Salón de la franquicia, edición 2017. Ubicación: Plaza del Ayuntamiento. La irrupción ininterrumpida de negocios de comida rápida replantea el futuro del kilómetro cero valenciano
VALENCIA. La franquicia de tacos mexicanos, las de ibéricos, las de yogur, las de hamburguesas, las de pizzas, las de bocatas, las de cafetería, las de carcasas de móvil, las de pintxos… y en alza la de los restaurantes tematizados puro America great again. De qué se quejan si la Plaza del Ayuntamiento de Valencia es hoy un escaparate privilegiado de la diversidad, quintaesencia del franquiciado, desfile de un poquito de cada cosa.
El Foster ha doblado su espacio, en la cercanía con Marqués de Sotelo un Hard Rock prepara su flamante entrada en el mercado local. Y hace unas semanas abrió en la esquina con San Vicente otro restaurante de jamón con naming explosivo: Cum Ibérico.
Edición 2017 de un debate cronificado. Mientras sus alrededores se revalorizan, la Plaza del Ayuntamiento está sumergida en su conversión total en feria de las franquicias y los comercios veloces. Con una sensación añadida: que es inevitable, un avance innato al desarrollo de las ciudades modernas, una concentración congénita al fluir contemporáneo, pura ley del mercado. Y es probable que así sea.
También es probable que se equivoque el tiro al creer que la única forma de control pasa por administrar el desarrollo comercial, más bien es la consecuencia de la propia concepción.
Quienes andan detrás de las aperturas más recientes confiesan que es el alza del turismo, las previsiones de tráfico extranjero, quienes justifican la apuesta agresiva por la plaza. La sustracción de trozos estratégicos de una ciudad para entregarlos a la industria de la visita. Qué peculiaridad: la Plaza del Ayuntamiento en lugar de factor de atracción para el que llega tiende a transformarse en área de avituallamiento breve, de usar y tirar.
Aunque anda que ir a quejarse con la variedad de establecimientos que tiene…
Chema Segovia es arquitecto y especialista en gestión de la ciudad, una voz joven de referencia. “El comercio franquiciado está estrechamente ligado con el turista o incluso con el visitante eventual del centro urbano (que no tiene porque venir de fuera, sino que puede ser incluso local). Ese tipo de establecimientos son los que buscan en sus contactos breves con la ciudad. Ofrecen la seguridad de lo conocido y algunos incluso hacen un poco de fetiche, de souvenir que se tiene la necesidad de consumir en los viajes (caso Hard Rock)”.
¿Desaprovechando la Plaza del Ayuntamiento? Chema Segovia plantea que tal vez es un espacio que ciertas franjas de edad sí aprovechan (mucho) y hacen propio. La acumulación de “este tipo de comercios desvela la falta de espacios que ofrece la ciudad para los adolescentes. Hay locales de los que hablamos (restaurantes, heladerías, tiendas de ropa...) que funcionan como espacios de referencia para ellos. En ellos se encuentran, se divierten, se sienten seguros y autónomos, tienen un tipo de ocio que implica un consumo barato... Esta reflexión es menos habitual, pero a mí me fascina el ambiente que veo en esos locales. Es interesante porque la franja de edad entre los 13 y los 20 años, aproximadamente, ha sido una de las más desatendidas por nuestras ciudades, diría que más incluso que la infancia o la gente mayor”.
Lo plantean los arquitectos Ángela López y Xavier Laumain, de ARAE Patrimonio y Restauración. La plaza confundida en calle. “El propio desapego respecto a la plaza tiene que ver con su uso. Cuando miras a nivel urbano la plaza tienes los laterales por donde se pasa simplemente, y generalmente rápido… y si llueve mejor no pasar por si te caes. Y la parte central que es una isla y que sirve para la mascletà, aunque los mercados son una nueva manera de retomar este espacio, pero muy puntuales. No hay incentivo de ir por el centro. Eso impide además apreciar bien el escenario arquitectónico que supone la plaza”.
López y Laumain también refrendan el efecto caricatura: “Su posición como elemento central es simbólico de muchos de los males que asolan a la ciudad, del peligro de la despersonalización... Todo este turismo que viene es lógico, el entorno es una opción cómoda y un espacio grande, céntrico, con referentes conocidos”.
El presidente de la Fundación Goerlich, el abogado Andrés Goerlich, con la Plaza en su cabeza, apunta a las décadas de desidia como causa: “evidentemente se ha ido depreciando su valor, desconfigurando el concepto, primero con la demolición de la tortada, luego otorgando licencia para la construcción de dos edificios que nada tienen que ver con su estilo ni concepto y finalmente, tras casi 60 años y haber pasado corporaciones con regímenes y sensibilidades distintos en modo alguno haberle dedicado el más mínimo interés”.
El presidente de la Academia de Gastronomía de la Comunidad Valenciana, Sergio Adelantado, y arquitecto, incide en el resultado (“debería ser La Plaza y no un lugar solo por el que se pasa o al que se va a ver las mascletàs”) y pone el foco en una de sus derivadas, la escasa oferta gastronómica de calidad en este epicentro: “dudo que esto mejore. Considerar al turismo como un bien supremo, da lugar a estas situaciones. Hay un potencial brutal en la gastronomía como concepto identitario, cultural, de arraigo, industrial, de sostenibilidad, de salud. No acabo de entender porque no arrancan iniciativas políticas al respecto. Bastaría con copiar a otros territorios que han obtenido magníficos resultados”.
La arquitecta Sonia Rayos punta una última causa: “Las ordenanzas respecto q los rótulos son poco restrictivas. Debería haber unas ordenanzas que limitaran la instalación de los rótulos con prescripciones más específicas. Para que te hagas una idea, en algunos Catálogos de Bienes y Espacios Protegidos de otros municipios se prohíben los rótulos luminosos; o el espacio que ocupan en la fachada se limitan al ancho entre jambas del vano de acceso. Y aún más, hay entornos de protección que obligan a utilizar únicamente materiales nobles para la rotulación de comercios (madera, piedra tallada), o letras sueltas metálicas cuyo color armonice con el edificio.
Esto último quizá sea exagerado para la plaza del Ayuntamiento, pero sí se debería establecer un criterio que ayudara a dar mayor protagonismo a los edificios, y no tanto a sus comercios. A mí me parecería lógico que se ajustaran al menos al ancho entre las jambas del vano de acceso, es decir sin ocultar los elementos arquitectónicos de la fachada, y me parecería maravilloso que no se permitiera el uso de rótulos luminosos. La semana pasada estuve en Madrid y es terrible. Con la llegada de los leds, la Gran Vía se ha llenado de enormes pantallas anunciando los estrenos de los teatros, o el último móvil de Samsung. Aquí aún no hemos llegado a esto, pero démosle tiempo, que llegará”. Bien, pero...
Chema Segovia: “Recuperar la Plaza del Ayuntamiento tiene que ver con cambiar su diseño, con acompasar eso a la concesión de licencias de ocupación del espacio público, con mantenerla abierta a actividades en los que se potencie la participación cívica y la actividad natural de la ciudad (el mercado ecológico o la feria de la movilidad son buenas experiencia en esa línea), con repensar el esquema de movilidad revisando paradas de bus o de taxis, con trabajar los itinerarios turísticos a través del centro (algo que nunca se ha pensado de forma activa), la política de vivienda aplicada al entorno de la Plaza también juega un papel fundamental… Lo más importante de todo, creo que repensar la Plaza del Ayuntamiento tiene que hacerse en el marco de toda Ciutat Vella, y específicamente de las Plazas de la Virgen, de la Reina, del Mercado, de Brujas y de San Agustín. Esa integralidad es algo que he echado un poco en falta en el proceso para repensar la Plaza de la Reina”.
Andrés Goerlich: “Se deberia convocar un concurso de ideas para que los arquitectos puedan presentar sus propuestas como se acaba de hacer en Madrid con la plaza de España y sobre la base de estos, que toda la ciudadanía opine, los mejore, los complemente y decida”.
Ángela López y Xavier Laumain: “Debe formar parte de un planteamiento social, no es una cuestión solo urbana, depende una estrategia más global que busque que las plazas sirvan para algo más que para pasar”.
Sonia Rayos: “La plaza tiene valor en sí misma como espacio público del que la ciudadanía puede apropiarse. Y creo debería peatonalizarse en gran medida, para la que la ocupación y el uso que se genere sea aún mayor”.