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eNTREVISTA AL DIRECTOR GENERAL de Green Building Council España (GBCe)

Sauer (GBCE): "Hay mucho talibán que no quiere derribar, pero rehabilitar no siempre tiene sentido"

Foto: EDUARDO MANZANA
11/06/2024 - 

VALÈNCIA. La sostenibilidad en la construcción se ha convertido en una exigencia. Ya no es un reto de futuro, sino que poco a poco se han ido dando pasos para transformar el sector. El uso de nuevos materiales como la madera o técnicas como la industrialización son alternativas que están irrumpiendo en el mercado, pero esto solo es el principio. Sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer para conseguir el hito fijado por Bruselas de conseguir la descarbonización en 2025 y el principal reto es rehabilitar el parque inmobiliario ya edificado.

"Tenemos más o menos cerca de 10 millones de viviendas que urgentemente necesitan en España una rehabilitación", remarca Bruno Sauerdirector general de Green Building Council España (GBCe). No obstante, Sauer va más allá y considera que es necesario abrir el debate porque existen viviendas en las que una adecuación no tiene sentido y sería necesario una intervención más profunda. Por ello, apela a la necesidad de abordar la renovación de las ciudades en su conjunto. 

Para abordar estas cuestiones sobre rehabilitación, descarbonización y sostenibilidad, Green Building Council España ha organizado en València el evento Sostenibilidad XL los días 26 y 27 de junio. Esta asociación internacional y sin ánimo de lucro se fundó en 2002 con el objetivo de impulsar políticas encaminadas a la transformación del sector hacia la sostenibilidad. Pero, también, asesorar a la Administración para que su gestión y normativas vayan en esa línea. 

Está presente en 75 países y cuenta con más de 36.000 miembros que representan a todos los agentes del sector: promotoras, constructoras, banca, tasadora, arquitectos, ingenieros y fabricantes de materiales. En España se fundó en 2008 y cuenta ya con 450 miembros. Aunque forma parte de una asociación internacional, cada delegación funciona de forma independiente, en función de la singularidad de cada territorio. 

-Uno de los principales retos en materia de regeneración urbana es actuar sobre el parque inmobiliario construido, ya que el 40% de las emisiones de CO2 proceden de la edificación. ¿Cómo se puede rebajar esa huella?

-El 40% de las emisiones de CO2 vienen por el sector de la edificación. Ese porcentaje está en parte en los 50 años de uso útil de un edificio: cocinar, calefacción o consumos de energía. Eso se resuelve rehabilitando y también descarbonizando el mix energético. Luego está la parte de los materiales y la construcción en sí misma, ya que, por ejemplo, para fabricar cemento, vidrio o vigas metálicas se necesitan hornos que hay que calentar a muy alta temperatura y eso requiere de mucho carbón. Ahí el trabajo que hay que hacer es que la industria se descarbonice. Si somos capaces de reducir las emisiones adjuntas a los materiales, de construir con menos transporte en camiones o de hacer obras industrializadas y tener viviendas eficientes, estaremos casi descarbonizados. Eso es factible y viable. 

-¿Por dónde se puede empezar cuando España cuenta con un parque construido envejecido, ya que la mayoría de edificios tiene más de 40 años? 

-Tenemos más o menos cerca de 10 millones de viviendas que urgentemente necesitan una rehabilitación. Es absolutamente necesario, pero también es difícil. Y no me refiero a nivel técnico, sino que el gran problema es cómo hacer entender a una persona que vive durante 30 años en un vivienda que debe invertir para vivir mejor. Se trata de un cambio de mentalidad y de actitud. A ello se añade la dificultad de que la mayoría de viviendas están en un bloque de pisos con otros propietarios con los que hay que ponerse de acuerdo, hacer los trámites, buscar un arquitecto... Por tanto, el primer obstáculo de la rehabilitación es el entendimiento porque la gente se piensa que la rehabilitación es para ahorrar energía y nosotros defendemos que es para tener una vivienda mucho más saludable.

-¿En qué cuestiones debería incidir España para rehabilitar su parque inmobiliario construido?

-El año 2014 fue el primero en el que España redactó una estrategia de rehabilitación; en 2017 se hizo una segunda versión y en 2020, la tercera. Ahora en 2024, Europa exige que exista un plan. Por tanto, en diez años hemos avanzado muchísimo al pasar de estrategias a planes y a fondos europeos. Por tanto, en 10 años estaremos mejor. Esto es un tren que ya ha empezado a correr y no se va a frenar. La descarbonización es otro tren que ha empezado y no se va a parar porque, además, las empresas están convencidos de ello. Por ejemplo, Metrovacesa es una promotora que conozco muy bien y que ha empezado a analizar el ciclo de vida de sus proyectos y está quitando partidas que sumaban CO2 y elevaban el coste. Por tanto, descarbonizando los edificios, éstos son más baratos. Si todo el mundo lo hace, cambiará el modelo.

En cualquier caso, en España se debería de trabajar mucho más en el agua y la biodiversidad porque no estamos haciendo nada y, al final, la biodiversidad es una amenaza más grande que el cambio climático. Estamos pasando unos límites en los que no podemos garantizar producción agrícola, salud en las ciudades, existe pérdida de especies o inundaciones. Por tanto, en estos dos campos se debería de incidir más.

Foto: EDUARDO MANZANA

-La meta fijado por la Unión Europea es que en el año 2050 las emisiones sean nulas y todos los edificios estén descarbonizados. A la vista de los datos que ha ofrecido, ¿va a ser posible?

-Creo que será complicado.

-¿Todos los edificios son susceptibles de ser rehabilitados?

-Reconozco que dentro del debate de la sostenibilidad hay mucha gente que es talibán y no quiere derribar nada, pero junto al debate de la rehabilitación hace falta otro sobre la renovación de las ciudades. Hay edificios mal colocados y que están fuera de la alineación urbana o que no cumplen con las alturas… Por tanto, volver a invertir en ellos bajo la excusa o el dogma de que tenemos que descarbonizar sí o sí, creo que existen límites. Y es que por encima de la descarbonización hay que pensar en el confort de las personas y el valor de una vivienda a medio y largo plazo. Si queremos estimular la economía circular y construir una industria que recicla tiene que haber materia prima para reciclar y si nunca se derriba nada no habrá industria. Así que tenemos que ser capaces de introducir en el debate de la rehabilitación esa filosofía.

-¿Cómo ve en este sentido a València? ¿Rehabilitación o algo más?

-En València tenemos un problema añadido que es que gran parte de las viviendas que están por rehabilitar tienen elementos de patrimonio protegido. Es una construcción con cierta calidad arquitectónica en la cual intervenir en fachada no es lo que toca porque implica cambiar la entidad de una ciudad. València tiene una gran ventaja y es su clima agradable y el ahorro energético. Pero también tenemos la desventaja de que en València se ha construido muy mal en los años 60, 70 y 80, con poco aislamiento, materiales no muy nobles y esto hace que quizás sea mejor entrar en el debate de si rehabilitar tiene o no sentido. 

-¿Y lo tiene?

-No todos los edificios tiene sentido que sean rehabilitados. Si están fuera de un contexto histórico y de sus ensanches, si yo fuera político entraría en profundidad en pensar qué es lo mejor para renovar la ciudad. Hay mucha vivienda que no tiene valor y si la dejas en herencia al final es un lastre porque es un gasto por su mala calidad. Se podrá rehabilitar sin problema, pero invertir 10.000 euros ahora y tener que volver a invertir otros 10.000 en diez años no sé si tiene sentido.

-¿Qué zonas están en peor estado y sería mejor volver a construir?

-Todo lo que se desarrolló entre por Tres Forques y las primeras promociones de la Ronda Sur son zonas con ciertas dificultades. Fuera de València, hay desarrollos en Paterna que están por intervenir. Muchas veces son promociones sociales de los años 60.

-Pero en casos que haya que derribar, ¿qué solución se les daría a los propietarios o inquilinos de esas viviendas?

-En en el barrio de San Antonio de Elche se ha hecho un proyecto así. En esa zona había parcelas libres y empezaron a construir viviendas para trasladar a las personas de un edificio a otro. De esta forma, se mantienen en el mismo barrio, pero para eso se necesitan solares y aquí (València) no hay. Por eso, hay que pensar a nivel de renovación urbana y que algunos solares se podrían vaciar para construir, de forma que alrededor se puede rehabilitar en profundidad y mientras dure la obra se pueda trasladar a esa gente. Y eso hay que hacerlo desde el sector público, pero junto al sector privado. Por tanto, la primera solución es crear una política y una cultura público-privada de colaboración. 

Foto: EDUARDO MANZANA

-En la actualidad, muchos edificios se están adecuando y cuentan con diferentes certificaciones que así lo acreditan. De hecho, GBCE cuenta con 'Verde', su propio sello. ¿Por qué es tan importante la certificación del parque edificado?

-La certificación vienen al final del proyecto, pero lo más importante es la fase previa en el sentido de que los arquitectos usan una metodología y tienen estructurados los distintos campos que tienen que trabajar: la energía, el transporte, el agua, los materiales, la salud... Para nosotros, nuestro certificado 'Verde' es una metodología de diseño, que acompaña al arquitecto a lo largo de toda la construcción. Además, exige unos procedimientos muy estrictos para que se cumpla lo que se ha diseñado desde el inicio. Por tanto, si quieres llegar a un certificado mantienes la garantía de que lo que has diseñado es lo que se hace. Al final, un sello de certificación es de calidad: desde pensar el proyecto hasta ejecutar las cosas. 

-¿Qué diferencia unas de otras?

-Existen algunas como LEED y BREEAM, que son certificaciones mundiales y muy genéricas para todos los países. Nosotros, en 2008 fundamos GBCE y creamos la herramienta 'Verde', que es una certificación totalmente aterrizada a la idiosincracia de España y que tiene en cuenta su clima, el tipo de construcción o los materiales que aquí se usan. Está, por tanto, pensada para el contexto del país y no pretendemos ir fuera porque en cada país en el que tenemos presencia hay una diferente.

-¿Existe negocio con las certificaciones?

-En este momento se certifica entre un 2 y un 3% de la superficie construida. Es muy poco, pero es verdad que los edificios que se certifican tienen una cierta garantía de calidad y de control de los procesos. La certificación, más allá de un valor mercantil, que yo ahí tengo mis dudas, es verdad que, por ejemplo, en el caso de las oficinas hace que se alquilen antes y no por más precio. El mercado no cotiza un edificio de oficinas de mayor valor porque tiene un certificado, pero es verdad que nunca está libre y siempre está alquilado. Y eso es un hecho.

-¿Encarecen los proyectos?

-Conozco, por ejemplo, a un promotor de Málaga que trabaja por toda España y está dispuesto a subir un 15% los precios por certificar sus proyectos. A mí eso me parece mucho. Como principio, no estoy de acuerdo en que tenga que costar más porque si introduces la sostenibilidad desde el inicio en tu proyecto, no debería de costar mucho más. Ahora bien, si quieres ir a la excelencia y vas a máquinas de mejor rendimiento, con materiales libres de plástico pues al haber menos stock en el mercado son más caros. Sin embargo, hay varias certificaciones y grados: plata, oro o platino y hay promotores que son capaces de utilizarlas sin reventar precios. Si realmente quieres hacer un edificio con prestaciones de sostenibilidad no debería de ser más caro, pero reconozco que hoy en día lo es.

-¿Qué beneficios y ahorros ofrece a una persona el vivir en un edificio certificado como sostenible?

-Genera ahorros y eso es un hecho. El gran problema es cómo lo demuestras. Solo puede verlo el comprador una vez utiliza la vivienda y eso es posterior a la compra. También depende del comportamiento del usuario porque si tiene una vivienda energéticamente eficiente, pero calienta la casa con las ventanas abiertas no va a ahorrar. Además, también hay que valorar la parte social y ambiental. 

Foto: EDUARDO MANZANA

-Ha puesto algunos ejemplos de empresas que sí están apostando por promociones más ‘verdes’. ¿Es una tendencia en el sector?¿Las empresas están cambiando?

-Sí. Las empresas internacionales que tienen que reportar sobre su política de sostenibilidad están haciendo muchas cosas. Quizás aún es más a nivel de imagen, pero sabemos que muchas se están metiendo en la parte más técnica. Eso no se puede negar. Además, para ellos son grandes inversiones y nosotros como GBCE intentamos ayudarles. Los pequeños también están en ello. En cualquier caso, lo más importante es atacar a los grandes contaminadores y ahí poner el foco. Al final, el pequeño constructor en volumen al año construye poco y él no puede transformar el mercado, sino que son los grandes jugadores los que deberían asumir su responsabilidad y hacer los cambios para generar efecto tractor. 

—Hablando del futuro, ya se empieza a explorar la madera, pero ¿qué otros materiales serán los protagonistas de las nuevas construcciones?

-La madera es uno de ellos y ya hemos pasado ese momento de miedo en el mercado para utilizarla. Ahora está el gran debate de si hay suficiente madera y habrá sin ningún problema porque al final es oferta y demanda. El gran debate es que sus detractores dicen que se trae de los Alpes o de Noruega, pero empresas cementeras que fabrican por todo el mundo también su certificado de hormigón ecológico viene de Noruega. Nadie es un santo en ese debate. Creo que estamos en un punto en el cual estamos cambiando el equilibrio de ciertos materiales. Es verdad que en un clima como el de València tener la madera caravista no es la mejor opción por el sol, pero eso no quiere decir que la estructura no la puedas hacer de este material. Quizás debamos llegar a un punto en el que ciertos elementos estructurales, como pilares y forjados sean de madera y esa combinación reduce la huella de carbono. De hecho, en las escuelas de arquitectura cada vez veo más proyectos con estructuras de madera, por lo que cuando esos profesionales lleguen al mercado eso se aplicará mucho más. En cualquier caso, el hormigón tiene lugar en la construcción y no lo puedes quitar. No hay que demonizar materiales. También hay una pequeña revolución con las pinturas, que están basadas más en agua y a nivel de aplicación no son tan tóxicas o los morteros basados en cal, con capacidad para regular la parte hídrica. Por tanto, cada vez habrá más 'ecomateriales'.

-A nivel constructivo la industrialización va tomando fuerza, aunque los promotores se quejan de que todavía cuesta acceder a la financiación para este tipo de proyectos. ¿Es el futuro?

-La industrialización en sí misma no es ninguna garantía de sostenibilidad. Si lo haces bien, puede ser más sostenible tu producto final, pero puedes hacer un edificio de hormigón y no por ello es menos sostenible. Ahora bien, los procesos de la industrialización tienen dos garantías. Por un lado, mayor calidad porque todo está más controlado y, por otro, existe más control sobre el uso de materiales y no hay desperdicios como en una obra tradicional. Ahí reduces impacto en residuos, agua, energía e incrementas calidad. Por ello, deberíamos estar industrializando mucho más, pero uno de los grandes problemas es cómo empezar desde el diseño con la industrialización. Un segundo tema es la financiación porque es un problema, dado que la banca no es capaz de dar préstamos sobre una obra que se fabrica en una fábrica y solo financian si está en la parcela por cuestiones de tasación. No obstante, desde hace un mes, el Ministerio de Economía ha lanzado una consulta pública para revisar su norma sobre tasación para que precisamente la industrialización sea fácil de financiar.

-¿Existen otras soluciones en el mercado que vayan encaminadas a la edificación más sostenible?

-Dentro de la construcción clásica en obra se necesita mayor formación de los industriales, carpinteros o albañiles porque tenemos un sector muy mal formado. No hay una cadena de garantías de calidad y la gente solo trabaja en su campo. Creo que ahí, la industrialización es un tema, pero dentro del sector falta un esfuerzo brutal en formación en todos los aspectos. No tiene sentido que un albañil no entienda la descarbonización y lo mismo para un pintor que no entiende de la economía circular.

-Bruselas ha actualizado la Directiva relativa a la eficiencia energética de los edificios (EPBD, por sus siglas en inglés) que incluye algunas de las peticiones de GBCE y reconoce el impacto del ciclo de vida completo de la edificación en el cambio climático. 

-Los grandes cambios son que si antes pensábamos en energía ahora es en emisiones y si antes se hablaba de fase de uso del comportamiento de la vivienda, ahora es ciclo de vida. Además, antes se exigía a los Estados una estrategia, pero ahora tendrán que ser planes de acción.

-¿Qué implicaciones tendrá para España?

-El Código Técnico cambiará en 2026. Además, cuando se pida una licencia se tendrá que hacer un cálculo de la huella de carbono de cada proyecto. Antes se exigía un mínimo de eficiencia energética y ahora se va a exigir una medición de la huella de carbono para poder obtener el permiso.

-Las promotoras se quejan de la rigidez de la normativa, las trabas burocráticas o el alza de precios. Estas exigencias, ¿complicarán el desarrollo de nueva vivienda y provocará más subidas de precios? 

-Las cosas no son tan sencillas. Grandes promotoras han abaratado sus edificios, por tanto, el miedo es una cosa y la realidad es otra. Si lo trabajamos de verdad, estoy seguro que esto no ocurrirá. Además, parte del coste de la vivienda está en el coste del suelo que muchas veces no es la compra, sino el tiempo que pasa desde su adquisición hasta ponerlo en carga que puede pasar hasta cinco años. Ese periodo en gran parte es porque la Administración no gestiona las licencias como toca. Cada año que pasa aumenta un 5% el coste de suelo y si un promotor ha pagado 500 euros por metro cuadrado, un año después si no ha construido serán 550 euros. Por tanto, parte del incremento del coste de la vivienda es porque a nivel gestión no somos eficiencias no tiene que ver con la sostenibilidad ni el Código Técnico.

-¿Existe algún país o ciudad que sea un modelo a seguir para España en cuanto a descarbonización y sostenibilidad en su parque inmobiliario?

-Hay muchos países y ciudades que están haciendo cosas. Dinamarca y Finlandia, por ejemplo, están más avanzados, incluso, Francia a nivel de regulación de materiales. También Alemania es uno de los países más avanzados en sostenibilidad y exige certificaciones. Aquí no son obligatorias. En cambio, las estrategia de rehabilitación de España han sido las mejores de Europa, valorada hasta por Bruselas, pero a la hora de implementarlas hemos sido los peores. Por tanto, sabemos a dónde tenemos que ir, pero luego hay una dificultad e inercia en implementar las cosas en parte por esa separación entre el sector público y privado. 

Foto: EDUARDO MANZANA 


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