GRUPO PLAZA

cine

Emilio Pechuan Giner, el gran empresario de cines en València

| 19/03/2024 | 12 min, 36 seg

VALÈNCIA. A principios de los años treinta del siglo XX, teatro y cine mudo irán pasando a segundo plano con la aparición del cine sonoro y de color. El problema de instalar cine sonoro, en sus inicios, era el precio de los proyectores de la nueva tecnología, y la inversión en salas en condiciones acústicas y con comodidad. Era una empresa de riesgo invertir en el cine sonoro para competir con otros espectáculos: teatro, zarzuela, ópera, etc. 

Al respecto, La Semana Gráfica, en su número de 2 de mayo de 1931, recogía las siguientes palabras sobre un empresario: «Hace algunos años surgió en el mundo cinematográfico de València un talento claro, fácil, agudo... Hablamos de don Emilio Pechuan Giner, hombre modesto, sencillo, cuya fantasía se acopla al juego de las cifras y al ritmo de los negocios. No gusta de publicidad ni de bombos extemporáneos. Su misión es complacer al público y su mirada, noble y altiva, de águila, se cierne siempre sobre mundos transparentes de celuloide, mundos fantásticos importados de Hollywood que llenan de ilusión a mil cabecitas de la juventud nueva, que prestan descanso a mil cerebros abismados en la vorágine de las finanzas».

Emilio Pechuan Giner, médico de profesión, había abandonado la medicina para convertirse en empresario de salas de cine en València. Se había iniciado con la dirección del cine Lírico y, en 1926, había hecho construir su primer cine, el Coliseum, el segundo más grande de España en aquella época. En 1929, decide la construcción de un nuevo cine en pleno centro de València, el Capitol, y encarga el proyecto al arquitecto Joaquín Rieta. Se inaugura en abril de 1931, coincidiendo con la aparición del cine sonoro en España.

El Capitol contará con un Hall-bar. Bautista Rodríguez, el famoso y conocido Batiste, se encargará de los pisos de madera y el graderío. Para la decoración de paredes y techos contratará a los artistas valencianos Arturo Boix y Amadeo Roca. De la calefacción y ventilación se encargará Construcciones Gaspar. Además, contará con los proyectores más modernos de la época, de la empresa americana Western Electric.

Crack de 1929: del mudo al sonoro 

La inversión en el cine Capitol suponía un gran riesgo empresarial, pues su construcción coincidiría con el crack de la economía norteamericana, la mayor crisis jamás conocida, que estalló en octubre de 1929 en Wall Street, creando la gran depresión, hundiendo la economía mundial y llegando a España en 1931. Por si fuera poco, coincidiría con el cambio de régimen de monarquía a república en España. El panorama era de incertidumbre y Pechuan asumía un gran riesgo, pues como recogía La Semana Gráfica, su construcción suponía «un coste fantástico». No se había escatimado en hacer un local de lujo, implicando a «lo mejor de la industria valenciana en la realización de este magno coliseo». Este era el contexto económico en el que Emilio Pechuan Giner había decidido hacer una inversión millonaria.

De este modo, el cine Capitol se inauguraba el 4 de abril de 1931, y diez días después, el 14 de abril, España proclamaba la II República española, y Alfonso XIII partía al exilio. El éxito de taquilla fue total; para asistir al cine no había crisis. «La llegada del cine sonoro fue una auténtica revolución. El éxito fue tremendo, un auténtico boom», recalca Emilio Pechuan Porres, hijo del empresario.

Según explica Emilio Pechuan Porres, las películas eran de estreno, así que siempre había cola para comprar las entradas: «La gente sacaba las localidades con anticipación, y el cine estaba a reventar. El éxito fue tan grande que hasta llegó a haber reventa de entradas. Los estrenos duraban semanas en cartelera, y era normal que la taquilla estuviese cerrada con el cartel de ‘‘no hay localidades’’. La gente vivía las historias que veía en la pantalla. Lo pasaba mal por la crisis y el cine los distraía y les hacía soñar».

Otra de las apuestas de Emilio Pechuan sería la de vincular sus cines a productoras americanas. Desde el primer momento apostó por la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) y se erigió como única distribuidora de sus películas en València. Un hecho que recogió La Semana Gráfica en un artículo en el que decía que la MGM representaba a «América, S.M. el dólar, negocios, bolsa, standard, macadam y música negroide» y la consideraba como una entidad poderosa de dos judíos millonarios (Samuel Goldwyn y Mayer), que contaba con directores como Eric Von Stroheim, King Vidor, o artistas como Greta Garbo, Joan Crawford, Lon Chaney, Buster Keaton o Luis Novarro, entre otros. «Esto, nada más que esto, es la Metro-Goldwyn-Mayer, casa que rige los destinos de la programación en el Capitol», decía el artículo.  Gracias a ese acuerdo, Emilio Pechuan viajaría varias veces a la sede de la MGM en Estados Unidos invitado por la productora.

Se inaugura el cine Capitol

El Capitol se inauguraría a puerta cerrada para la Asociación de Prensa el sábado 28 de marzo de 1931, con la película de la MGM El Presidio, y unos días más tarde, el 4 de abril, para el público en general. Diez días después se proclamaba la II República. 

La dificultad de los comienzos del Capitol radicó en la programación del cine sonoro, ya que las películas eran en inglés, un hecho que, obviamente, no ocurría con el cine mudo. Así se recoge en las crónicas de la época: «Dos rasgos sintomáticos caracterizan la campaña cinematográfica 1931-1932: la crisis de producción norteamericana, —y añade—: «Un factor esencialísimo provoca el desconcierto yanqui: el idioma. Los films que allá se producen en español son deficientes, raquíticos, endebles en su mayoría». Un factor al que los americanos reaccionan incorporando actores españoles y latinoamericanos, entre los que destacaban los españoles María Ladrón de Guevara y Rafael Rivelles, que con La mujer X «batieron en el Capitol el récord de público admirador del género folletinesco», o Las luces de Buenos Aires, con Carlos Gardel y Gloria Guzmán.

1933. Cine Tyris

En 1932, el médico Ricardo Orero encarga al arquitecto Joaquín Rieta el proyecto del Tyris, ubicado en la entonces avenida 14 de abril (hoy Antic Regne de València). Ricardo Orero, que se había licenciado en Medicina en 1918, dos años después que Emilio Pechuan, le pasó la gestión a este, y después se lo venderá. Donde otros abandonaban, Pechuan crecía. Miguel Tejedor, historiador de los cines de València, ya recoge en sus obras cómo el Tyris «fue inaugurado en 1933, siendo su propietario Emilio Pechuan Giner, que él mismo dirigía y programaba». Así, en 1933, Pechuan contaba con el Capitol para las películas de estreno, mientras que para los reestrenos contaba con las salas de los cines Tyris y Coliseum. Es cierto que eran cines céntricos y la calidad de sus instalaciones, similares a los de estreno en cuanto a decoración, diseño, confort... pero sus precios eran populares.

La estrategia de Emilio Pechuan

Emilio Pechuan fue un empresario emprendedor que supo ver el gran negocio que suponía el cine, primero el mudo, después el sonoro, y más tarde el de color y las nuevas tecnologías de proyección. Lo vio claro y, a pesar del riesgo que suponían las grandes inversiones en el local y en los novedosos sistemas de proyección, entendió el cine como la forma de ocio que triunfaría en las siguientes décadas. Con esa idea y esa visión iniciará su estrategia de tener cines céntricos, lujosos, de estreno y de gran aforo, aspectos que caracterizarán sus futuras inversiones como empresario.

¿Cuál fue la estrategia de Emilio Pechuan para abrir el cine Capitol, cuando todavía estaba amortizando la inversión del Coliseum y se había iniciado el crack? Con el Coliseum comprendió que el cine mudo desplazaba como espectáculo de masas al teatro, la ópera, la zarzuela, los musicales, etc., que, si bien se mantenían, eran para público minoritario. Con el Capitol y el Tyris vio que el cine sonoro era presente y futuro, y entendió la mecánica económica de las grandes productoras de Hollywood. 

Los sistemas de alquiler de películas, inicialmente, eran por metros de película, unidades, o a un precio a tanto alzado. Pero, desde 1926, las grandes productoras de Hollywood impusieron el sistema de lotes, primero en Estados Unidos y después en todo el mundo. Así, las grandes productoras, llamadas majors (Hispano American Films, Fox, Paramount, Metro Goldwyn Mayer, Warner Bros, Radio Films y Columbia), controlaban en Estados Unidos el sistema de producción, distribución y exhibición. 

En Europa y España las majors controlaban producción y parte de la distribución, pero no la exhibición. Al sector de las salas de cine les vendían lotes de películas cerrados que había que contratar por adelantado. Era todo el lote o nada, por una cantidad fija, y otra variable en función del éxito de recaudación de taquilla. El lote de películas incluía cintas de alta y baja calidad, y variada temática. En las películas de estreno, el porcentaje para las majors variaba entre el 50% y el 70%, y para el exhibidor, el resto. Para películas de reestreno el sistema era a un tanto alzada y porcentajes más bajos. La razón es que en una película de estreno la cinta tenía calidad y, a partir del centenar de pases, la cinta se deterioraba, tenía cortes, rayas y peor visionado. Y dentro del reestreno había de primera, segunda y tercera, según lo deteriorada que estuviese la cinta. 

Con esta manera de proceder, la estrategia de Pechuan será adquirir los mejores lotes y estrenar en el Capitol las películas de más taquillaje y llevar a cines de reestreno las menos taquilleras y las de estreno una vez que la cinta está más gastada, pero mantiene la calidad. Emilio Pechuan hace números y, con visión a medio y largo plazo, establece una estrategia arriesgada. Para esta estrategia necesita dos cosas, grandes salas, de amplio aforo, en cines céntricos de estreno (Lírico y Capitol), y cines de reestrenos de gran aforo (el Tyris y el Coliseum), a precios económicos, por los que tiene que pagar alquileres bajos.

Con esta estrategia consigue los mejores lotes, puede proyectar todo, y combinar la rentabilidad entre las mejores y peores cintas. Es difícil competir con su empresa en las subastas, pues Pechuan logra rentabilizar el lote al máximo, gracias al aforo de sus salas. Además, las productoras dan el mejor trato a Pechuan, porque es el empresario con el que obtienen mejores ingresos. 

Los primeros años treinta del siglo XX serán los del despegue del cine como espectáculo y ocio, desbordando todas las expectativas; «València es una gran consumidora de cine», y Emilio Pechuan, el empresario que abastece gran parte de esa demanda. Y es que el cine se ha convertido en el espectáculo de masas de la época. Como recoge Pablo León Aguinaga en su tesis doctoral: «La pasión de los españoles por Hollywood fue tal que Marguerite Auld Edwards, corresponsal de un conocido rotativo neoyorquino, no dudó en denominar a España como el cielo cinematográfico». Y València estaba en primera línea de consumo. El rendimiento de los cines hará que Emilio Pechuan pueda amortizar rápidamente sus inversiones, y diseñe sus siguientes proyectos, que se verán cortados de raíz por el estallido de la Guerra Civil en España.

Confiscan los cines

Emilio Pechuan y su familia vivieron durante la Guerra Civil momentos diferentes, vinculados a la situación de València como zona republicana en retaguardia. El primero corresponde de la sublevación militar, el 18 de julio de 1936, hasta que el Gobierno de España se traslada de Madrid a València, el 7 noviembre de 1936. Es un periodo en el que el poder real está en manos del Comité Ejecutivo Popular, en que los sindicatos UGT y CNT se hacen con el poder y confiscan tierras y empresas, actuando al margen del poder legal del estado republicano. Entre ellas, la empresa de Emilio Pechuan: los cines Capitol, Tyris y Coliseum. Pechuan pasa de ser propietario a asalariado de una empresa que ya no es suya, y que controlan UGT y CNT. A pesar de ser una etapa revolucionaria, y considerar al empresariado como enemigos de clase, se respeta la vida de Emilio Pechuan por no pertenecer a ningún partido. Cobrará como un trabajador más, y su labor será la de seguir negociando con las distribuidoras, pues los sindicatos pueden expropiar los locales, pero los contactos los tiene el empresario, y cuando se trata de películas extranjeras hay que entender el negocio.

El segundo momento difícil comprende los meses en que València es capital de la República hasta el fin de la guerra. El Gobierno de la República irá devolviendo a sus propietarios los bienes expropiados, revocando las incautaciones de la CNT-UGT. Emilio Pechuan recupera los cines, si bien está condicionado al poder de los sindicatos y al control del Estado y del Ayuntamiento a efectos fiscales e impositivos.

Finalizada la guerra, Pechuan seguirá su actividad empresarial con ventajas que no tienen otros empresarios. Sus cines están intactos, porque, al estar lejos del frente de batalla, apenas han sufrido desperfectos, a excepción de algún bombardeo. Puede continuar con un negocio que no tiene la crisis de otros sectores. La población pasa hambre y necesita distracción, y nada mejor que ir al cine para olvidar las preocupaciones cotidianas, que son muchas y graves para un país que sale de una guerra empobrecido, arruinado, con infraestructuras destruidas y una economía difícil de levantar. Y todo esto, en un panorama europeo y mundial que, meses después de acabar nuestra Guerra Civil, verá estallar la Segunda Guerra Mundial.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 113 (marzo 2024) de la revista Plaza

next