La cinta de Marc Vigil retrata todas las postales de la ciudad, desde la Albufera hasta los bloques portuarios
VALÈNCIA. En España, el cine de género, el thiller o las tramas noir, gozan de una larga y excelente tradición, con nombres tan destacados como Enrique Urbizu, Daniel Calparsoro, Daniel Monzón y tantos otros. Marc Vigil es uno de los pocos nombres que han trascendido del mundo de las teleseries nacionales, a las que se les suele atender más como fenómeno que como creación artística de alguien. Vigil, responsable de dirigir episodios para El ministerio del tiempo, Águila Roja o Malaka, ha querido dar salto de un mundo a otro. Y a pesar de todo lo que se pueda pensar, no ha sido un mal salto.
El silencio del pantano (preestrenada ayer en Kinepolis Paterna, en el marco del Festival de Cine de Paterna Antonio Ferrandis), a pesar de sonar poco en las dos presentaciones que había tenido anteriormente -Sevilla y Busan-, aguanta el tipo en un país en el que cualquier película de género no vale. El film es en realidad una adaptación de la novela homónima de Juanjo Braulio, en la que un escritor lleva una una doble vida como atroz asesino, una vida que se complicará cuando su objetivo es un exconseller involucrado en una trama de corrupción y una red de narcotráfico. La cinta está protagonizada por el tándem Pedro Alonso y Nacho Fresneda, dos nombres también muy ligados al mundo de la televisión. Ellos llevan la práctica totalidad de la tensión narrativa, aunque de maneras totalmente diferente, mientras el protagonista responde al arquetipo de Dexter (otra serie), el personaje que interpreta Fresneda es mucho más tosco y a él están ligadas las escenas más violentas.
Cuando hablamos de violencia en El silencio del pantano, en realidad hablamos de explícita violencia. Piedras reventando caras, disparos a bocajarro y cortes casi mortales. La cámara lo recoge todo, algo que el director asume como una influencia del cine coreano. También habla de Hitchcock, del que toma como referencia "presentar todas las amenazas de manera trasparente para que la tensión funcione sola". La película se puede apuntar el tanto de que, a pesar de que las interpretaciones secundarias no son brillantes, ni mucho menos, el guion y la trama va discurriendo sin grandes estridencias, a pesar de retratar un mundo como es el de la corrupción y el narcotráfico.
Los planos de Vigil se adaptan perfectamente al Cinemascope, y la tensión narrativa no abusa de un ritmo frenético de planos instantáneos. Todo lo contrario, los planos son amplios y largos. Con todo esto, el realizador ha armado una película, que como él mismo dice, "se ha inspirado en un cine que he mamado desde pequeño y que no tiene una reflexión muy profunda, sino que busca entretener, que tiene valor por el mismo hecho de ser cine". El silencio del pantano es una película libre de pretensiones, un duelo entre dos mundos presentado de una manera ordenada, entendible y entretenida. Tres características que, a pesar de sonar a perogrulllada, no cumplen otros muchos films.
En un plano más superficial, El silencio del pantano tendrá un valor añadido en València, la ciudad en la que se ambienta y se ha rodado prácticamente en su totalidad. Ya hemos escuchado varias veces aquello de "la Albufera es un personaje más" en varias producciones reciente. Sin embargo, en El silencio del pantano hay una localización que destaca sobre el resto: el barrio del Cabanyal en general y los bloques portuarios en particular. La partes más deprimidas de Poblats Marítims sirven como escenario natural para ese submundo del narcotráfico. Los bloques portuarios de El silencio del pantano acaban siendo una analogía castiza a los bloques de The Wire (y otra serie).
La película recoge todas las postales de València, desde la Ciudad de las Artes y las Ciencias, hasta el Palau de la Generalitat, pasando por la propia Albufera o el campus de Taronjers. El rodaje se alargó durante cinco semanas en más de 50 localizaciones de la ciudad, algo que no se había visto en un producción de este presupuesto hasta ahora. Todas las postales caben. En este sentido, Marc Vigil dice que "todo fueron facilidades y las familias del Cabanyal, a pesar de estar cambiando su rutina, cedieron y dejaron entrar las cámaras hasta a sus casas".
Durante la película no se velan referencias a instituciones o problemas de la ciudad, desde la trama corrupta en la que se ve involucrado el exconseller (se hace mención explícita a la Fórmula 1 o la Copa América), hasta la presentación del libro del protagonista, que sucede dentro del marco del festival Valencia Negra. Es curioso, porque esta película no ha llegado a la ciudad gracias a una subvención pública o una ayuda de À Punt. La producción no ha recibido ayuda ni de la radiotelevisión pública ni de la Generalitat, algo que normalmente "impulsa" a productoras nacionales a rodar aquí, insertar el nombre de València en un par de líneas y enseñar la ciudad: "En El silencio del pantano hemos visto de una manera natural tratar así a València, también porque creemos que lo que pasa en la ciudad (corrupción, narcotráfico, crímenes) puede ocurrir en cualquier parte del mundo. La Comunitat Valenciana no es más corrupta que ninguna otra, no es ejemplo de nada, y por eso se puede identificar con todos".