El valenciano vuelve a Les Arts como ayudante de dirección de escena en el 'Così fan tutte' que abre la temporada del coliseo musical
VALÈNCIA. Emilio López vuelve al Palau de Les Arts. El valenciano conoce el coliseo como la palma de su mano. 14 años después de empezar como técnico, ahora ayuda a Silvia Costa en la escena de Così fan tutte, y dirige espectáculos en toda España. Culturplaza aprovecha su paso por València para hacerle varias preguntas sobre la profesión y sobre algunos debates culturales de la ciudad.
- ¿Cómo llega un aspirante y un estudiante de canto a ser director de escena?
- Mi profesora de conservatorio necesitaba figurantes para las primeras óperas del Palau. Nos escogieron a unos cuantos, y a partir de ahí, fueron saliendo oportunidades para ser regidor. Hubo una vez que un director de escena no ir a la reposición de una obra suya y me ofreció dirigirla a mí. Yo dije inconscientemente que sí, me picó el gusanillo y pidiendo estar de ayudante de dirección, empecé a hacer carrera. En España no hay una carrera de dirección de escena dedicado a la lírica, a diferencia de otros países, así que mi aprendizaje fue a la vieja usanza: de maestro a aprendiz.
- Madame Butterfly es un punto de inflexión: vuelves al lugar en el que empezaste, pero de dirigiendo una ópera para la Sala Principal...
- Eso fue una locura y una aventura. Me lo pasé genial y estuvo muy bien porque me sentía como en casa. Todo el mundo te apoyaba y te daba opiniones. Una de las diferencias de otros teatros y el Palau es que aquí todo el personal hace lo posible por ayudarte a sacar adelante la función. Fue un hito además, porque era el director de escena más joven que había pasado por la Sala Principal y el primer valenciano.
- Siempre que "debuta" o "participa" un valenciano o valenciana en Les Arts se vive como un acontecimiento. ¿Crees que falta formación para que haya más personas que puedan participar en la programación o que sí hay gente y lo que faltan son las oportunidades?
- Te cuento antes un hecho: de las dos veces que he venido a dirigir un espectáculo al Palau de Les Arts, en ningún momento vino ningún político a verlo. Otra veces sí han querido venir, pero en Madame Butterfly y La Malquerida (en esta segunda también participaba la actriz Sandra Ferrández) no.
Creo que en la Comunitat Valenciana no tiene una falta de formación, sino que hay una carencia de programación lírica. No se puede meter toda la presión a Les Arts sobre este género y que tengan que ser los únicos que den oportunidades a la gente valenciana. Hace falta más lírica en todas las provincias y proyectos que no hace falta que tengan, ni mucho menos, la dimensión de Les Arts. Si hubiera más oferta, habría esas oportunidades por las que me preguntabas. Y esta carencia es extrapolable también al resto de España.
- Esta crisis ha puesto de relieve la precariedad y la fragilidad de los trabajadores y trabajadoras técnicas, puestos en los que te formaste. ¿Es el momento para aprender a valorarlos? ¿De qué manera?
- En Francia o Bélgica, hay diferentes mecanismos para reconocer a los trabajadores intermitentes del mundo de la cultura, ya sean los cantantes de la ópera nacional o la persona que monta un bolo en su pueblo. El Estado te retiene más para que, cuando no estés trabajando, puedas seguir recibiendo una ayuda al mes. En España eso es impensable, y además, hay muchísima contratación en B. Se ha visto ahora, pero la gente de la cultura lo lleva sufriendo desde siempre, igual como las trabajadoras de la limpieza, por poner otro ejemplo. Se tiene que erradicar el hecho de que los técnicos de la cultura sean contratados al margen de todo, y el Estado debe proteger a todo el personal intermitente de la cultura.
- ¿Es un punto de inflexión para que esto cambie?
- Sin duda, la cultura ha demostrado a la sociedad mucho estos meses y estoy seguro de que la gente ha tomado nota. Ahora falta que se implique la clase política. Son ellos quienes faltan. Pero bueno, que el Senado pida al Gobierno que la cultura sea declarada Bien Esencial es un primer paso muy importante. Ahora falta que se diferencie el ocio y la cultura. La situación actual es absurda: en València, la sala Matisse está cerrada y no se puede hacer un recital con el público en mesas, pero la gente sí puede ir al bar de al lado para estar igualmente sentadas en una mesa y yendo a la barra hasta la 1 de la madrugada. Es un sinsentido y se están cargando el sector de la cultura.
- Tú último espectáculo aquí, La Malquerida, fue significativo porque supuso el principio de una nueva línea de programación como es el de la zarzuela. ¿Cómo ves esa apertura del abanico lírico?
- Lo veo perfecto. La gente necesita variedad. Si tú vienes aquí es porque tienes una inquietud, y explorar esa inquietud desde diferentes puntos es imprescindible. La Malquerida fue preciosa porque hicimos la versión desde cero, yendo a la SGAE y proyectos como ese son muy valientes. Es importantísimo que las instituciones se abran y ofrezcan otros géneros, ahí está la Bienal de Flamenco en la Maestranza.
- ¿Se puede abrir más el abanico?
- ¡Siempre! No es que la ópera sea algo rancio, pero abrir la ópera a gente joven y a nuevos públicos no pasa únicamente por bajar de precio las entradas. A nuestra generación nos mueven las cosas que nos inquietan y la ópera siempre ha tenido un espíritu muy crítico. Tener que seguir reinventándonos, cogiendo un Trovatore, trasladándolo de época para, por ejemplo, hablar de la ecología. ¿Por qué no se hace un libreto nuevo que trate realmente el problema de la crisis climática en vez de darle vueltas a los clásicos? A mí, personalmente, me encantaría que la ópera adaptara algo como Patria, por ejemplo. Hablar de violencia de género, de la crisis climática, del coronavirus si hace falta... Temas que nos preocupen ahora mismo. Necesitamos nuevos libretos, nuevas composiciones, y tal vez de esta manera, también haya un relevo generacional en el público.
- Sí que es curiosa esa insistencia en adaptar los clásicos a los problemas de ahora. Acaba pareciendo que Mozart o Rossini fueran pioneros en el movimiento feminista, cuando no dejan de ser hombres de una época concreta.
- Es verdad que algunas obras, por ejemplo, de Mozart, fueron muy disruptivas. Claro que se tiene que seguir adaptando, pero también hacen falta nuevas obras. Cuando algo te conmueve y te preocupa, vas y consumes cultura. Y el público tiene también que arriesgarse a ver algo que no se ha visto nunca antes.
También te digo, los compositores de ahora también tendrían que hacer un esfuerzo en hacer sus obras más consumibles, más melódicas. Hay algunas obras contemporáneas que parecen hechas para molestar a los cantantes o para hacer ver quién sabe más de armonía. Es una reflexión que tenemos que hacer toda la escena. En València, yo estoy intentando impulsar un festival de música escénica de nueva creación, como podría ser la Ópera de Butxaca en Cataluña. No puede ser que Les Arts soporte todo el peso de tener que apoyar la lírica en la Comunitat, se tienen que implicar otras instituciones.