El debate que reúne a los líderes de todos los partidos políticos con representación parlamentaria ha vuelto a realizarse, tras el parón por covid. Curiosamente se celebra en estos días en que se vuelve a hablar de séptima u octava ola de la pandemia, donde los casos se dan por doquier y los ingresos aumentan. Pero parece que la normalidad llegó para quedarse, y hasta en el Congreso que no es un espacio de gran amplitud, vemos a todos los diputados sin mascarilla echándose los trastos a la cabeza y culpando de todo a los grandes protagonistas de la política española: Franco y Putin.
El debate es una oportunidad única para conocer mejor cómo son, cómo hablan, cómo gesticulan y cuánta verdad o mentira hay detrás de nuestros máximos representantes. Y digo esto porque es de las pocas ocasiones en que intervienen durante un tiempo prolongado, exponen sus ideas con y sin papeles y sobre todo y quizá es lo más interesante, se someten a turnos de réplica y refutaciones, es aquí donde se puede apreciar su capacidad de improvisación, de comprensión, de reflexión, su agilidad verbal. Todo esto puede parecer un simple análisis de expertos en oratoria y comunicación política, pero creo sinceramente que nos ofrece una información de calidad para saber qué tipo de personas elegimos para que decidan cuánto tenemos que pagar en impuestos, cómo debe ser la educación de nuestros jóvenes o incluso si tenemos derecho a usar nuestros coches o no.
La exposición que más expectativas levanta es la del presidente del gobierno, la inicial que es la más extensa y la que marca las líneas maestras del debate, además suele ser utilizada para lanzar alguna medida estrella, es decir, un mensaje electoralista que contente a la ciudadanía. Este año es un debate de especial gravedad porque a la era post Covid (aunque ya no tengo claro que vayamos a poder afirmar esto con seguridad, porque parece que el Covid no tiene intención de desaparecer), se le une la crisis que está empezando a aflorar y el conflicto bélico que parece que se cronifica tras la invasión de Rusia sobre Ucrania. La tormenta perfecta que anuncia una descarga de truenos, relámpagos y un diluvio universal.
El discurso de Pedro Sánchez, con un tono didáctico y tranquilo tenía como eje el explicar lo que sucede y de alguna manera decir “el mundo está mal, y las cosas van mal no sólo en España, y encima nosotros estamos mejor que otros”. Esto sería un resumen muy básico pero útil, la autocrítica no está nunca de moda en la política y la guerra está siendo el gran escudo que protege al gobierno de cualquier crítica hacia su gestión. La ruptura de las relaciones comerciales con Rusia está suponiendo la ruina para los europeos, no para los rusos y encima una bendición para Estados Unidos. Después de dos décadas con un euro por encima del dólar, nuestra moneda está igual o por debajo, la inflación desbocada y el día a día empieza a ser insufrible porque a la subida del gas y la luz, tenemos la de la gasolina y con los impuestos que el presidente pretende imponer a las grandes empresas, acabaremos pagándolo de manera indirecta los consumidores, todo se repercute.
Los partidos de la oposición criticaron y denunciaron todo lo que muchos analistas, comentaristas y ciudadanos ven, principalmente el peligro a llevar a nuestra economía a un estilo propio de países empobrecidos, subvencionados, con exceso de control e intervencionismo, subidas de impuestos y empobrecimiento de las clases medias. Pero la portavoz del PP, Cuca Gamarra no acaba de transmitir una oposición frontal y contundente, parece que siempre estén esperando a que Sánchez se convierta al liberalismo, ilusos. El líder de Vox, Santiago Abascal, fue más directo, no rehuyó cuestiones de ideología (al margen de la economía) para recordar al gobierno que todo lo que destruyan o derrumben lo volverían a rehacer. Este asunto es de gran trascendencia, pues hay dos partidos en la derecha y uno cree que sólo es importante la economía, mientras el otro asume y entiende que el debate de fondo que genera un modelo u otro de sociedad es el cultural, el moral y el educativo.
Lo más llamativo de la primera jornada fueron las laudatios de los líderes de En Comú-Podem hacia la figura del presidente del gobierno, y muy esclarecedores sus elogios. Se mostraron satisfechos con ese giro a la izquierda de Sánchez. Es curioso que el actual PSOE en lugar de buscar la moderación y el centro político o casi la derecha (con lo que ha estado reivindicando hace unos días en la cumbre de la OTAN, hablando de defensa, alianzas con Estados Unidos, ignorando el drama humano en la frontera con Melilla), tenga el valor de presentarse en este debate, una vez más, como el defensor de los más vulnerables, esos mismos que están asfixiados a impuestos por este mismo gobierno. La guinda fue la valoración positiva del discurso presidencial por parte de la portavoz de EH Bildu, a dos días de recordar los 25 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Dime con quien andas…
El Debate del Estado de la Nación, más ha parecido un spot de la nueva campaña de la Lotería de Navidad. Todos saben de todo. Lo que vienen siendo los todólogos y los clásicos cuñaos que lo saben y analizan todo y tienen solución para todo. Lo malo es que aquí, no nos valen estos spots porque es muy importante lo que nos jugamos.