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Fallas: de Valencia al mundo

1/12/2016 - 

Finalmente el sueño de mucha gente se ha hecho realidad y la fiesta valenciana de las Fallas ha sido declarada por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en representación de España. Un reconocimiento del más alto nivel cultural para una fiesta singular, una fiesta total en la medida que ocupa toda la trama urbana de las ciudades donde arraiga, comenzando por la propia ciudad de Valencia, y que es capaz generar una gran evento único, autogestionado por más de 1.000 asociaciones (comisiones) falleras en todo el territorio valenciano (385 de ellas en Valencia), en las que militan directamente más de 200.000 personas. 

Las Fallas nacen en Valencia hacia mediados del siglo XVIII y ya en el siglo XIX se expanden por localidades como Sueca, Xàtiva, Gandía o Alzira, entre otras. En el primer tercio del siglo XX se convierten en la gran fiesta de la modernidad valenciana, capaces de contribuir a la forja de una identidad compartida y a un turismo incipiente. Precisamente debido a la creciente proyección social de las Fallas, éstas se convierten en objeto de deseo político y espacio de luchas para conseguir su control, un pulso que nunca ha decaído, dada la capacidad de las Fallas por expresar el imaginario popular y reflejar los conflictos y aspiraciones sociales de cada época. 

Con su exitosa y ascendente marcha, las Fallas comenzaron a significar mucho más que una fiesta, a enardecer sentimientos, movilizaciones emocionales y también a impulsar sectores económicos como el de los artistas falleros, los indumentaristas, los pirotécnicos o las bandas de música, por no hablar de la hostelería y diversos servicios asociados. Progresivamente las Fallas adquirieron un carácter de valioso patrimonio cultural que reclamaba reconocimiento, difusión y protección, muy claramente visible en los museos falleros, que albergan valiosos testimonios patrimoniales de una fiesta que quema sus creaciones artísticas cada 19 de marzo. Por ello en 2009 comenzó a impulsarse, desde las diversas instituciones falleras y públicas, la candidatura a Patrimonio Inmaterial de la UNESCO, porque se creía que ya había llegado el momento de reivindicar toda la creatividad que produce una fiesta siempre excesiva y impresionante, capaz de no dejar a nadie indiferente.

Ahora, después de un largo recorrido, las Fallas se ven coronadas como patrimonio cultural mundial, con sus grandes valores, como su cálida sociabilidad urbana, la transmisión de la tradición por vía intergeneracional, la autogestión participativa, la comensalidad pública o el fomento de una literatura propia, de sectores artesanales singulares y, principalmente, de la propia falla como modo de expresión artístico único en el mundo, pues aúna todas las artes y oficios para mostrarse en la calle ante la mirada de propios y extraños. Con el beneplácito de la UNESCO, la más prestigiosa de las instituciones culturales mundiales, las Fallas acaban de ingresar en la élite del patrimonio global, lo que genera tanto enormes retos como increíbles posibilidades. Tras la declaración, que tanta alegría y satisfacción ha generado, se consagra una fiesta de todos y para todos, un modelo popular de de convivencia e inclusión que se abre definitivamente al mundo. 

Gil-Manuel Hernández Martí: Profesor de la Universidad de Valencia; Miembro de la Associació d'Estudis Fallers y Director del Museu Faller de València

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