VALÈNCIA. Curiosidad desbordante, libertad creativa que escapa veloz de los encasillamientos y una indomable voluntad de experimentación artística. Estas tres premisas inquebrantables componen el retrato a vuelapluma del escultor Andreu Alfaro (València,1929 – Rocafort, 2012), artista que protagoniza la nueva exposición retrospectiva de la Fundación Bancaja. Bajo el título Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas, la muestra recorre a través de 89 piezas toda la trayectoria del valenciano, desde finales de los años 50 hasta las postrimerías del siglo pasado. Los juegos de geometrías y la combinación de materiales (hierro, aluminio, metacrilato, mármol y zinc son algunos de ellos) se conjugan hasta el infinito en busca de nuevos modos de hacer, sentir y expresar. No hay espacio aquí para la comodidad del arte predecible, repetitivo o rutinario: Alfaro -referente de la escultura europea contemporánea- estaba abonado a los triples saltos sin red, a los deslumbrantes giros de guión empleados como argumento para seguir elaborando nuevas propuestas.
La muestra fue presentada este jueves, 4 de octubre, en la Fundación Bancaja durante un acto en el que participaron el presidente de la entidad, Rafael Alcón; Tomàs Llorens, comisario de la exposición junto a Boye Llorens; y el hijo del escultor, Andrés Alfaro. El desempeño en espacios públicos con obras de gran formato constituyó uno de los rasgos definitorios del artista, hasta el punto de que llegó a componer casi un centenar de piezas monumentales que recalaron en ciudades como Frankfurt, Nueva York o Barcelona. Obviamente, se trata de una producción que, por sus dimensiones, resultaba imposible de introducir en el edificio, “pero se ha querido hacer un guiño a esa faceta instalando una de ellas, Homenaje a Platón, en la plaza de Tetuán", expone Alcón. Además, se proyectará dentro de la sala un vídeo que recoja esa vertiente de su trayectoria. Por otra parte, con el objetivo de profundizar en la figura del autor, se celebrarán en diciembre las jornadas Coloquio Alfaro, coordinadas por los comisarios de la exposición y en las que participarán Manuel Vicent, Francisco Yvars o Raimon, entre otros. También se realizarán actividades gratuitas dedicadas a escolares y a personas con discapacidad o en riesgo de exclusión social. Para Alcón, se trata de un "largo viaje" cuya meta final es que el espectador se acerque al taller del escultor valenciano como a un "laboratorio de investigación y experimentación" y compruebe que para él “el arte era el compromiso total con la libertad”.
Por su parte, Andrés Alfaro, destaca que su progenitor era un creador "sin etiquetas" al que le interesaba la colectividad, lo común. Subraya asimismo “su forma de hacer escultura sin cortapisas, empleando distintos materiales y geometrías”. Como apunta Tomàs Llorens, en 2007 el IVAM ya realizó una retrospectiva del autor "pero limitada”, pues únicamente incluía piezas de su colección personal. Y la anterior a esa, en 1992, "solo cubría una parte de su carrera". Por ello, la presente exhibición constituye la muestra "más ambiciosa e importante que se ha presentado nunca" para difundir la figura de Alfaro y “el aspecto más íntimo" de su creatividad. En este caso, los fondos proceden de la Colección Andreu Alfaro, Colección Fundación Bancaja, IVAM, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Colección BBVA, Fundación La Caixa, Museu Joan Fuster, así como de la colección particular de Joan Gaspar i Farreras. Casi nada.
Metidos en harina, toca indicar que la muestra se estructura en ocho apartados organizados cronológicamente, aunque aquí el factor temporal coincide también con el temático y estilístico, pues, como apunta Llorens, “su obra es bastante sistemática: cuando veía que un camino ya había dado de sí, cambiaba a otro”. Por ese motivo, distinguir sus distintas etapas compositivas se convierte en una tarea no demasiado complicada. Estos virajes responden, en palabras del comisario a “a un exceso de creatividad” y a una “curiosidad abierta a todo". Retrata de esta manera a un autor “muy generoso, que se entregó en su trabajo. No tenía miedo de entrar en terrenos desconocidos o de fracasar y contaba con una imaginación abundante que le llevó a lograr esa pluralidad”.
En la misma línea, destaca que quizás Alfaro -cuya fecunda trayectoria abarca cerca de un millar de esculturas - no sea suficientemente conocido porque “a la crítica le resulta difícil categorizar su obra". Claro, cada nuevo e inesperado giro narrativo del valenciano hacía saltar por los aires los esquemas mentales de los especialistas.
La exposición comienza con Primeras obras, que abarca el periodo comprendido entre 1958 y 1960. Alfaro comenzó entonces a trabajar dentro del grupo Parpalló mediante la experimentación "formal y sintética" que enlazaba "con el constructivismo abstracto de entreguerras". Se aproxima así a nombres como Chillida, Saura, o Tàpies, artistas que buscan reivindicar el arte moderno y tratar de sacar a España de ese páramo cultural en el que se encontraba. A continuación arranca Emblemas (1960-1973), etapa en la que el artista añade a sus piezas el componente del compromiso político, una cuestión que resultará fundamental para el resto de su trayectoria. Comienza así a abordar a través de la escultura, las aspiraciones de la sociedad valenciana por alcanzar autonomía más allá del Estado. Como ejemplo, encontramos Tothom, una pieza de acero inoxidable que evoca al movimiento de rebeldía y colectividad con el que soñaban los intelectuales de la España tardofranquista.
El binomio de formas simples y compromiso político acaba evolucionando hacia las obras que se incluyen en Generatrices y tramas (1968-1978). La complejidad se abre paseo en el universo geométrico de Alfaro. Como su propio nombre indica, las protagonistas absolutas de esta etapa son las generatrices, un concepto muy conocido en el campo de las matemáticas y la ingeniería que alude a superficies curvas creadas por la yuxtaposición de varillas rectas. Este desplazamiento de varias líneas a lo largo de un plano será el gran logro compositivo de Alfaro, que le aportará elegancia hasta lograr “un resultado óptico espectacular y muy reconocible”, señala Llorens. A partir de los 70, la escultura pública de Alfaro comienza a ser muy aceptada, abundan los encargos que encuentran en las generatrices su vertiente productiva más solicitada. Pero en la intimidad de su taller empieza a experimentar con otro tipos de forma. A mediados de esta década, el metacrilato coloreado irrumpe en la vida profesional de Alfaro, quien como bien queda plasmado en Transparencias cromáticas (1975-1977), se sumerge en la investigación en torno a la correspondencia entre color y volumen.
La Transición pilló a Alfaro en plena inmersión manierista, así lo refleja la partida En diálogo con el Barroco (1978-1988). El escultor había logrado hacerse un hueco en el panorama artístico nacional, sin embargo, en lugar de acomodarse y ceder a la complacencia, decidió lanzarse a ampliar sus referencias históricas. En concreto, el escultor valenciano se centra en la figura de Bernini y trata de establecer conexiones entre su obra y las potencialidades contemporáneas. La escultura de Alfaro deja de ser un objeto para ser observado y pasa a apoderarse del espacio del espectador. Tras empaparse de barroquismo, Alfaro da un nuevo giro de tuerca y se coloca bajo el signo de Goethe (1981-1991). De él, le interesa especialmente la tensión entre ilustración y romanticismo, entre el racionalismo teórico y los desgarros pasionales. Historicismo y modernidad conviven así en su ser durante años. Como explica Llorens, en estas piezas “el espectador no se encuentra separado de la escultura, sino que establece con ella una especie de baile, un juego sugerente por medio de trucos de perspectiva”. Es aquí cuando la imaginación del escultor "llega a su máxima intensidad”. Con estos dos creadores aterrizan también en el taller de Alfaro la recuperación de la tradición figurativa, la evocación del cuerpo humano. De hecho, llegó a usar como modelo a la actriz Rosana Pastor.
De jazz y de ángeles, podría ser el título de un poema beat, pero no: este epígrafe, (limitado a 1994) engloba dos aventuras lúdicas, luminosas y vinculadas estéticamente. Se unen aquí pequeñas esculturas basadas en instrumentos musicales e intérpretes como Billie Holiday con figuras celestiales que fueron expuestas en la Bienal de Venecia de 1995 y que constituyen una propuesta "radicalmente nueva y con una potencia extraordinaria". El punto final en esta travesía echa amarres con Contraminimalismo (1987 y 1997-1998), una etapa de mayor severidad formal que recibe ecos del arcaísmo. Una última vuelta de tuerca, un cliffhanger escultórico, el doble tirabuzón con salto hacia atrás. Andreu Alfaro en toda su esencia.