El presidente de Les Corts y también del Bloc es además empresario, algo poco visto en la primera línea política y que se aprecia en su pragmatismo. Desde su actual atalaya, analiza la tormentosa actualidad española
VALÈNCIA.-Enric Morera (Oliva, 1964) llega veinte minutos tarde a la entrevista por conciliar su vida familiar con su agenda institucional. Un detalle sin importancia que sirve para hablar de su hija, que sufre una discapacidad, y que con su cariño le ha hecho «más humano». Luego atiende a Plaza con su proverbial buen humor, pese a que sabe que tendrá que responder a preguntas sobre una investigación culinaria que lleva entre manos y que podría provocar un incidente diplomàtic con Italia. Al margen de estas peculiares aficiones gastronómicas, Morera es un referente del valencianismo político merced a sus trece años como líder del Bloc. Todo ello, sumado a su habilidad para el entendimiento con Mónica Oltra, a la que decidió dejar paso como candidata a la Generalitat a sabiendas de su alto grado de conocimiento y popularidad.
— ¿Es usted tan bon xic como dice todo el mundo?
— Soy un poco bon xic, pero aquí estoy haciendo un máster de hijoputismo práctico. Es verdad que a cada problema intento buscarle una solución cuando el politiquerío a lo que lleva es a buscar un problema para cada solución.
—Cuenta la leyenda que incluso se lleva bien con el PP y llega a pactos con ellos. Será gracias a usted, pero también a los demás...
— Sí. Creo que sí. Nuestra misión después de una campaña electoral es la de concretar acuerdos que nos permitan avanzar como pueblo y hemos creado un buen clima, civilizado, de comprensión. Eso nos ha permitido llegar a muchísimos acuerdos.
— Parece que eso a Madrid no se traslada. Hemos visto a diputados y senadores votar incluso contra nuestros intereses...
— Y eso que hicimos una declaración institucional unánime a todos los diputados y senadores para dar una línea a seguir en materia de inversiones pero, por desgracia, ese consenso se rompió. No descarto que se vuelva a hacer. He pedido por carta a todos los grupos que se sumen a una declaración institucional en la línea con lo que está diciendo la sociedad civil, los empresarios, los sindicatos... veremos qué pasa.
— Hasta montar la manifestación por la infrafinanción cuesta.
— Creo que aún no ha llegado a la gente que nuestro empobrecimiento tiene que ver también, y sobre todo, con la falta de una financiación justa y legal, es decir, con que se respete el principio de igualdad que consagra la Constitución. Pero sí que hay gente que aún lo ve como una cosa de la superestructura política y no se da cuenta de que afecta a su pensión, a su sueldo, a su trabajo, a su condición de vida...
— Además de reivindicaciones y quejas, ¿qué podemos aportar a la política nacional?
— Yo veo la política valenciana entendida como una vía para solucionar la crisis constitucional. Junto con los vascos, podíamos ser las palancas que impulsaran un nuevo pacto constitucional y un nuevo contrato social porque no estamos en los extremos.
— La manifestación se ha ido al 18 de noviembre, cuando debería haber sido el 28 de octubre. Parece que asumimos que somos de segunda y que no tenemos capacidad para marcar la agenda.
— A nivel social sí nos falta entender que esto es un problema que no solo es de los políticos sino que afecta a todos. Pero insisto, creo que nosotros, junto con los vascos, podríamos afrontar el reto de impulsar un nuevo pacto constitucional y un nuevo contrato social que ayudara a solucionar la crisis institucional y territorial española.
— La diferencia es que los vascos siempre se salen con la suya. ¿Compromís no debería abrir un poco más la mano y ser capaz de pactar con el PP? Al PNV y Coalición Canaria les fue muy bien con los presupuestos.
— Montoro no quiso negociar el modelo de financiación con nosotros, quería negociar los presupuestos y esos cincuenta millones de euros de más eran una propuesta trampa. Le propusimos negociar el sistema de financiación, que es lo importante, pero no las migajas, y se negó.
— Pero podían haber cogido los 50 millones y seguir insistiendo.
— Estábamos dispuestos a negociar un modelo, pero no unos presupuestos que ya habían negociado con los vascos, y además la ficha que nos daba a nosotros no era la misma. Queremos negociar un nuevo modelo y tenemos propuestas. No se trata de reinventar la pólvora, sino de algo que sirva a todos y que se basa en la corresponsabilidad, pero no quiso. Montoro solo quería negociar, y en plan chantaje, algo que ya tenía pactado. Otra idea que propusimos que ahora está empezando a calar es la de una quita de la deuda.
— La negociación se está dilatando eternamente, y no somos los únicos actores.
— Si España no pacta el modelo territorial, el modelo económico y el modelo de contrato social con las nuevas generaciones es inviable; le quedan diez años. España volverá a ser un riesgo-país. Rajoy es a nivel económico el peor presidente que hemos tenido. Ha aumentado la deuda pública en 400.0000 millones, con una involución social impresionante y se ha gastado buena parte del fondo de pensiones.
— ¿Y podremos lograr algo sin que exista un ‘problema valenciano’, como lo denominó Ximo Puig?
Nos obligan a ser nacionalistas. Yo no quiero; yo quiero un país en este estado donde los valencianos podamos estar en un mundo global siendo nosotros
— Creo que la vía valenciana es la vía de la solución de España. Lo que está haciendo el Consell, que gestiona con unos recursos muy escasos y una eficacia muy notable —se ve en los datos de la reindustrialización, de las exportaciones, de la recuperación de los servicios básicos— es la vía de la solución... La cooperación entre distintas formaciones políticas también. El ordeno y mando, las posiciones unilaterales se han acabado. El PP tiene secuestrado el BOE porque necesita dar de comer a cuatrocientos amigos, una élite extractiva cuya mejor expresión es el ‘impuesto al sol’, y que luego le pagan las campañas. O eso se acaba o España se rompe porque no hay solución. Se van a acabar los incentivos del Banco Central Europeo y, como suba un punto la deuda española, nos vamos a 10.000 millones de euros más. Hay que sumar la política laboral, que ha provocado un vaciamiento de las pensiones, porque los contratos son basura y no cotizan a la Seguridad Social y se agota el fondo de reserva; estamos en una situación de riesgo total. Y eso no lo dice nadie, lo digo yo. ¿Y cuál es la solución? Pues los valencianos, que junto al huerto de naranjos hemos plantado penques para hacer el puchero...
— Y caquis...
— Y caquis, y de todo, que es el modelo, trabajar y diversificar. Pero mientras siga España en zonas muertas y subsidiarias no hay solución. Nuestra propuesta se basa en la responsabilidad: si quiere usted recursos, cuide de su huerto, de su economía.
— Pese a su diagnóstico, si hubiera elecciones el PP seguiría siendo la fuerza más votada tanto en la Comunitat Valenciana como en España.
— Sí, por poco. En la encuesta que sacó Plaza en su último número ya se veía que Compromís superaba al PSPV en la Comunitat Valenciana. Al PP le queda poco y cada vez menos porque ya no tienen el monopolio de la mentira y la intoxicación; la gente se informa por otros medios y se va dando cuenta de que aquí ni se han quemado conventos ni se ha hecho ninguna barbaridad, y ven que donde gobernamos hay más transparencia, más competitividad, más proximidad y contamos con los agentes económicos y sociales. Eso nos va a dar la clave en 2019.
— Compromís está muy cerca del PSPV, incluso por encima en intención de voto en algunos sondeos. ¿Vale la pena apostar por una coalición con otras formaciones?
— Hay que tomar una decisión. Mi visión personal, teniendo en cuenta que esta es una formación muy transversal, es que somos la fuerza que mejor puede defender los intereses valencianos porque no tenemos subordinación a Madrid. Yo quiero que gane el PSPV y ocupe su espacio, que gane Compromís y ocupe su espacio, y lo mismo para Podemos. Luego, entre todos, a configurar una mayoría más amplia. ¿Es factible? Sí ¿Puede dar tranquilidad? Sí. No soy de los que a los compañeros de viaje, unos de gobierno y otros de pacto, les pongo el dedo en el ojo; les deseo que les vaya bien pero cada uno en su camino.
— ¿Compromís debe seguir como coalición o debería fundirse en un único partido?
— Creo que el traje se nos ha quedado pequeño y que deberíamos avanzar hacia uno mayor, siempre desde el acuerdo entre los socios, y dando una solución democrática a la gente que participa en Compromís sin querer ser de un partido. Hay que mejorar el modelo.
— ¿Y a las primarias se presentará?
— Bueno, ya veremos.
— ¿El Bloc volverá a presentarse en solitario o Compromís durará para siempre?
— Compromís es un instrumento, no una finalidad en sí misma. Lo que importa es el objetivo, saber a qué ha venido a este mundo, y es por muchos motivos: una fuerza de obediencia valenciana, de justicia social, reparación medioambiental... Hasta ahora, la cooperación nos va bien. En la medida que el instrumento sirva a sus objetivos, permanecerá y mejorará.
— ¿El Bloc seguirá siendo nacionalista?
— Nos obligan a ser nacionalistas. Yo no quiero; yo quiero un país en este estado donde los valencianos podamos estar en un mundo global siendo nosotros. Y eso nos conecta con la idea del regionalismo europeo y la subsidiariedad, que son elementos que creo que cada vez van a tener una mayor importancia en el futuro.
«Yo quiero que gane el PSPV y ocupe su espacio, que gane Compromís y ocupe su espacio, y lo mismo para Podemos. Y luego, configurar una mayoría»
— ¿Por qué?
— España y Europa están gripadas por un nacionalismo decimonónico, de aceptación de una bandera y una superestructura sin la voluntad democrática del pueblo de aceptar eso. Si no nos dejan ser valencianos en el estado español pues nos rebelamos. Pero los principales nacionalistas agresivos son los que impiden a otros manifestarse como sonlos del PP, que ahora les da por cosas como que Pepe el Butifarra, al que Alberto Fabra entregó una de las Distincions del Nou d'Octubre, no pueda tocar por ‘catalanista’.
— Ahí le han dado, porque es su cantante favorito, ¿no?
— Casi. El que más me gusta es Miquel Àngel Landete, el de Senior i Cor Brutal, que tocó hace poco en la Plaza del Ayuntamiento.
— Vaya, ya está Compromís beneficiando a los amigos...
— Ja, ja, ja... Qué va; tiene una trayectoria envidiable y no necesita ayudas. Yo creo que se le conoce poco. Es muy bueno.
— ¿Tanto nacionalismo no será un fer la mà? ¿Acabaremos teniendo un regionalismo por piso, cada uno de la república independiente de su casa?
— Los estados naciones ya no son lo que eran porque ya no hay fronteras, ni bancos centrales; los ejércitos colaboran cada vez más y el ejército europeo —y más ahora con Trump—será cada vez más una realidad y la concepción de estado-nación ha cambiado. Yo no soy antiespañol, ni antiestado, solo describo una situación que viene. Los viejos estados son poco competentes para gestionar el futuro, así que no tiene sentido que el gobierno central tenga ministerio de Sanidad, de Educación, de Agricultura... eso es una máquina de derrochar, porque no se ha hecho la transición al estado autonómico y las regiones son muy competentes en los ámbitos regionales, siempre y cuando sean corresponsables de sus ingresos.
—¿Y cómo encaja esto en Europa?
— Eso lo tiene muy bien elaborado el parlamento de Baviera, que está trabajando en el principio de subidiariedad, y es un mecanismo de toma de decisiones perfecto, muy bueno, ya que las regiones también opinan a través del Comité de las Regiones. Hay algunas que tienen un PIB superior al de algunos países miembros. Lógico que quieran ser oídas. Además eso provoca mayor conexión de la ciudadanía europea con el Parlamento Europeo.
— Y en lugar de tanta personalidad colectiva, ¿no ayudaría decirle a la gente deje de ser 'nosotros' y piense por sí misma? Luego que se sienta lo que quiera.
— Eso es parte del debate pero te adhieres a algo preexistente y eres mero espectador, como es el nacionalismo francés o español que tienen su bandera, sus símbolos... o, lo que defiendo es que apostemos por la voluntad de ser. We the people, como dicen los americanos. Y yo no soy ‘antinada’ pero me reconozco en este ámbito, que es la Constitución americana. Y ese We the people es el que necesitamos aquí. Yo me considero europeo, entre otras cosas porque no vamos a ningún sitio si no estamos en Europa. En veinte años, Nigeria tendrá más habitantes que la Unión Europea. Esto es un ejemplo de que los desafíos a nivel mundial no los podemos asumir como un solo estado. Todos, no solo el español, tienen que asumir la realidad de ceder soberanía a órganos supranacionales. Yo pronostico que cada vez habrá más conciencia y voluntad de ser europeo y de tu zona de proximidad.
— Y sobre el valenciano, ¿no debería asumir Compromís que hay gente, tan valenciana como la que más, que no siente el valenciano como su lengua? Se quejan de que se le cierra la puerta de la Administración.
— Hay muchos ciudadanos que son monolingües, pero creo que es una pena en un mundo multilingüe. El problema es más profundo y tiene que ver con que la educación es fuente de discordia y no un marco de consenso y hemos sido incapaces de llegar a un gran pacto, y por eso tenemos el sistema educativo que tenemos. Todos los modelos de todo el mundo nos enseñan que el conocimiento de varias lenguas es motivo de riqueza. Personalmente, me ha ayudado mucho el ser bilingüe porque al ir a la Unión Europea me ayudó a aprender italiano y francés, y luego inglés. Respeto esa opinión, pero si hay dos lenguas oficiales y a la Administración se accede por mérito y capacidad, pues es normal que haya que dominar las dos lenguas.
— ¿Tan malo era el sistema educativo de líneas?
— Era inasumible por el coste. El problema que tenemos es de demografía; cada vez hay menos niños, y con ese modelo hacían falta dos colegios, uno por línea. Y otro problema es que se ha hecho cierta demagogia porque no hubo ninguna voluntad desde la conselleria de contemplar la red concertada como un factor positivo, que colabora en el mundo educativo; se le distanció de la pública.
— Por lo que dice, ¿la educación concertada deber ser complementaria o subsidiaria de la pública?
— La veo como complementaria, al mismo nivel. Prestan un servicio público y deben estar entroncadas en ese mismo servicio público. Hay experiencias muy positivas, otras no tan brillantes, pero el poder público lo que tiene que hacer es fomentar la igualdad de todos los ciudadanos. Aun así, insisto: el problema de fondo, por lo que respecta a la reducción de aulas, es la demografía.
— ¿Folleu, folleu que el món s'acaba?
—Es más que eso, se ha roto el contrato social y la gente más joven no puede hacer su proyecto de vida porque el modelo laboral económico no se lo permite. Y la precariedad se ha instalado en sus vidas. No cotizan mientras se va vaciando la caja de las pensiones.
— Por cierto, usted es una rara avis en la política, es empresario. La mayor parte de los políticos no se acerca a la empresa privada ni con un palo.
— Sí, soy empresario y tengo ganas de volver. Creo que hay signos de recuperación, que la ‘macro’ empieza a ir bien y que es el momento de que la mejoría se traslade a los sueldos. Unos salarios tan bajos no ayudan a la recuperación. Como empresario, el problema que veo es que España sigue con el modelo de la economía especulativa, el de los amiguetes conectados en el palco del Bernabéu que tienen contactos en el BOE. Y luego está la economía real. Lo único que me gusta de este gobierno es que dice una cosa que es cierta: los gobiernos no crean empleo. Lo que hay que hacer es poner las condiciones para que la economía productiva, no la especulativa, mejore. El Gobierno solo crea empleo para cubrir plantillas públicas, pero el sistema se pervirtió cuando se empezó a enchufar a los amigos y a los amigos de los amigos en empresa públicas, fundaciones... con eso hay que ser muy riguroso. Pero creo que el gobierno valenciano está creando las condiciones a través del Ivace, de IVF, de la SGR —una vergüenza lo que pasó—, la política industrial... modélico lo que se ha hecho en Parc Sagunt. Todavía hay desafíos, como conectar mejor las universidades con el modelo productivo, pero estamos mejorando.
— ¿Y cómo ve, por ejemplo, el asunto del Hospital de la Ribera? ¿Es partidario de la reversión?
— El objetivo principal es prestar un servicio público de calidad. A partir de ahí hay una concesión que caduca y yo creo que la Conselleria tomará todas las decisiones para beneficiar a los ciudadanos de la Ribera. Un modelo público-privado no es malo per se, ahí está el caso de las ambulancias.
— Entonces, ¿no es contrario al modelo? La consellera Carmen Montón considera la reversión una cuestión de ideología.
— A veces la ideología está reñida con la realidad y para llegar a un objetivo la línea recta no es el camino más rápido. Yo lo que digo es que debe imperar el diálogo para encontrar la mejor salida.
— ¿Es partidario de la tasa turística?
— Soy partidario de que opine el sector y de delegar la última palabra en los municipios, que tienen competencias. Es una realidad que está en toda Europa, pero es mejor hablarlo y ponernos de acuerdo. Puede ser un instrumento bueno y finalista y pedido por el sector pero falta acabar de negociar con el sector hotelero para ver el destino de esa recaudación. Pero de lo que también soy muy partidario es de regular los apartamentos turísticos para evitar la competencia desleal.
«Como empresario, creo que el problema es que España sigue con el modelo de la economía de amiguetes que van al palco del Bernabéu y con contactos en el BOE»
— Y después de presidir Les Corts, ¿qué futuro le espera a un político? ¿Toca jubilarse en el Senado, el Consell Jurídic...?
— No, la política es un servicio y si crees que puedes seguir prestando un servicio pues adelante, pero no te quedas porque sí. Tengo en mente muchos proyectos empresariales. De momento, solo me planteo dar estabilidad a un trabajo del Consell porque cabestros en política hay muchos... gente que no le ha costado lo mínimo llegar hasta aquí y no entiende que hay una partida que jugar con mucha inteligencia. Yo estoy en política desde el 79, con el PNPV. A mí la política me ha costado esfuerzo y dinero.
— Y un precio personal, sobre todo por lo de su hija. En las protestas del Luis Vives se le detiene por haber causado unos daños al patrimonio que nunca se acreditaron, y más tarde, por llevar siete bolsas de anfetas a un festival y luego resulta que ni siete, ni anfetas, ni nada. Y lo curioso es lo rápido que trascendió a la prensa.
— Sí, fue juego sucio. Y antes también fueron a por mi mujer [Tona Català], a la que tiraron de Canal 9 y luego tuvieron que indemnizar.
— Ya, pero el contrato que ahora tiene en TV3 ha sido muy criticado incluso por el comité de empresa que habla de «nombramiento digital» e «injustificado».
— Eso no es así. Cuando Empar Marco deja la dirección de TV3 en la Comunitat Valenciana para ir a À Punt, se lo proponen a mi mujer pero porque ya había trabajado en TV3, y la persona que iba a sustituirla no se incorporaba hasta septiembre. Y lo hizo tan bien...
— Modestia aparte, porque es su mujer...
— Bueno, el caso es que la llamaron a ella. Además, la voluntad es que en el momento que empiece À Punt, yo pediré la reciprocidad con TV3 e IB3; hay que encauzar ya la relación con todas las televisiones.
— Hablando de À Punt, ¿cree que la verán sus nietos o es fiarlo a muy corto?
— Bueno, en la reciente presentación del nuevo logo ya se puso fecha. Confío en que se cumpla.
— ¿Le perjudica al Consell no tener una televisión?
— Perjudica al País Valencià, a la lengua, al que quiere ver l'Oratge...
— Para acabar, ¿lo que pasa en el Feslloch se queda en el Feslloch?
— [Risas] Bueno, es muy divertido, vamos los amigos, los hijos... hay mucho comboi. No es para tanto pero sí, lo que pasa en el Feslloch se queda en el Feslloch.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 36 de la revista Plaza