y es que esta fórmula permite ser consciente de lo que se va a consumir durante la semana. “Sin embargo, por los tiempo de crisis que se han vivido, aún se vive en la compra del día a día”, lamenta. Los agricultores son de proximidad local, por lo que el radio máximo es de 250 kilómetros, aunque la mayoría están por zona centro y por las afueras de Valencia como Alboraya, Alaquas, Picassent o Massanassa.
Sobre qué comprar, es posible adquirir verdura y fruta, desde productos sueltos a cajas cerradas, pero también legumbres, aceites, mieles, almendras, nueces, vino o cerveza artesana, aunque también productos elaborados como patés o postres veganos realizados con leche de almendra, arroz o avena. Uno de los agricultores que participa, Carlos Martínez, de la empresa L’Horta a la Porta, asegura que cuando conoció el proyecto le gustó mucho. “De una forma sencilla, nos hace tener salida para nuestro producto y tenemos la posibilidad de ver al cliente y que nos de feedback sobre cómo está el producto”, explica este agricultor, que tiene 1, 7 hectáreas con campos en Náquera y Bétera.
Reconoce que en España todavía no ha entrado la fiebre por lo ecológico y recuerda que en Francia hay más de 700 colmenas. En una semana normal puede vender por valor de 100-140 euros y explica que los clientes que suelen ser recurrentes pasan por comprar una gran cantidad de producto mientras que quienes piden poco no suelen pasar de los dos o tres pedidos. Le gusta la colmena porque le reporta tranquilidad y es un sitio ameno donde interactuar con sus clientes.
El tipo de venta que hace habitualmente es a través de Internet, y aunque distribuye en tiendas el 70% es a particulares. Sobre el tipo de perfil que tienen agricultores como él, que venden ecológico y por internet, reconoce que es una excepción. “Si te digo la verdad, los compañaremos que tengo agricultores son casi todos ingenieros agrónomos o licenciados en Biología que saben sacarse las castañas del fuego”, explica. No venden en cooperativas, no exportan y tienen ética. Por ejemplo, Carlos vender a 1,50 la lechuga cuando a los agricultores del campo se la cobran a 15 céntimos. No obstante, recnoce que tiene muchos gastos que no tienen los que venden a intermediarios, como el reparto.
Héctor Molina, agricultor que participó en el aniversario de la Waycolmena, explica que vio viabilidad al proyecto desde el principio y que es necesario volver a estar cerca de los productores. Explica que un pequeño porcentaje compra por el sabor del alimento, un porcentaje bastante alto por salud al haber cada vez más productos refinados y otros por la acción social. “Estamos perdiendo bastante por nuestro origen”, destaca. “Es importante el que podamos ponerle a un tomate un nombre y apellido de alguien que ha estado seis meses cultivándolo. Al final, habíamos perdido esa importancia que tenía el alimento”.
Lorena Pumariño, consumidora habitual en la Waycolmena, explica que ella busca la proximidad. Reconoce que no compra todas las semanas, pero sí opta por hacer pedidos más grandes y que duren un poco más. “Yo suelo comprar verduras, pate vegetales, yogures de verdura y ahora también van a introducir quesos”, destaca. Uno de los valores que más resalta es interactuar al ser primigenio. “Es una idea muy buena y se retoma el contacto con la tierra y con la soberanía de la tierra”, apunta.
El 21 de septiembre de 2011 la primera colmena abrió sus puertas como un mercadillo entre vecinos cerca de Toulouse. Unos días más tarde, otra Colmena abrió en Paris. Hoy, la red francesa y belga cuenta ya con cerca de 450 colmenas, 2.500 productores y 60 000 miembros activos. Actualmente, existen 41 colmenas abiertas en toda España. Los impulsores de estos espacios se encargan de comunicar en su barrio esta alternativa y por ello cobran un 8,35% de las ventas que realizan los productores por el trabajo realizado y para que tenga sostenibilidad el proyecto.
Otro 8,35% va dirigido a 'La Colmena dice que sí' para mantener la plataforma, además de que ayudan a los creadores a buscar productores y a darle las herramientas. "Se trata de una forma de consumir diferentes", destaca Justine. Además, para que sea rentable para los productores, les aseguran un mínimo de compra por parte de los consumidores. "Queríamos devolver el poder de decisión al productor y que cobraran un precio justo por su trabajo". Para los consumidores, registrarse en la colmena no supone ningún compromiso. Tan solo recibe en qué momento se abre la opción de empezar las compras y ver los productos disponibles y a partir de ahí todo un ritual.