VALÈNCIA. Hace no sé cuántos meses que empecé a escribir esta columna de opinión, una ventanita que los buenos de Valencia Plaza me dejaron abrir para mantenerme entretenido durante el confinamiento. Nació con pocas pretensiones, una suerte de diario caótico durante un encierro que dio un vuelco a la vida de todos y todas. Aprovecho el silencio de estos primeros días de agosto para revisar algunos de los escritos y veo en ellos fotografías de estos primeros meses de nueva normalidad. Algunas parecen tomadas hace años. Otras, mañana. ¿Acabo de decir ‘nueva normalidad’? Nunca me ha gustado el término, pero qué se le va a hacer. Otra batalla perdida. Si os soy sincero, nunca pensé que esto se alargaría como lo ha hecho. Supongo que tampoco vosotros. Lo que empezó siendo una serie de escritos para las -pocas- semanas que se preveían de encierro se fue alargando como lo hicieron las prórrogas del estado de alarma y, después, con un desconfinamiento por fases que no termina de acabar.
Hago un alto en el camino en este ‘Encierro cultural’, al menos hasta septiembre, un poco angustiado por no haber encontrado una conclusión en este camino, un final perfecto para cerrar una historia que empezó el 19 de marzo y que sonaba a trompetas y dj’s de balcón. No hay desenlace porque seguimos encerrados, con la vida acotada por márgenes cada vez más anchos, limitaciones que hasta ahora no imaginábamos y con tantas o más dudas sobre un futuro que se antoja impredecible. ¿Serán estas las claves de la nueva norm… del futuro inmediato? Aunque los muros hayan cambiado su disposición, todos seguimos en cierta medida encerrados. Bueno, casi todos. Con la excepción de Juan Carlos, el ciudadano, que ha aprovechado las vacaciones de verano para mudarse fuera de España, una suerte de tardío Erasmus que tiene más de resaca que de festival.
Han pasado cinco meses desde que imaginara ese momento en el que dejaríamos de aplaudir en los balcones y hacer cola para comprar papel higiénico, cuando aplaudir en los balcones y comprar papel higiénico era nuestro único horizonte. Tres desde que me entraran dudas sobre si, cuando pasara todo, querría o no salir de casa. También os conté que estuve viendo la primera edición de Operación Triunfo, pero eso lo dejamos para otro momento. Todo con vistas a un hipotético fin de la partida que antes me parecía nítido y que ahora veo desdibujado y protegido por una mascarilla. Aunque de otra forma, sigue el encierro y sigue el encierro cultural, que tiene un ojo en otoño, en el que se prevé la reapertura generalizada de teatros o galerías, y otro en el BOE y el DOGV. Siguen las dudas y las cejas arqueadas, aunque también han vuelto los aplausos fuera de los balcones y ya casi tocamos con los dedos aquellos proyectos que fueron aplazados sine die. Pero todo eso será otro día.
Nos vemos mañana.