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el muro / OPINIÓN

Esperpento

El punto de inflexión ante cualquier relación social y cultural próxima es la apertura de los colegios. En el mundo de la cultura aún están sin aclarar cómo serán las temporadas. 

30/08/2020 - 

La reciente cancelación de espectáculos en el festival Sagunt a Escena a pocas horas de su celebración obliga a pensar en lo que se nos avecina. Además, hace prever un otoño complicado que va a afectar de forma muy contundente al mundo de la cultureta y el abstracto espectáculo, a no ser que las cosas sanitarias mejoren de forma considerable y ofrezcan garantías de todo tipo y condición. 

La apertura de las puertas de los colegios va ser la prueba de fuego, o el punto de inflexión, en torno a la evolución de la pandemia y, a buen seguro, determinará nuestro futuro más inmediato en todos los campos sociales. También será juez de las previsiones realizadas por nuestros gobiernos, su acierto o desconcierto e improvisación.

Bien es cierto que los últimos meses han sido durísimos para las artes escénicas y los espectáculos musicales. De hecho, el sector de la música en directo en la CV estimaba que las pérdidas serían este verano de 70 millones de euros y un enorme número de puestos de trabajo. De continuar la pandemia a este ritmo la ruina puede ser absoluta para el mundo del espectáculo. Ya no sólo porque Sanidad puede determinar por sorpresa la suspensión de un espectáculo, con lo que ello supone, sino porque programaciones y contrataciones enteras se cierran con muchos meses de antelación por lo que el vértigo económico que se puede correr es absoluto. No creo que exista compañía de seguros dispuesta a lidiar con esos riesgos.

Asistenes al ciclo Mar de Sons del Grau de Castellón.

Pero más allá de cancelaciones de última hora en un sector netamente privado, aunque trabaje con las administraciones a cambio de porcentajes de taquilla en muchas de las ocasiones, existe un segundo problema como es la rentabilidad de un sector público que nos cuesta un auténtico dineral, con plantillas sobredimensionadas, espacios caros de tener en pie, no siempre a la altura y que hasta ahora ha permanecido casi escondido pero sin riesgos económicos gracias a “nuestra buena voluntad”.

Desconozco los planes de las administraciones públicas, en este caso Generalitat, diputaciones y ayuntamientos para sacar partido o rentabilidad y justificar el mantenimiento de orquestas, compañías de danza, plantillas de técnicos y funcionarios, circuitos, coros, producción de espectáculos, auditorios, teatros, centros culturales, subvenciones a festivales y proyectos culturales, que no se sabe si se celebrarán, e incluso contratos con artistas, como en el caso de la ópera o la música clásica, sectores en los que se trabaja con años de antelación.

No es lo mismo aplazar una representación puntual hasta nueva fecha que suspenderla hasta no se sabe cuándo, o mantener en el caso de Valencia y Alicante, por ejemplo, tres orquestas que actuarán para un público reducido, algo que ampliará también su coste porcentual tanto en actuaciones como en representaciones, pero sin reducir costes o servicios.

Al igual que en muchos otros campos, las administraciones públicas deberían de comenzar a establecer previsiones ya que las respectivas temporadas comienzan en apenas unas semanas y el horizonte se nos presenta con una amplia gama de grises. 

¿Qué harán, ampliar funciones teatrales, musicales o líricas para aforos reducidos y aumentar costes, cachés y gastos, o regalar entradas para justificar como siempre números de asistencia? ¡Y sin vacuna a la vista!

Hasta ahora el sector público ha sido el menos perjudicado en esta crisis que se nos ha venido encima sin esperarlo y desconocemos el tiempo que durará, pero algo tendrá que hacer para rentabilizar unos gastos de personal desorbitados que se suelen llevar un tercio del  presupuesto de cualquier escenario a cambio hasta ahora de mera paciencia. Nuestra economía no puede ni debe seguir manteniendo una estructura pública sin riesgos que apenas se ha tambaleado dentro de nuestro sistema sin ofrecer resultados. Y que no nos hablen de cultureta como pan espiritual, estilo ministro Uribes, o todos esos cargos y funcionarios colocados en organismos públicos por unos y otros que más que desaparecidos están ya seis meses ausentes salvo para la nómina.

El sector privado -es su batalla frente a lo institucional- ha advertido en repetidas ocasiones del panorama que les viene encima sin que la Administración haya presentado alternativas sólidas de colaboración  o planes más allá de un reparto de subvenciones. Lo fácil. Si es que llegan. Nuestras instituciones, tan poco diligentes ellas, han tenido muchos meses para pensar en reorganizar la instituciones culturales que se multiplican y solapan frente al nuevo paradigma que se nos presenta. Su silencio y ausencia de planificación es simplemente señal de inoperancia y/o desinterés. 

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