Nuestra percepción de las notas y las melodías se puede emplear como un método para comprender mejor el sistema auditivo
MADRID (EP). Investigadores de la Universidad de Nueva York (NYU, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos, han identificado cómo se utilizan los ritmos cerebrales para procesar la música, un hallazgo que también muestra cómo nuestra percepción de las notas y las melodías se puede emplear como un método para comprender mejor el sistema auditivo.
El estudio, que se publica en Proceedings of the National Academy of Sciences, apunta a un nuevo papel que desempeñan las oscilaciones corticales del cerebro en la detección de secuencias musicales y sugiere que la formación musical puede mejorar el papel funcional de los ritmos cerebrales.
"Hemos aislado los ritmos del cerebro que responden a los ritmos de la música", explica el autor principal del estudio, Keith Doelling, de la Universidad de Nueva York. "En concreto, nuestros resultados muestran que la presencia de estos ritmos mejora nuestra percepción de la música y de los cambios de tono", afirma, agregando que la investigación encontró que los músicos tienen mecanismos oscilatorios más potentes que los que no son músicos.
"Lo que esto demuestra es que podemos ser entrenados, en efecto, para hacer un uso más eficiente de nuestros sistemas de detección auditiva", señala el coautor del estudio David Poeppel, profesor en el Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York y del Centro de Ciencias Neurológicas e investigador del Instituto Max Planck, en Frankfurt, Alemania. "Los músicos, a través de su experiencia, son simplemente mejores en este tipo de tratamiento", apostilla.
Investigaciones anteriores han demostrado que los ritmos cerebrales se sincronizan con mucha precisión con el habla. Sin embargo, no ha quedado claro qué papel juegan los ritmos cerebrales corticales, u oscilaciones, en el procesamiento de otros tipos de sonidos naturales y complejos, como la música.
Para abordar estas cuestiones, los investigadores realizaron tres experimentos en NYU utilizando magnetoencefalografía (MEG, por sus siglas en inglés), que permite realizar mediciones de pequeños campos magnéticos generados por la actividad cerebral. Se pidió a los sujetos del estudio que detectaran distorsiones de tonos cortos en ritmos de 13 segundos de piano de múscia clásica (de Bach, Beethoven, Brahms) que variaron en el tempo, desde media nota a ocho notas por segundo.
Los autores de la investigación dividieron a los sujetos participantes en músicos (aquellos con al menos seis años de formación musical y que actualmente practican música) y no músicos (los que tienen dos o menos años de formación musical y que están implicados en ella).
Para la música que es más rápida que una nota por segundo, ambos grupos, músicos y no músicos, mostraron oscilaciones corticales que se sincronizan con la velocidad de la nota de los ritmos; es decir, todo el mundo empleó con eficacia estas oscilaciones para procesar los sonidos que escucharon, aunque los cerebros de los músicos estaban más sincronizados con los ritmos musicales. Sin embargo, solamente los músicos mostraron oscilaciones que se sincronizan con ritmos inusualmente lentos.