Te levantas con un extraño regusto a mala hostia en la boca que no sabes de donde proviene. Repasas mentalmente si lo de ayer fueron tres dobles de cerveza o de cicuta con la fecha de consumo preferente pasada. En la excursión a la cocina, rezas para que en algún rincón de la nevera quede leche fresca con toda su lactosa y grasa. Pues no, mala suerte. Puedes escoger entre bebida de soja que comienza a fermentar, leche de mijo -la búsqueda de nuevos sabores en una herboristería, deporte de riesgo y de derroche- o nada. Ok. Será un café solo con lo que tengas sin moler de Right Side Coffee. Pues no tienes nada sin moler de Right Side Coffee. Por no tener, no tienes ni el paquete del Consum que te dio tu abuela junto a un plátano, una manzana asada, un bote de pisto, caldo de cocido y un táper que contiene algo sacado de una receta de la primera temporada de Torres en la Cocina.
En la búsqueda por la primera dosis de cafeína del día te planteas diseccionar unas cápsulas de Nespresso que regalaron con no sé qué revista de decoración que al menos tú, no compraste. Decides -en una manifiesta muestra de sensatez- bajar al bar de abajo a por un cortado. ¿Era regusto a mala hostia? Pues ahora es un sabor penetrante a cabreo + un torrefacto de brea, alquitrán y aguarrás. El cielo se ilumina, un brazo divino atraviesa con violencia los nubarrones grises. Te señala. Sí, a ti. Te concede el don santo de la ubicuidad. Puedes plantarte con tú avasallado paladar en estas cuatro salvadoras cafeterías de especialidad.
Retrogusto Coffeemates, las veteranas del distrito
En cuanto se enciende el día, Martina Requena y Paula Esquembre abren su cafetería en los puestos 169 y 170 del Mercado Central de València. Además de ser las más madrugadoras (de lunes a sábado, desde las 07:00), son las veteranas de la Ciutat Vella cafetera, abrieron Retrogusto en mayo del 2015, desde entonces han visto la progresión de la escena y la sucesión de aperturas: «Si abren más cafeterías es mejor para todos. A nivel cliente, hay más sitios a los que ir. Como profesional, es bueno porque se crea una escena y la gente comprende más fácilmente lo que es el café de especialidad. También es importante por otro aspecto: el de los hosteleros. A muchos les da miedo meterse porque parece que es complicado y muy caro. Formación, gasto en maquinaria, tiempo… pero al ver a otros se crea un sentimiento de “yo también puedo”, y se unen. Al final, es evolucionar el tema de café. No es una moda, es una evolución a mayor calidad».
¿Hay compañerismo entre los baristas locales? «Hay buen rollo, la verdad. No es que tengamos un sitio donde ir todos juntos a tomar cervezas (alerta oportunidad de negocio) pero sí que nos visitan o visitamos. No es mala la competencia, porque café tomas todos los días, e incluso varias veces al día. El café es universal».