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Expedición al Flama Hama para parroquianos de la autoedición

5/11/2019 - 

VALÈNCIA. Calle Trinitat, 10. Exterior. Día. Hoy es sábado 2 de noviembre, son las 12.00 y el espacio Colector abre sus puertas para albergar hasta la medianoche la primera edición de Flama Hama: el nuevo y flamante festival de autoedición gráfica y sonora. No ha sido fácil reunir el arrojo necesario para llegar hasta aquí. Algo sucede en las mentes de quienes vivimos en la Ciutat Vella que es digno de estudio y de estupefacción. Ensillar el caballo, dejar atrás las hordas de turistas que se arremolinan en las inmediaciones del Mercat Central y la Llotja y traspasar el río seco, como quien viaja a California a afanarse en la búsqueda de pepitas de oro. Al final de la travesía, habiendo cruzado el Turia sin mayor sobresalto por el puente de la Trinidad, lo recibe a uno el imponente convento del mismo nombre. En un edificio anexo desacralizado, de exterior árido, terroso, jalonada la acera con cipreses, que actúan como surtidores de sombra y sueño para refugio de fumadores bajo el sol abrasador de un enrarecido noviembre, se accede al breve recinto en donde, durante medio día, un buen grupo de humanos compartirá y departirá acerca de fanzines, libros, carteles; de autoedición, de autogestión, del hágalo usted mismo; de expositores, de charlas, de conciertos.

El Flama Hama lo organizan, al alimón, Alejandro Álvarez y La Microeditorial —un proyecto de fanzines de la chilena Mónica Díaz, del laboratorio El Cuerpo en la Ciudad, residente actual del espacio de cotrabajo Colector— y su espíritu es el de continuar bregando por mantener el fanzine en la picota, ahora que Tenderete —el festival de autoedición gráfica y sonora por excelencia de València—, ha reducido su presencia a una sola edición anual.

—¿Pueden coexistir Flama Hama y Tenderete en una ciudad pequeña como València?
—Claro que sí. Flama Hama es un hijo bastardo de Tenderete. Un hijo que va a favor, dispuesto a sumar; a seguir generando espacios durante todo el año en donde se hable de autoedición, de cómic, de ilustración… y en donde tengan cabida otro tipo de proyectos que no están presentes en otros festivales.

Responde Alejandro que, de hecho, también está vinculado a la organización de Tenderete, como parte del colectivo Vendo Oro, disipando así cualquier atisbo de mal rollo. La pretensión es la de celebrar el Flama Hama en este formato fugaz un par de veces al año. Alejandro es mexicano, lleva bigotín y perilla, los ojos como dos pequeños puntos tras los cristales de sus viejas gafas de pasta; de complexión enjuta y risa fácil; es un tipo que habla sin darse ninguna importancia pero con el verdadero entusiasmo de un Mendel, el de los fanzines. Ha demostrado sobradamente su amor por el medio en proyectos como su espacio web de archivo, estudio y divulgación Fanzineología, su programa de radio Godella La pinacoteca de radio o su podcast —en colaboración con la artista gráfica Isa García, alias EixaB-analizar fanzines. Es la propia Eixa quien ha realizado el cartel del festival y ofrece en estos momentos un taller de serigrafía en el que niños y adultos estampan sus propios parches de tela.

Cortesía de @Miss.Spaceman (Instagram)

El nombre de Flama Hama cayó sobre este festival como un rayo flamígero, aportando el valencianísimo gusto por el foc i la flama a la canción lisérgica «Expedición al Klama Hama» del desaparecido dúo argentino Illya Kuryaki & The Valderramas:

No dejes de respirar

oculta la selva bajo nuestro umbral

ya no quiero más gritar

de la superficie quiero despegar.

(…)


He visto a los leones cuidando nuestras vidas

te equivocas ante la mirada de la saga

tu golpe poco directo no hace nada nada.


Una declaración de intenciones que aboga por la autogestión, por crear un mundo propio en el que evadirse siguiendo sin miedo la senda de la mala reputación y por defender la contundencia gráfica y conceptual, tal como demuestran las páginas de los diferentes materiales que albergan las dieciocho mesas del Flama Hama. En un bajo de paredes encaladas, perladas por unas cuantas serigrafías, camisetas y motivos de tape art con cinta adhesiva de color naranja, dieciocho propuestas gráficas provenientes de diferentes lugares de València, Barcelona o Madrid, orillan el perímetro con publicaciones tan heterogéneas como sugerentes.

Cortesía de @Miss.Spaceman (Instagram)

Hay presentes unos cuantos habituales del panorama de la autoedición valenciana. Por citar a algunos, el colectivo Zorras peligrosas con sus fanzines feministas y sus calcomanías de tatuadoras españolas recogidas en el pack «Burn the patriarchy»; en esa misma línea, Criminalas, con su fanzine homónimo, sus camisetas y bragas con mensaje y las estupendas ilustraciones de Rita Booh. En esta tríada de grrrl power no podía faltar Hits with tits, que acaba de sacar su sexto vinilo recopilatorio de señoritas con banda - edición de oro, aún con la resaca del último Truenorayo. Librerías como Dadá, que daba sus últimos coletazos con una cuidada selección de revistas y autoediciones de diferentes países, o United Minds, con diversas publicaciones especializadas en cultura africana. El colectivo Vendo Oro, con publicaciones y carteles de Tenderete y de Elías Taño, que regenta el estand y que prepara no uno sino dos libros de toma pan y moja, uno de ellos en busca de editor. Pero hay también algunos descubrimientos alucinantes, como los sellos de fotolibros y fotozines Handshake (Seventy-nine Polaroids, de Héctor Pozuelo o Drag a Line Between These Points, de Rubén Montesinos) y Tapas Duras (Osama, The King, de Ana R. Leiva, Graffitis y Falleras, de Ricardo Cases o Anticopy, de Laura Doñate, Ana R. Leiva y Blanca Sanfélix—, y la pequeña editorial Antipersona (El salvaje interior y la mujer barbuda, de la gran Pilar Pedraza, Panero y la antipsiquiatría, de Albert Kadmon o los ensayos corales Jodidos turistas y Cultura de la violación).

Paseando por el espacio, haciendo cabriolas de una conversación a otra, tenderos y público asistente hablan, cerveza en mano, de técnicas de impresión, edición y encuadernación; de risografía, de fotografía, del cierre de Dadá, del Drink and draw —las veladas abiertas de dibujo en grupo que organiza semanalmente el Rey Mono en el garito The Hops, de Patraix—; de Paco Bascuñán, de Escif, de Cristina de Middel; de Tenderete, de Baba Kamo; de lo divino y de lo humano. Flama Hama se desvela así como un lugar de encuentro para un grupo de almas parroquianas con intereses comunes que se retroalimentan, que comparten información, que se indignan juntos o que planean colaboraciones mientras el tiempo avanza inexorable a razón de unas cuantas horas por minuto.

—Esta charla no te la puedes perder. Es muy top.

Cortesía de @Miss.Spaceman (Instagram)

Son ya las 17.00 y unas quince personas accedemos a la planta superior, reservada para las charlas y presentaciones. Arriba, Alejandro entrevistará a Eduardo Guillén y Jorge Vives que hablarán de sus respectivas labores de catalogación y digitalización de fanzines; el primero, en la fanzinoteca del IVAM, tras la donación de 4.000 ejemplares por parte del divulgador Álvaro Pons y que presumiblemente abrirá sus puertas en 2020, y el segundo, a través de su página de Facebook en donde va compartiendo todo el material gráfico —desde los años ochenta hasta los dos mil— que escanea a medida que prepara un libro sobre la cultura punk y hardcore en València. Se habla de la necesidad de preservar estos materiales perecederos para las generaciones futuras, de fanzines anarcos y nazis, de dilemas, de perspectiva histórica, de información y testimonio de una época que no aparece en ningún otro medio, de conocer los inicios y la evolución de conocidos autores actuales, del concepto de autoría individual o colectiva…

Cortesía de @Miss.Spaceman (Instagram)

Exterior. Noche. Comienzan los conciertos y performaces que acompañarán el Flama Hama hasta la hora del cierre y que culminará con una fiesta posterior con música afrofuturista. Llega el momento de volver a casa a llevar el botín atesorado en la expedición, a asimilar todo lo visto, todo lo hablado y todo lo descubierto en una jornada enriquecedora y estimulante. Mientras espero a la próxima cita en la que renovar los votos con algunas de las buenas gentes que hacen de esta pequeña ciudad un lugar mejor —o, cuando menos, más habitable—, resuenan en mi cabeza unas últimas notas que me reconcilian con mis congéneres, que me devuelven la fe y que me acompañarán en el duro camino de vuelta.

Soñarás con un día poder despertar,

caminar, encontrarte con la humanidad.

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