VALÈNCIA (EP). Investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) han observado que los objetos y la acción educativa contribuyen a configurar los primeros gestos en la escuela infantil.
Los niños comienzan a realizar gestos en el primer año de vida, convirtiéndose en uno de los primeros sistemas de significación que utilizan para comunicarse y entender el mundo. Los niños producen gestos con diversas funciones cognitivas y comunicativas en los contextos cotidianos de la escuela infantil. Dirigen sus gestos a otros y también se los dirigen a ellos mismos.
Estudios recientes muestran que los gestos en edades tempranas también tienen una función de autorregulación cognitiva, menos conocida y aún por explorar. En la literatura, ha predominado el estudio de gestos ya desarrollados y bien formados (el gesto de señalar ha sido el más estudiado). Sin embargo, se sabe poco sobre su origen y cómo niños y niñas adquieren estas complejas producciones.
Los estudios sobre gestos se realizan sobre todo en laboratorios. Al ser situaciones muy controladas, se dificulta observar la influencia de los objetos (materialidad) y las interacciones con otros en su desarrollo. Cada vez más niños de edades tempranas asisten a escuelas infantiles, y su tiempo de permanencia es cada vez mayor. Por tanto, la investigación en el contexto cotidiano del aula es muy relevante porque permite comprender cómo influye la acción educativa en el desarrollo de la comunicación intencional a través de gestos.
El grupo de investigación Desarrollo Temprano y Educación (DETEDUCA), de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), está investigando en la Escuela Infantil a través de varios proyectos. En uno de los estudios, observaron que un niño de 11 meses se autorregulaba usando objetos y gestos privados para comer por primera vez él solo, con una cuchara, en el aula 0-1. "Partiendo de estos resultados, realizamos una investigación longitudinal para responder a dos interrogantes: ¿Cuáles son los tipos y funciones de gestos de los niños en el aula?; y ¿puede influir la acción educativa en su desarrollo?", explican los autores.
En la investigación, participaron 8 niños del aula 0-1 y su maestra. Se codificaron los gestos de los niños/as y la acción educativa utilizando el Software ELAN (EUDICO). Los datos se analizaron cuantitativa y cualitativamente, a través del análisis de frecuencias y de manera microgenética.
"Observamos que el desarrollo de los gestos fue progresivo. Al inicio, los niños realizaron producciones más básicas que fueron configurándose como gestos convencionales a través de la interacción con la materialidad y la maestra. Por ejemplo, antes de señalar convencionalmente, con el dedo índice estirado, los niños indicaron de formas más básicas, como con la mano entreabierta o el dedo tocando el objeto", detallan los investigadores.
"En este proceso de consolidación progresiva de los gestos, la maestra influyó de dos formas: primero indirectamente, a través de la planificación del aula, la organización de actividades y la selección de la materialidad; y luego directamente, a través de sus acciones antes y después de los gestos, cuya función fue promoverlos, responder a ellos, estructurarlos y corregirlos", agregan.
Los primeros gestos que realizaron los niños fueron dirigidos a sí mismos, con el fin de explorar los objetos e instrumentos a su disposición. A los 8 meses, empezaron a dirigir sus gestos a la maestra con funciones comunicativas, y a autodirigírselos con funciones de autorregulación (gestos privados).
Los niños se comunicaron, sobre todo, a través de la materialidad por medio de ostensiones. Las ostensiones son gestos que se producen con el objeto en la mano. Fue el gesto más frecuente y el único realizado por todos los niños/as del aula. Posteriormente, en el último tercio del primer año, aparecieron gestos como el de señalar o los gestos simbólicos, que son más complejos al implicar distanciamiento del mundo material.
"Los resultados resaltan la importancia del papel de la escuela y de la materialidad en la configuración del repertorio gestual durante el primer año, pudiendo contribuir a optimizar sus prácticas educativas. Los gestos son predictores del lenguaje verbal, y su ausencia o alteración en los dos primeros años de vida puede ser signo de alarma de dificultades comunicativas y trastornos del desarrollo. Proseguir esta línea de investigación podría facilitar su identificación temprana y enriquecer los programas de intervención", concluyen los autores.