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EL INTERIOR DE LAS COSAS / OPINIÓN

El paso veloz de alguna estrella

22/08/2022 - 

El pasado lunes por la mañana ayudaba a un querido amigo a colocar los 'rodabalcons' que presiden los balcones de Morella al paso de la vuelta general de las principales procesiones. Son lienzos blancos, blanquísimos, que se rematan con minuciosas y preciosas puntillas de ganchillo que forman ondas o picos en sus orillas y adornan majestuosamente los balcones morellanos. Ese día se celebraba la Mare de Déu d'Agost, la cita en la que casi todos los pueblos y ciudades de todos los territorios conmemoran la plena asunción del cuerpo y del alma de la Virgen María. Una fecha que provoca fiestas populares en los mapas de este país. En Morella es el día en que desfilan Els Peregrins i Les Peregrines, niñas y niños con indumentaria de peregrinos y que pronuncian poesías críticas con la actualidad local. Son Els Pelegrins de Sant Roc, el patrón de las quintas y quintos morellanos. Ayer, este conjunto tradicional, bello, volvió a recorrer las calles morellanas. La ciudad, inauguró sus fiestas el pasado viernes con el magnífico Pregó de Festes a cargo del estimado Jesús Sangüesa. El ya jubilado maestro de la Escola Infantil, habló de la importancia del diálogo, la convivencia, la solidaridad y la paz. La sensibilidad de Sangüesa nos emocionó y nos llevó a seguir reivindicando un mundo mejor. 

Hoy, domingo, Morella es un estallido de alegría y de fiesta. Ayer se montaron los curiosos cadafals de las fiestas. Los enormes troncos de madera, ligados con cuerdas gruesas, entre los pilares de Els Porxes, la plaça que preside el paso de la vida morellana. Jóvenes y mayores llenaron esta calle de barreras de protección para encierro y suelta de vaquillas. Las fiestas, tras tres años de suspensión por la maldita pandemia, han regresado con un pleno entusiasmo ciudadano. Mis tres pequeños nunca han vivido la semana grande morellana. Aimar mira con curiosidad las barreras que ha instalado el Ayuntamiento en las calles donde confluyen los espectáculos taurinos. Le digo que tengo mucho miedo a los toros y él me contesta, "jo, també", sin saber de qué se trata. Pura inocencia de un niño de tres años.

El insoportable calor está agobiando nuestra vida. En cualquier rincón de este pequeño país mediterráneo. Anómalo. Horroroso. Unas temperaturas que crispan el ambiente y las personas. Una nueva ola de calor, de las interminables olas de calor que sufrimos ininterrumpidamente desde finales del pasado mes de junio. Reventones térmicos que se cobraron la vida de un joven en Cullera, pequeños tsunamis en las playas andaluzas, huracanes de fuego en EEUU, gravísimos incendios en todo el planeta, vendavales que acojonaron el sábado 13 de agosto, como le pasó a mi tío Paco en Gavarda, en la Ribera Alta, donde el cielo se fundió en rojo y las fuertes e irrespirables rachas de viento parecían anunciar el fin del mundo.

Eleanor Ray.

Tras una cuantas desgracias y el desasosiego climatológico, se ha encadenado el fuego, el gran monstruo que ha devorado más de 20.000 hectáreas con el incendio forestal de Bejís, y más de 10.000, en la Vall d’Ebo. Desoladores y tristísimos. La voracidad y peligrosidad del brutal incendio de Bejís ha contado con la entrega titánica de las y los bomberos forestales que han estado en primera línea luchando contra la vorágine de las llamas y de los fuertes vientos, además de los consorcios provinciales de Castellón y Valencia, de los Bomberos de Castelló, y de la UME. Centenares de personas y medios aéreos han combatido este horroroso incendio. Ellas y ellos son nuestros héroes reales. Esas personas que se juegan la vida para salvar la naturaleza, los pueblos y sus habitantes.

Pero ya nada va a ser como antes. Hay un desgarro ciudadano que nos va a costar superar. Ha sido excesiva la brutalidad de este incendio. El legado de la tierra, de los bosques, de los pastos, de la vida rural que recibimos de nuestros padres, madres y abuelos se ha desvanecido en una semana. Una maldita semana conviviendo con el devastador fuego.

Las imágenes de las vecinas y vecinos de Bejís regresando a sus casas son estremecedoras. Demasiado. Hay quien lo ha perdido todo, su vivienda y sus cultivos, y la mayoría ha perdido los pastos para la ganadería y los enclaves del turismo rural, del senderismo y el disfrute de este patrimonio natural. Un desastre monumental. El impacto emocional es tremendo y la recuperación del hábitat natural precisará de muchas décadas. Ante estas catástrofes hay muchas preguntas que van a precisar urgentes respuestas.

Mustafa Mutlu. Ulu Orta.

Estamos viviendo la perversidad de un verano que debe servir para alertarnos. El cambio climático está provocando demasiadas modificaciones de la rutina de mares y montañas. Las previsiones son alarmantes. ¿Qué más nos espera?, ¿Por qué no remediar este devenir de catástrofes?

Calor sofocante, tórrido, asfixiante. Actualidad sofocante, tórrida, asfixiante. La vida transcurre peligrosamente. Hay una enorme preocupación ante la llegada del otoño. Estas vacaciones están siendo extrañas. El reencuentro con amigas, compañeros de trabajo, vecinas y vecinos, familia y toda la gente que queremos está siendo emotivo y entrañable, por el tiempo pasado de ausencias y lejanías en los sentimientos, por la necesidad de miles de abrazos.

Los graves problemas que nos acechan siguen aquí, mordiendo la esperanza. No hay país, ni ciudad, ni pueblo que escape de tanta incertidumbre y pesar. Desconocemos el desenlace final de tantos conflictos, pero nos tiemblan las entrañas. Deseamos que las luchas ciudadanas, que las políticas progresistas puedan restaurar cierta tranquilidad. Vivimos, ahora mismo, al límite del precipicio, cruzando los dedos para no caer de lleno en los abismos cruelmente anunciados. En la cruel realidad que se avecina.

Desde nuestros balcones vitales estamos observando, entre visillos, el transcurrir de una rutina triste, insolidaria y políticamente irritante desde la derecha y su ultraderecha. Las provocaciones, negacionismos y manipulaciones de la realidad, de la información, son gravísimas. Estamos inmersos en una situación de emergencia mundial. Sobran los exhibicionismos, provocaciones e irresponsabilidades.

Winifred Knigths.

Desde el cielo de Morella puede verse, alguna noche, alguna madrugada, el paso veloz de las estrellas, señalando el vertiginoso tiempo que habitamos. 

 Manuel Vázquez Montalbán incorporó en el magnífico libro 'Morella, Imagen y Palabra’, -con bellísimas imágenes de Julio Carbó, y que coordinó mi estimado y añorado Sergio Beser-, unos versos de Julián Andúgar.

Morella

¿Tantos balcones?

¿Qué miras?

¿Tus interiores?

Siempre me han enamorado los balcones de Morella. Por su belleza, sencillez, autenticidad, por ser uno de los elementos más importantes de la vida cotidiana. Y vuelves a reivindicar esta ciudad que amas, y a recordar que los escaparates y el exhibicionismo nada tienen que ver con ella. Porque está ciudad y sus balcones son la más sincera, humilde y colectiva mirada a la vida. Sin filtros. Como todos los balcones, como todas las ciudades, como todos sus habitantes.

 

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