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Los límites del humor, a debate en la uia

¿Existe el derecho a reírse de todo?

¿Podemos reírnos de todo? Dónde acaba la libertad de expresión y dónde empieza el ataque a una persona o comunidad? Prestigiosos abogados reflexionaron sobre esta cuestión durante el 59º congreso de la UIA

2/11/2015 - 

VALENCIA. Los tweets, de más que dudoso gusto, de Guillermo Zapata provocaron su dimisión como edil de Cultura en Madrid el pasado mes de junio. El político de Ganemos intentó justificar su decisión como debida al “dolor generado”, calificando sus tweets como “humor negro” y aseverando que “la libertad de expresión tiene consecuencias”. Entre las personas y comunidades afectadas figuraban los judíos, la familia de Marta del Castillo o Gallardón.

El conflicto del humor —o lo que pretende serlo— con la política, la religión o los crímenes contra la humanidad se presenta frecuentemente. Thierry Bontink, abogado belga de Dal & Veldekens, toma como ejemplo la sentencia Leroy contra Francia para explicar los criterios de la Corte Europea de Derechos Humanos (CEDH): un día después de los atentados del 11 de septiembre, la revista vasca Ekaitza, con sede en Bayona, publicaba una caricatura con el siguiente lema para ironizar sobre el imperialismo americano: “Todos lo habíamos soñado, el hamas lo ha hecho”.

El tribunal europeo validó la condena de los jueces franceses por apología del terrorismo, dejando claro que, si bien se puede caricaturizar el imperialismo americano, en ningún caso se puede promover su destrucción. Thierry Bontink enumera los cuatro criterios del organismo comunitario: “La Corte toma en cuenta la gravedad, es decir la violencia del contenido, así como el factor temporal, por lo que también influyó mucho en su decisión que la caricatura se publicara el día siguiente de los atentados. Los otros dos criterios son la gratuidad, que consiste en distinguir entre provocación e intención de perjudicar, y el impacto potencial del soporte”.

Humor y política

Sin embargo, la Corte Europea ofrece una protección extendida a la sátira al considerarla “una expresión artística que, por su exageración y deformación de la realidad que le caracteriza, tiene como objetivo provocar y agitar”. El organismo comunitario también deja claro en sus sentencias que “El hombre político se expone a la crítica por parte de periodistas y ciudadanos”, dejando claro que un personaje público debe asumir más críticas y sátiras que una persona anónima. Para defender eses principio, la Corte Europea llegó muy al límite con la sentencia Kunster contra Austria en el 2007.

La sátira es una expresión artística, que por su exageración y deformación de la realidad que la caracterizan, tiene como objetivo de provocar y agitar”. Por eso beneficia de una protección extendida. En un collage, el artista Otto Mühl representó al cardenal austríaco Hermann Groer y al político ultraderechista Jörg Haider en posiciones sexuales. Los tribunales austríacos prohibió la exposición, pero la Corte Europea condenó posteriormente a Austria por esta decisión. “La sentencia provocó un cierto malestar dentro de la Corte Europea, ya que se obtuvo por cuatro votos contra tres”, subraya Thierry Bontink.

Más allá de esa sentencia, la postura de la CEDH es muy clara respecto al humor aplicado a la política, y el mismísimo Nicolas Sarkozy puede dar fe de ello: durante el Salón de la Agricultura del 2008, el entonces presidente francés le espetó a un niño que se negó a darle la mano un “pírate idiota”. Semanas más tarde, durante una visita del presidente de la República a una ciudad francesa, se podía leer una pancarta que indicaba “pirate idiota”. El autor de la pancarta fue condenado a una multa de 30 euros pero, tras agotar las vías judiciales francesas, la CEDH le dio la razón al considerar que la pancarta y el contexto entraban en el ámbito de la sátira, evitando así entrar en el tema peliagudo de la injuria a un jefe de Estado.

Lo mismo ocurrió respecto a una estatua que ridiculizaba al entonces presidente de luso, Anibal Cavaco Silva, durante los carnavales en Portugal, al dictaminar que no había confusión posible con la realidad debido al contexto.

La religión, más protegida

Sin embargo, la CEDH es más prudente con la religión, ya que en virtud del artículo 9 de la Declaración de los Derechos Humanos sobre la libertad de culto, debe asegurarse de que se pueda ejercer de manera apacible. Por si fuera poco, algunos países de la Unión Europea reconocen el blasfemo como delito. Uno de ellos es Austria y la sentencia contra el Instituto Otto-Preminger es el más vivo ejemplo: la película Le concile de l’amour del director Oskar Panizza fue prohibida por blasfema, al mostrar a la Virgen escuchando relatos eróticos y manteniendo una relación dudosa con el Diablo. La CEDH estimó que existían motivos para que Austria, que reconoce la blasfemia, prohibiera la proyección película.

Una tendencia que muchos consideran excesivamente conservadora, como el abogado parisino Jean-Yves Dupeux “¿Cómo reaccionaría la CEDH con el tema de las caricaturas y religión? No lo sabemos, porque la única denuncia no fue tramitada al proceder de un ciudadano no residente en la Unión Europea. Quizás la CEDH debería ampliar la libertad de expresión respecto a la religión”. Francia, al ser país laico, ha dado lugar a interesantes sentencias. La más famosa es la protagonizada por el escritor Michel Houellebeck tras sus declaraciones sobre el islam en una entrevista concedida a la revista Lire: “Todas las religiones son estúpidas, pero los judíos hicieron de ella poesía, los cristianos catedrales, y la del islam es la peor”. Por si fuera poco, su abogado, Emmanuel Pierrat, subraya que el escritor añadió durante la audiencia que “leí el Corán, y me pareció tan patético que me pregunté si era porque el traductor era malo; me compré otra versión francesa y pude comprobar que el traductor no podía hacer nada ante un texto tan estúpido”. Redactada con otros términos, Michel Houellebeck plasmó esta reflexión en su best-seller Plataforma, y los jueces franceses exculparon al artista, apoyándose en que el derecho francés ya no condena el blasfemo y que el autor critica critica en sus novelas y entrevistas a las demás religiones, así como a centenares de colectivos y comunidades.

Derecho al humor y límites de la libertad de expresión

Integrada a la Constitución Francesa, la Declaración Universal de los Derechos Humanos ha permitido crear una especie de “derecho al humor” en el país galo. Una sentencia del mes pasado es el más vivo ejemplo: el mítico humorista Guy Bedos definió en su espectáculo a la política Nadine Morano como una “idiota” y una “zorra”. Para exculparle, los jueces franceses se basaron en dos elementos: el primero, que Nadine Morano es un personaje público, que a su vez fue protagonista de varias declaraciones fuera de tono; la segunda, que el humorista no puede ser acusado de cebarse con uan persona, ya que critica a toda la clase política en sus espectáculos.

Su hijo Nicolas Bedos, también cómico, se refirió a la ultraderechista Marine Le Pen con la expresión “zorra fascista”, y los tribunales franceses también estimaron que “no sobrepasaba los límites de la crítica admisible al tratarse de un humorista conocido por su causticidad”.

Según Emmanuel Pierrat, abogado de Michel Houellebeck y de Cabu (uno de los dibujantes de Charlie Hebdo asesinados) “el exceso forma parte del debate democrático. No hay derecho al humor stricto sensu en el sistema jurídico francés, pero sí una tolerancia, se le considera como un instrumento de crítica social y política que apela al debate”. El abogado añade que ese derecho implícito al humor “depende del sentido del humor de cada juez, por lo que las sentencias son algo dispares, aunque respetan una coherencia en cuanto a política, religión y negación de hechos históricos. De hecho, el año pasado se creó en Francia el delito de apología del terrorismo. La línea es sutil, pero los tribunales estiman que puede criticar una ideología como la religión o el capitalismo, pero no a una comunidad específica”.

Aplicando ese razonamiento, el polémico humorista francés Dieudonné es regularmente condenado por apuntar sistemática y directamente al judaísmo en sus monólogos. Se libró por los pelos de una condena por apología del terrorismo tras publicar en su página de Facebbok, un día después del atentado a Charlie Hebdo, la frase “Yo soy Charlie Coulibaly” (Coulibaly es el apellido de uno de los terroristas que perdió la vida durante el atentado). El tribunal estimó que el delito no era lo suficientemente explícito, pero desde entonces más de 600 personas fueron condenadas por declaraciones en las redes sociales y lugares públicos.

De hecho, Internet ha complicado mucho las cosas, según explica Emmanuel Pierrat: “Antes se podía decir que un espectador que pagaba su entrada o un lector que compraba una publicación sabía a qué atenerse. Ahora las cosas llegan por internet fuera de contexto y sin perspectiva ni segundo grado”.

La falta de contexto provocó algo de malestar en los últimos premios PEN de literatura en Nueva York por premiar a Charlie Hebdo. “Algunos miembros del propio PEN, que no habían leído nunca la revista, tildaron sus contenidos de islamófobos”, se asombra Emmanuel Pierrat, que concluye que la era de Internet abre todavía más el debate sobre si podemos reírnos de todo con una frase del humorista Pierre Desproges: “Podemos reírnos de todo, pero no con cualquier persona”. Su compañero de profesión Jean-Yves Dupeux cita una frase de Voltaire para como homenaje a la libertad de expresión: “No estoy de acuerdo con sus ideas, pero lucharé hasta la muerte para que pueda expresarlas”.

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