Abraham Brández tiene, al fin, lo que de verdad quería: un gran restaurante de producto en València
Si es que está claro: "El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a dónde va"; la sentencia (cristalina) pertenece a Saint-Exupéry, autor de El Principito, pero también nos sirve para Abraham. Lo conocimos en Duna (ojalá vuelva aquel Duna...) y seguimos su pista en Lienzo pero ha sido en Gran Azul donde, al fin, vemos al cocinero que intuíamos.
Brández quería un gran restaurante de producto en València y aquí lo tiene, a la vera de Askua, Rausell, Maipi, Pilsener, Aragón 58 o Vinícolas. Y es que lo que nació como una arrocería frente al viejo Mestalla ha devenido en una de las casas de comida donde más se mima la despensa: qué alegría.
Cada día está mejor Gran Azul. Elaboraciones cada vez más esenciales (espardenyes, guisante lágrima, trufa negra y gamba roja de Dénia, plato inolvidable), una sala todavía más afinada —gracias a la incorporación de José María Sancho y la honestidad de un hombre que cree en lo que hace. Bravo.