Resulta malévolo o perverso utilizar el concepto de daños colaterales por las pérdidas humanas no intencionadas tras una refriega militar. Indecente cuando el láser apunta mal cobrándose vidas humanas. Siempre son los mismos, la población civil. Aunque este término se ha extendido a cualquier acción en cualquier ámbito de la sociedad. Todos en algún momento de la carrera de la vida somos daños colaterales. No hace falta disparar un arma. Desde la intervención por parte de aquellos obedientes gerifaltes de falsa brillantina que atendían las órdenes de una dictadura militar bilbando los árboles en lo que hoy engloba el Parque Natural de L' Albufera, muchos han sido los daños ocasionados en El Saler. Una larga lista de desacatos, podría enumerarlos, pero me olvidaría de alguno. Habría que hacer antes un receso refrescando la memoria a los valencianos teniendo que pasar por el aro con la Corona para que L' Albufera pasará a ser de nuestro patrimonio. Pagamos un alto peaje a la Monarquía Española, si no recuerdo mal, un millón de las antiguas pesetas. Lo recalco por tal vasallaje y servidumbre que se tiene a la realeza española, sin pararnos a cuestionar, si es necesaria hoy en una España moderna.
Dando un salto en el tiempo y situándonos en aquel famoso modo en que la aristocracia madrileña vio en El Saler la panacea de un puerto deportivo y un resort confortable para disfrutar del baño los que no tenían playa, múltiples han sido las aberraciones y abusos cometidos en el entorno. Hasta el propio Ramón Mendoza disponía de una cuadra en el fugaz y desaparecido hipódromo construido como sucursal del deportivo centro hípico madrileño. En aquel tiempo la sociedad valenciana respondió con contundencia en el túnel del tiempo de una dictadura para frenar aquel expolio que se estaba cometiendo a menos de 15 kilómetros de la ciudad, en la zona sur de la costa valenciana. Aquella revuelta la lideró el movimiento vecinal “El Saler per al Poble”. Gracias a la oposición de estos irreductibles vecinos, el desastre pudo ser mayor del que fue. Tirando de hemeroteca, los propios pescadores de muchos de los puertos que beben de L' Albufera, criticaron con dureza los vertidos de industrias próximas o la construcción de apartamentos que se levantaban en la cercanía del lago. Hasta aquí un pequeño resumen de los desencuentros en el siglo pasado de los valencianos con L' Albufera.
En la actualidad la CV-500, antigua carretera Nazaret-Oliva, cruza el Parque Natural de L' Albufera, bautizada por un servidor como” La ruta del 25”. Sin ser la obra de El Escorial, desde que entraron a gobernar hace cinco años los que defienden el valencianismo diverso, la CV-500 sufre una intervención severa para reducir los altos níveles de contaminación del Parque. El mayor perjudicado, el automóvil que la circula. Para muchos, dichas obras han generado incomprensión, para otros una especie de ajuste de cuentas con el pasado. No me prodigo mucho en asumir como correctos los tópicos. Por poner dos claros ejemplos, los conservadores cuando llegan al poder suelen hacer recortes en la economía social y las izquierdas, con cierto tinte verde, suelen defender mediante ajustes las causas medioambientales. Y no creo en eso de los tópicos, precisamente por la poca comprensión que están teniendo los que supuestamente creen en la España de los pueblos, con acento local, la València de los pueblos, más que nada porque esos propios pueblos, los del Sud, cada día comprenden menos las acciones sobre la CV-500, sintiéndose gravemente perjudicados por la ralentización del tráfico.
Estas poblaciones dependientes de València viven hoy en día del turismo. Dan de comer a miles de personas que cada fin de semana visitan El Palmar o El Perellonet, o valencianos que en su día adquirieron una segunda residencia para disfrutar de sus vacaciones, o simplemente personas que deciden ir a pasar un día a la playa, no pueden convertirse en simples costaleros viviendo gran parte del tiempo del trayecto detenidos en el coche por las grandes colas que han generado las modificaciones. Dicho tiempo perdido genera un constante cabreo por parte de los conductores y sus familias. De todas las acciones, una de las que me produce mayor estupor es el famoso semáforo instalado una vez finalizas la “autopista” a la altura del puerto de El Saler. En el Perellonet ocurre ídem de lo mismo y por responsabilidad no lo han reivindicado. La instalación de dicho regulador del tráfico fue en cierta medida proyectada para la conexión de dicha localidad con su puerto. La pedanía estaba ya conectada a través de una pasarela, mitad de la cual sigue en pie. Como el bueno de Juan Lagardera escribió un día con sus punzantes reflexiones, la obras provisionales que vienen a València, vienen para quedarse.
Espero que los responsables de la Conselleria tengan al menos el buen hacer de retirar la pasarela o de reconstruirla. Rectifiquen. Con todos mis respetos la nueva ubicación del semáforo era innecesaria. Y, si se hizo con la finalidad de frenar o reducir la contaminación acústica generada por la gran cantidad de vehículos al paso se podían haber obrado otras alternativas, que las hay. En los últimos días las actuaciones no han cesado, un poco más endavant, a la altura del mirador de L' Albufera, se han cementando pequeños bordillos separando de los carriles de ida y vuelta para evitar accidentes. Y me pregunto, ¿no era más lógico haber construido o ampliado la plazas de parking? Un sábado por la tarde dicho lugar parece más una pista de autos de coche de la feria que una carretera de una ciudad moderna. Al final de toda esta faraónica obra que no cesa, uno piensa en todos, las aves, las dunas, el Parque, los bañistas, los vecinos, los residentes, los lugareños, los empresarios de la hostelería y un largo etc... que acaban siendo los propios daños colaterales de un difícil entorno de gestionar. No olvidemos señores de los Pueblos, que no podemos dejar morir a los Pobles, los del Sud ¡Próximamente, La que se avecina en El Saler!