VALENCIA. El detonante fue la crisis. Algunos vieron en ella la oportunidad de introducir modelos de negocio importados, mayoritariamente, de Estados Unidos, y otros se inspiraron en dar respuesta a una necesidad o, en su defecto, crearla. El cualquier caso, la motivación de estas nuevas iniciativas no fue siempre emprendedora si entendemos por ello crear grandes empresas, con vocación global, de impacto real y miras a largo plazo. La necesidad, como alternativa al desempleo, se halla detrás de muchos de estos proyectos. Lo ponen de manifiesto los datos de alta en el Registro Mercantil donde queda reflejado que, las poco más de 300.000 empresas que se registran al año, nacen con tamaño modesto, tanto que cerca de un 80% se constituyen en clave de autoempleo.
Otro dato interesante corresponde al año 2014, ejercicio considerado especialmente activo con el nacimiento de 399.358 nuevas empresas, cifra que fue contrarrestada por el cierre de otras 329.304 corporaciones ese mismo año. Sin embargo, la percepción general es distinta, hasta el extremo de catalogar el momento de “burbuja emprendedora”, cuando la actividad y la salud del tejido empresarial de nuestro país eran superiores antes de 2008.
Respuestas que expliquen esta sensación hay muchas, pero una que parece obvia es el respaldo al emprendimiento, tanto de agentes públicos como privados, para alentar acciones de contención al desempleo, a la fuga de talento y la destrucción de empresas. En torno a estas políticas activas se ha creado un ecosistema de apoyo plagado de incubadoras, aceleradoras, espacios de trabajo compartido, escuelas de negocio, medios de comunicación especializados…con el fin de ayudar a estos nuevos emprendedores, de perfil predominantemente tecnológico, a convertir una idea en un negocio que requiere, también, gestión, clientes y financiación.
El sector terciario, ligado a la prestación de servicios y al comercio de bienes de consumo, impulsados por hombres menores de 40 años, con experiencia profesional previa y elevada formación académica, son parámetros coincidentes en gran parte de las nuevas organizaciones empresariales. La inversión media de arranque oscila entre los 20.000 y 50.000 euros, casi siempre de recursos propios o de familiares y, en la base de todos ellos está la tecnología, como creadora de valor y principal componente “totalmente innovador”. Peculiaridad, esta última, que se atribuyen 1 de cada 10 emprendedores en fase inicial.
Y claro que el uso de las nuevas tecnologías ha sido primordial para renovar el entramado empresarial pero, más que grandes hallazgos tecnológicos, lo que revolucionado la crisis son los modelos de negocio. Modelos de suscripción, donde el cliente paga por un producto o servicio, de afiliación consistente en convencer a otros a que compren servicios o productos de terceros a cambio de una comisió. e-commerce…se han sumado a los modelos tradicionales. Pero si hay uno que ha descollado por encima de todos con las crisis es el basado en las ganancias compartidas entre particulares, el conocido como Peer to Peer que se enmarca dentro de la economía colaborativa.
Las inciertas perspectivas económicas y laborales y la desconfianza en el sistema político favoreció un fenómeno de solidaridad social y entendimiento ciudadano donde los particulares, prescindiendo ya de intermediarios, parecen animarse a solucionar sus propios problemas al margen de las políticas económicas. Imposible recoger la ristra de empresas que giran en torno a conceptos como compartir, alquilar, intercambio, segunda mano…que propician el consumo inteligente e invitan a olvidar el hiperconsumismo. El modelo se ha introducido en todos los sectores, desde el turístico hasta el agrícola, porque las ventajas son muchas, pero todavía quedan algunas incógnitas abiertas como las acusaciones de intrusismo, la regulación fiscal o la seguridad de los usuarios.
Sus propulsores no temen, sin embargo, por su desaparición ante un cambio del marco legal convencidos de haber creado no sólo una nueva economía, sino también un nuevo modelo de consumo.
“Muchos de nosotros cogemos cariño a las cosas, pero no a las personas con las que nos comunicamos a diario. Queremos cambiar esto, y crear comunidades, convertir ciudades en pueblos y reducir el hiperconsumismo, fomentando el consumo inteligente”, dice Dhiren Chatlani, CEO y cofundador de Relendo, una plataforma para alquiler de productos de todo entre personas cercanas.
Otra de las circunstancias que ha ayudado a ganar mercado en tiempo de crisis a recientes organizaciones ha sido la rigidez de las grandes para pivotar el negocio y orientarlo a al cliente. Aquí se han abierto camino propuestas con soluciones de telefonía móvil, empresas energéticas, de aparcamientos.
“Para nosotros el timimg fue fundamental. Empezamos después de 2011, en plena crisis, pero nuestro proyecto no hubiera volado sin la crisis porque básicamente todas las empresas de aparcamiento, en la época buena, tenían los huecos llenos”, declaraba Luis París, cofundador de Parclick. “Proponíamos un modelo de negocio con, mira yo vendo este tipo de producto que no canibaliza tu facturación habitual, que eres un modelo de coste fijo y no tienes que invertir. Si yo vendo ambos ganamos, si no tú no pierdes nada. Por ese momento de estar más hambriento de alternativas nos abrieron las puertas”
“En época de crisis cualquier ahorro era bueno”, dice Oriol Vila, CEO de Hola Luz donde, además de un abaratamiento, no exigen permanencia.
Pero si la crisis ha impulsado el nacimiento de muchas nuevas empresas, también hay que reconocerlas el mérito de haberlo hecho sin apenas financiación, con el grifo de los bancos y las administraciones totalmente cerrado. También esta circunstancia ha facilitado la migración de los antiguos inversores inmobiliarios al mundo startapero y ha animado el surgimiento de vías alternativas a la financiación como el crowdfunding, crowdlending, business angel, venture capital…
La apuesta es seguir potenciando la aparición de nuevas empresas que aporten valores y estructuras nuevas, ambiciosas y capaces de resetear el panorama económico pero también parece inevitable hacer una limpia donde se pongan a un lado los emprendedores vocacionales y capaces y a otro los simplemente iluminados. “Yo creo que va a evolucionar un línea con todo el mundo del emprendimiento, muchos se quedarán por el camino porque, realmente, hay mucha gente que no sabe montar empresas. Al final, o te alías con gente profesional que te ayuden donde tú no sabes, como es la parte financiera, la legal o de comunicación o terminas fracasando. En cualquier caso, cada vez veo a menos gente experimentando y más con la intención firme de emprender arropado por un ecosistema cada vez más enriquecido”, dice Alberto Recas, CTO de Worktodayapp.
“Yo lo que veo es que pasan muchos por el vivero, muchos fracasos y muchos reinventos. Yo sí veo un boom, pero no sé cuáles van a ser las consecuencias. No sé si se crearán un montón de nuevas empresas y se distribuirán los procesos en pequeñas empresas o, al final, serán absorbidas por las grandes. Pero soy optimisto y creo que tenemos talento”, manifiesta Víctor Fernández de Robotic Process Automation.