Esther Ferrer visita el próximo sábado 17 de diciembre el Centre del Carme para realizar una performance "que decidirá en el momento". Lo hace de la mano del ciclo Art D', que impulsa el arte de acción a través de performances en vivo, teoría, reflexión y debate
VALÈNCIA. A Esther Ferrer le chirría cuando la definen con artista, confiesa que no lee mucho la prensa ni los artículos que escriben sobre ella, pero que cuando lo hace y la empiezan a definir como artista pierde el interés: “Para mi condicionar al público ya de entrada es una pérdida de tiempo”, explica, "alguien que comienza escribiendo así no es serio. No es que me chirríe, pero a veces me da risa". Sin embargo, admite que su figura la definen los otros, a través de su mirada y su juicio, por lo que deja que los periodistas la llamen como quieran: “Yo hago lo que quiero cuando quiero, y por ello permito que los que escriban lo hagan también”.
Comprende la prensa como una interpretación, un diálogo entre el espectador y el interlocutor para anunciar o hablar de algo. En este caso el motivo es hablar sobre su próxima acción en el Centre del Carme el próximo sábado 17 de diciembre, donde hará una acción "que decida en el momento" y en la que "hará lo que le de la gana". Su visita la hace de la mano de Art D', un espacio intermedio entre disciplinas artísticas que llevan a transformaciones individuales y sociales, como es en este caso la performance que realiza Esther, considerada como una de las mejores artistas españolas de su generación.
Su labor y actividad conlleva todo tipo de trabajos: arte, fotografía, mapas mentales... aunque desde los años 60, 70, 80 y 90 se ha sentido “más cogida” por lo performático, acción en la que es una absoluta referente y con la que ha logrado varios galardones, entre los que destacan el Premio Nacional de Artes Plásticas de España (2008) y el Premio Velázquez de Artes Plásticas (2014). En 10 días cumplirá 85 años y admite que poco a poco está abandonado la performance "por una serie de circunstancias que no tienen que ver con el arte", más por la imposibilidad de hacer tantos viajes y por la edad. Desde Francia conecta con Culturplaza para conversar sobre su carrera, sobre la performance y para analizar como ha cambiado su forma de hacer arte a través del paso del tiempo y gracias a sus nuevos conocimientos.
-Antes de empezar, ¿cómo se encuentra ahora mismo?
-Estoy bien, pero mayor. Cuando se es vieja si no te duele arriba te duele abajo, si no es un costado es el otro. Cada día tienes algo de lo que quejarte, la edad no perdona.
-Y ahora al grano, ¿qué no es la performance?
-Casi no se lo que es, es imposible decir lo que no es. La performance es un acto de libertad, como todo hecho artístico, una proposición que se hace y que puede tener miles de manifestaciones. Cada artista la interpreta como puede, como quiere y como le conviene. Para mi es una proposición que hago en un momento o lugar determinado, y todo lo que pasa alrededor de esta (para bien o para mal) forma parte de ella.
"Para mi [la performance] es una proposición que hago en un momento o lugar determinado, y todo lo que pasa alrededor de esta (para bien o para mal) forma parte de ella"
-En su definición de performance habla de tres conceptos principales: tiempo, espacio y presencia, ¿están también en el resto de arte que realiza?
-Estoy muy de acuerdo en lo que dije, y lo suelo repetir, pero realmente se puede aplicar a todas las manifestaciones artísticas, aunque en el caso de la performance hay una forma muy diferente de tratarlos.
-En muchos casos habla también de la circunstancia como aquello que lo rodea todo, ¿añadiría este como un cuarto valor?
-Parto de la base de que todo lo que pasa, para bien o para mal, forma parte de lo que hago. Tanto si las personas hacen cosas más inteligentes o menos, acciones elaboradas o más simples… Todo ello habla de la acción. Yo no elimino nunca nada, todo se vive junto a otra gente.
-¿Viven todas sus acciones en la libertad?
-Si yo soy libre de hacer lo que quiero, lo que me interesa, la gente también es libre de sentir y hacer lo que quiera hacer en el momento.
-En los años 60, cuando comienza su actividad performática se relaciona mucho con el teatro… ¿En que falla esa asociación?
-La performance no tenía bases ni nombre. Mi generación intentaba separar la performance de toda la parafernalia teatral, es un lenguaje directo sin decorados ni tramoyas, eso se queda para el teatro, y por eso funciona bien. En mi caso trato de alejarme siempre lo más posible del teatro, y todo lo que pueda tener relación con esto.
-¿Cómo se hace eso?
-Por ejemplo manteniendo una luz exactamente igual para mi como para a, solo porque no me gusta diferenciar, no me interesa. También es verdad que este alejamiento del teatro ha generado esto de que “los extremos se junten” por lo que se ven muchas performances en las que se ven muchos elementos teatrales. Hay muchas acciones que tienen mucho de teatro ahora.
-¿Significa eso que la performance está evolucionando?
-Por supuesto, la performance tiene que evolucionar siempre hacia otra cosa. En el universo nada aparece ni desaparece, se transforma, y lo mismo pasará con la performance. Se transforma gracias al trabajo de todos, nosotros aportamos algo nuevo casi sin darnos cuenta, sin quererlo nuestras acciones nos ayudan a que los demás evolucionen.
-¿Qué siente cuando le dicen que es un referente?
-No sé nunca cómo tomármelo, tenemos muchas influencias pero… ¿somos conscientes de todas ellas? Si funcionas en una cierta manera de hacer arte todo te toca y te influencia, para bien o para mal.
-¿Cómo es trabajar con lo que hace sentir bien y a gusto?
-Yo hago lo que quiero hacer, de la manera que puedo y quiero. El interés que tiene la performance es que nunca sabes cómo va a desarrollarse, no depende de ti realmente. Depende de la idea que tengas de performance, yo como acepto todo igual está bien, mal o peor. La performance pasa en un momento determinado de nuestras vidas.
-¿Existen las malas performances?
-No existen ni las buenas ni las malas performances, estamos obligados a aceptar lo que pase como tal.
"No existen ni las buenas ni las malas performances, estamos obligados a aceptar lo que pase como tal"
-¿Cómo ha afectado la pandemia al universo performático?
-Estamos entrando en una sociedad que jamás habríamos imaginado, que cambia a una velocidad vertiginosa, más allá de los virus que nos rodean, y cuya tecnología va también a un ritmo que da miedo. El mundo de hace cinco años comparado con el de hoy hace que sienta que hemos vivido casi un siglo.
-Y eso afecta a las relaciones.
-Noto que hay mucha más distancia. Siempre hay una máquina que se interpone entre el artista y el que recibe la acción, incluso en el arte. Todo esto transforma lo que para mi es fundamental: las relaciones entre los seres humanos [resopla].
-¿Le da miedo eso?
-Yo soy malísima con la tecnología, y admito que es algo que me aterra. Siento que se pierde la costumbre de comunicar, directamente, siempre hay una pantalla entre medias. Quienes no tienen una televisión tienen un ordenador o un teléfono. Me da la sensación de que a las nuevas generaciones les resulta más fácil comunicarse a través de una pantalla que afrontar al otro directamente.
-¿Cómo afecta eso a la performance?
-Para nosotros si no está el contacto físico nos falta algo, para estas nuevas generaciones no ocurre. Muchas veces estas se juntan en un mismo espacio y al mismo tiempo no se ven físicamente. A mi esto me cuesta un esfuerzo grande, porque estamos entrando en otro modelo de sociedad en la que para los más mayores adaptarse es un problema. No es un modelo nuevo bueno ni malo, simplemente diferente. En el caso de lo digital a mi me toca depender de alguien, y eso no me gusta, ese es el motivo por el que no he hecho mucho vídeo ni cosas similares.
-¿A qué se debe? Si se puede saber.
-Pues a que para hacer las cosas como yo quiero hacerlas tendría que pasar mucho tiempo aprendiendo, y eso no me apetece ahora ni me interesa. Al final lo que busco es alguien que pueda hacerlo, pero es una dependencia que no me gusta [ríe] yo hago siempre lo que pueda controlar yo misma.
-¿Cómo trabaja Esther Ferrer?
-Yo voy por temporadas, el trabajo depende mucho de las ideas y lo que me rodea. Tiene que ver con lo que ves, lo que no ves y cosas que crees que no te afectan cuando en realidad sí que lo hacen. Nuestros trabajos [ser artista y ser periodista], si lo piensas, tienen que ver constantemente con lo que nos rodea, todo nos condiciona aunque no nos demos cuenta.
-Pero usted muchas veces explica que “hace lo que le da la gana”
-Yo con el arte no tengo ninguna obligación, más que hacer lo que hago lo mejor que puedo. Es mi única obligación, todo el resto es decisión mía. Yo hago lo que quiero cuando quiero y como puedo, lo único es hacerlo lo mejor que puedo. Si no lo puedo hacer mejor estará regular hecho, aunque es difícil que eso lo acepte yo misma, porque tengo que ponerme mis propios parámetros en algún momento.
"Yo con el arte no tengo ninguna obligación, más que hacer lo que hago lo mejor que puedo"
-¿Cuánto tiene que ver la performance con la política?
-En nuestro entorno pasan cosas que nos afectan constantemente, respecto a las mujeres y a mil cosas que pueden pasar. Estas cosas afectan a artistas, charcuteros, a personas de todos los oficios. A mi lo que me gusta en ese momento es hacer algo, para no sentirme impotente. Cuando esto sucede tengo que gritar, protestar, es una necesidad mía, yo soy tan egoísta como eso. Tengo que sacarme eso del cuerpo, si tengo una buena idea hago una buena obra.
-¿Y si esa buena idea no aparece?
-En ese caso te tienes que conformar e ir a gritar a la manifestación, eso depende de las capacidades de cada uno, y de que tengas una idea buena y sepas darle forma. Yo en estos casos solo busco que sea eficaz, que transmita lo que quiero decir y que se entienda. Cuando no encuentro la manera eficaz de hacerlo me fastidio y voy a la manifestación, que ojo iría de cualquier forma.
-¿Por qué dice que se siente egoísta en ese aspecto?
-Porque a mi el arte me ayuda a vivir, como mejor me siento es trabajando. Trabajo haciendo lo que me gusta hacer, que es mi trabajo. Mi trabajo es lo que más me equilibra, y con lo que más aprendo, desde la escuela siempre he sentido una necesidad imperiosa de aprender. Como yo soy más bien tonta y no sé hacer las cosas, cuando quiero hacer algo tengo que aprender, no me queda más remedio. Para mi el arte es una vía de conocimiento muy eficaz, que va más allá de que la obra sea buena o mala.
-No hay nada de egoísta en el impacto cultural que genera.
-Eso es cierto. Yo dudo mucho de mi trabajo y cuando encuentro a alguien que le ha transmitido algo siento mucho descanso. Veo que realmente lo que hago es útil, aunque no hago las cosas pensando en esa parte final de la acción.
-Antes de colgar… ¿Cómo se siente haciendo entrevistas?
-Muchas veces siento que digo lo que me da la gana. Intento responder de la manera más natural que puedo, pero muchas veces mis respuestas son de una simplicidad que decepciona a la gente. A la gente le encantan los discursos elaborados, pero es que no puedo hablar de mi trabajo haciendo discursos. Yo no explico nunca, no me interesa, considero que lo que yo lo que yo pienso no tiene ningún interés, lo que es interesante es lo que los otros piensan de lo que están viendo, que hagan suya esa situación y la interpreten como ellos quieren.