BRUSELAS. No, no eran una leyenda los buques cargados de petróleo o de gas natural licuado (GNL) que se pasean por los océanos esperando a que suba el precio en los mercados energéticos. Esta maniobra especulativa sobre la decimonónica ley de la oferta y la demanda, en la que se ha basad la economía liberal que hoy nos gobierna, ha alcanzado su cenit con la crisis energética global, atribuida a Rusia como la pandemia de la covid a China. El reciente plan energético de la Union Europea (UE) intenta hacer frente al incremento exponencial de la factura de la luz, imponiendo unas medidas de solidaridad e intervención del mercado en una economía capitalista donde el Estado ya hace años que renunció voluntariamente a regular y que hoy está en manos de las empresas privadas.
La falta de transparencia en la factura de la luz y en los mercados diarios de la subasta de las energéticas está en el fondo de la cuestión. La ministra española de energía, Teresa Ribera, se lamentaba de ello al término de uno de los Consejos de la UE y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, también se preguntó a dónde van a parar los beneficios extraordinarios, desde el productor de energía hasta que le llega la factura de la luz al consumidor.
La modificación del índice energético de precios, el TTF, parece ser la medida más revolucionaria, un marcador operado por Gasunie Transport Services con capital público-privado al 50% entre el gobierno de los Países Bajos y grandes operadores energéticos como Royal Dutch Shell y Exxon Mobile. Hoy es un referente mundial para otras regiones con reservas más importantes, especialmente en Rusia, y en el golfo Pérsico, golfo de Omán, Norteamérica, golfo de México y Sudamérica.
El TTF (Tittle Transfer Facility) representa el índice de precios del gas para Europa, un marcador holandés que establece lo contratos a futuro del gas natural negociados en la bolsa ICE (InterContinental Exchange) a través de un mercado virtual donde se compra y se vende gas. Se creó en 2003 y su sede está en los Países Bajos. Fue adquiriendo importancia a medida que se liberalizaban los servicios de la energía perdiendo el control del Estado. Cuando Rusia comenzó a exportar su gas a Europa, la UE le impuso este índice, el TTF, el Kremlin le preguntó: ¿Estáis seguros de que queréis que nos rijamos por vuestro marco de referencia para establecer el precio? La clave está en los contratos a futuros, que implican la entrega de gas durante un tiempo determinado y en un momento futuro determinado.
David Hewitt, Director de Hewitt Energy Perspectives Ltd, explicaba esta anécdota desde su oficina en Vietnam, expulsando la duda de que Rusia sube el precio del gas. Con una exitosa carrera en la industria del petróleo y el gas, Hewitt ha sido pionero como analista aunando los sectores financiero y energético, algo que acaba de descubrir la UE en el nuevo plan energético que se aprobará esta semana. Este experto en el mercado energético trabajó con CLSA en Japón y Hong Kong, con Credit Suisse en Singapur y Canadá, como Jefe Global de Investigación de Acciones de Petróleo y Gas, y con Macquarie en Londres, como Jefe Europeo de Investigación de Petróleo y Gas.
Consultado por Valencia Plaza en un tema tan complejo, David Hewitt coincidió en que en todo el mundo dice que la factura energética no es transparente. “No saben cómo ni a dónde va el dinero desde el primer productor hasta llegar al consumidor final. Incluso los Estados, los gobiernos, no saben cómo suben y bajan los precios, ni a dónde va el dinero. Por eso quieren cambiar el índice actual, el TTF”.
En primer lugar, el TTF es sólo el punto de transferencia, un precio que se establece en los Países Bajos. Es el precio central, donde la gente compra y vende gas. Ahora bien, ¿quién está comprando y vendiendo el gas? ¿Es un productor de gas? ¿Es un intermediario de gas? ¿Es una empresa comercial? La Comisión Europea preparó hace unas semanas un documento estratégico, un “non-paper" para consultar a los Estados miembros la forma de reordenar el mercado energético, previo a la aprobación del plan.
En ese documento parece ser que había varias confusiones, comenta Hewitt. Por ejemplo, donde dice que el TTF no representa el precio real del gas. Pese a que el TFF nació para establecer el precio del gas por tubería, en estos momentos es el indicador también del gas licuado. En Europa hay mucho gas que llega por gasoducto, como el proveniente de Noruega y de Rusia, y la Unión Europea ha anunciado que va a modificar y detener ese indicador.
Para Hewitt, “es una frustración de la que habla la Unión Europea. Si traigo una sola carga de GNL de Qatar y se lo vendo a un comprador, y el precio de TTF es de 45, podría venderlo a 41,40 o 38, no importa”. Es como si la Unión Europea estuviese tratando de decir que el TTF no es un mecanismo de precios completamente válido y debería buscar un mecanismo de precios alternativo. Y esto es lo que refleja el nuevo plan estratégico para la UE y que anunció la presidenta Von der Leyen. “Pero la realidad es que el mercado del gas es increíblemente ajustado y continuará siendo increíblemente ajustado durante los próximos tres, cinco o tal vez incluso más años” ande Hewitt.
El ejemplo es gráfico. Si estamos importando gas y lo traemos por tubería, reflejamos el precio del nivel TTF. Pero si traemos GNL de los Estados Unidos, pasamos por un proceso de peaje para traerlo licuado desde el puerto de origen, única forma de ser transportado en barco. Y, luego, en el puerto de destino debe ser regasificado para su distribución. Lo que nos cuesta alrededor de 2,50 dólares en Europa, se convertirá ahora en 10 dólares. Es un precio mucho más alto porque toda la capacidad de regasificación está llena. Por tanto, las compañías de regasificación, instaladas en los puertos europeos, están cobrando más. Pero si está a 1 dólar de compra en los Estados Unidos, llega a Europa y los precios europeos están a 45, se vende a 45. Ésta es la razón por la que las empresas intermediarias que transportan el gas está obteniendo ganancias masivas.
“Y es por eso que compañías como Shell, por ejemplo, tendrán beneficios absolutamente irrazonables por lo que se lleven de los Estados Unidos. Así que entiendo el deseo de la UE de tratar de usar ese precio de entrada, porque hay un exceso de renta”, explica David Hewitt. Pero la razón por la que hay un exceso de renta, añade, es “porque el mercado es muy ajustado y Europa ha tomado la decisión fundamental de detener una de sus principales fuentes de suministro, que es Rusia”.
Mientras se establece el mecanismo de precios, ¿qué se puede hacer al respecto como Europa o globalmente? Antes de la guerra de Ucrania, el modelo GNL ya tenía un déficit significativo desde 2021 y con vistas hasta 2025. Porque los proyectos de GNL son muy condensados y muy intensivos en capital. Se tarda al menos unos cuatro años, desde el momento en que se decide desarrollar el proyecto, que generalmente es seis años después de que se encontró el recurso, es decir, el gas. Por tanto, suele ser un ciclo de 10 años o incluso 20.
La clave está en que es muy fácil aplicar ese mecanismo de precios en el mercado de GNL porque se sabe exactamente qué proyectos están produciendo y qué proyectos están en construcción, según comentaba Hewitt. Y tienen una previsión bastante buena de lo que se podría sancionar. Incluso si todos los proyectos se pudiesen sancionar, son más probables hoy, en octubre de 2022. Pero pasarán al menos cuatro años antes de que esos proyectos salgan al mercado y realmente obtengan una oferta fiscal.
“Tendremos un déficit significativo de oferta antes de que Europa diga que vamos a apagar el gas ruso, que fue la posición inicial”, advierte David Hewitt. La Unión Europea afrontará el próximo invierno con un déficit de suministro y la certeza de que habrá cortes de luz en los hogares de sus ciudadanos. La decisión fue tomada antes de la invasión de Ucrania, cuando en enero de 2022 Alemania renunció a abrir el gasoducto Nord Stream II, con la aquiescencia de la UE y la complacencia de Estados Unidos, pese al anuncio en diciembre de 2021 por parte del presidente ruso Vladimir Putin de que estaba preparado para abrir la espita.
“A medida que llegamos a la parte más fría del invierno, que es bastante obvio, todos podemos ver lo que está sucediendo. Pero lo fundamental es que sigue siendo un mercado increíblemente ajustado y, por lo tanto, creo que sólo tenemos que aceptar la realidad de que el gas va a ser más caro ahora. La pregunta es: ¿quién va a pagar eso?”. David Hewitt deja en el aire este interrogante, mientras la Unión Europea se prepara para limitar el precio del gas antes de consultar a las empresas que deben lidiar en la subasta energética. Y ése es el problema de base, que son las empresas las que deciden el precio que deben pagar en una economía liberal donde los poderes públicos han perdido el control.