madrid gastronómico

El restaurante de A'Barra


Es innegable que la posibilidad de mantener un restaurante de altas prestaciones culinarias, así como decorativas y a la vez de servicio, se está limitando a los establecidos en los grandes núcleos de población, en aquellas geografías en que los negocios o las celebraciones aun pueden gozar de las satisfacciones que procura una solvente economía.

| 28/10/2016 | 2 min, 50 seg

Sin duda en nuestro entorno gozamos de algunos privilegiados establecimientos para dar rienda suelta a nuestra afición culinaria, y es reconocido por doquier que las cualidades de nuestros cocineros compiten  -y aun superan- a aquellas que se generan en los lujosos espacios al principio señalados.

Pero los restaurantes de calidad en nuestro territorio están limitados, de forma significativa, a aquellos locales que cultivan la llamada cocina de autor -también llamados restaurantes gastronómicos- y basta con comprobar las guías o acudir a nuestra memoria para constatar que es muy raro en nuestras latitudes encontrar un restaurante señero cuyo propietario no sea el cocinero o el jefe de sala; en todo caso un profesional directo de las artes culinarias. Esta circunstancia, en general positiva por multitud de motivos, como la coherencia de los menús y la sostenida calidad de cada uno de los platos, impide sin embargo la visita repetida a los mismos precisamente por las mismas razones, de forma fundamental porque las especialidades de cada uno de ellos suelen permanecer largas temporadas en su carta, y la visita frecuente las convierte en monótonas.

Como decíamos esto sucede en nuestro entorno y en todos lo que a nuestro alrededor se le asemejan; sin embargo en las principales ciudades del país –véase Madrid y Barcelona- aún existen empresarios que consideran un razonable negocio dar de comer al local y al visitante, para lo cual construyen un equipo y una concepción de cada menú que se sujeta a los intereses económicos y a los compromisos de lugar y tiempo de los clientes. Grandes instalaciones –y lujosas-, magníficos profesionales y una forma de comer que se sitúa entre el clasicismo de los dos platos y postre y una versión limitada del cada vez más en desuso menú largo y estrecho. Cocina más ecléctica que la de autor, pero también más fácil en su consumo.

En el recién inaugurado A`Barra, en Madrid, se cumplen todos los preceptos necesarios para la visita continuada de quienes puedan pagarlo. La carta consta de un menú a precio fijo compuesto por una serie de entrantes sabrosos y lucidores, a los que sigue el plato principal, que a su vez puede dividirse. Por ejemplo: un aperitivo de hongos, otro con una patata que llaman de matanza. Un foie gras en gofre, un ravioli relleno de txangurro, una lubina y presa a la brasa. De postre una crema de castañas y un diferente –y añorante- pan con chocolate. Como señalábamos productos sabrosos, bien aderezados, mejor presentados y en unas cantidades compatibles con el trabajo vespertino.

Como alternativa a esta concepción del menú, los clásicos entrantes y el plato principal, ajustándose al mercado diario y a las concepciones más sólidas de la culinaria tradicional. Y como también era de esperar magnífico servicio y bodega.

A´Barra
Calle del Pinar, 15.
Madrid.
Tel: 910 21 00 21

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