VALENCIA. La leyenda imborrable escrita junto La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968), película que crearía por sí sola el género y la identidad zombi y que marcaría algunos patrones todavía vigentes para el thriller y el cine de terror, se filmó en blanco y negro. La película de 35mm empleada utilizaba esta solución fotoquímica porque Romero y sus colegas (John A. Russo, Russell Streiner y Karl Hardman) eran conscientes de que iban a lograr mejores soluciones visuales a partir de las texturas del blanco y negro que tratando de meter el miedo en el cuerpo a base de color.
De hecho, los estudios y relatos escritos en cuanto al rodaje de la película a menudo dan detalles de que la pintura que cubría algunas casas o mobiliario era ridícula, como ridícula era la sangre de color marrón que no era otra cosa que sirope de chocolate. Sin embargo, todo aquello, visualizado en el blanco y negro de la época, con una narración, ritmo, uso de la luz y crudeza visual inaudita, instauró antes de los años 70 las bases de incontables millones de dólares de producción hasta la fecha.
El blanco y negro es una de las más impactantes virtudes de La gruta (Le gouffre, Vicent Le Port – 2015), película que participa en la Sección Oficial de la IX edición de La Cabina. El festival internacional de mediometrajes de Valencia, único en el mundo, atrae desde hace años piezas de una calidad que cuesta imaginar cuál sería su estadio en el panorama de la exhibición internacional si, como en este caso, el metraje de la cinta no se quedara en los 52 minutos. Por que La gruta es una joya contenida del cine de terror, que hace un uso genial de la iluminación, de la dirección de unos actores que –como explicó su director en la presentación de la misma este martes- no son profesionales, pero también en aspectos tan sobresalientes como su diseño de sonido.
Le Port da rienda suelta a la magia tétrica de un escenario que conoce en profundidad: la Bretaña francesa. El entorno y la mesura exacta tanto en el metraje como en las líneas de guión y los recursos de planificación elevan su historia a otro nivel. Esta cuenta como en los últimos días del verano, una joven se dispone a abandonar el camping donde ha echado una mano a su tío. Antes de que pueda marcharse a seguir dando patadas por el mundo, sin más oficio que el de seguir asombrándose del mundo, la visita de una familia con una niña sorda desencadenará un breve thriller que resucitará los diablos y leyendas negras de una zona gélidamente tranquila.
La historia, paradójicamente o no, está inspirada en dos textos de Roberto Bolaño y de Pío Baroja:
El nivel de la cinta hace presumir que, como ha sondeado este diario, opta a los premios en esta IX edición que continuará durante los próximos días hasta que el domingo se clausure con la entrega de sus reconocimientos. Este año ha coincidido que otro film en blanco y negro se ha adentrado en el género de terror dentro de las 25 películas que conforman la Sección Oficial de La Cabina. Esa otra cinta es Tres noches, que el pasado domingo presentaba también en la Sala Luis García Berlanga su director, José Antonio Fernández. Los 40 minutos de este film exploran el sentido más experimental del mediometraje, a menudo con impresiones próximas a los trabajos surrealistas de principios de siglo XX, en una narración mucho menos canónica que la de su compañera de género en la sección.
Las dos películas se podrán volver a ver en la gran pantalla de la Filmoteca. La francesa el próximo sábado 12 a las 20 horas; la española, también a las 20 horas pero este jueves 10 de noviembre.