Escif, Reyes Pe, Giovanni Nardín, Anna Ruíz, Ricard Balanzá, Julia Navarro, Miguel Hache, Albert Ferrer y Dídac Ballester son algunos de las artistas que siguen empujando las fronteras hacia otros lenguajes y temáticas
VALÈNCIA. Fallas blanditas y con olor a caramelo; fallas que sustituyen la monumentalidad vertical por planteamientos minimalistas o puramente conceptuales; fallas que regresan a los materiales primigenios, en lugar de utilizar corcho y pintura de colores. Fallas sin remates de piratas, hadas y doncellas. Son diferentes, sí, pero ¿es una buena idea etiquetarlas como “experimentales”?
El arquitecto y gestor cultural Ricardo Ruiz opina que es un término redundante. “Creo que es erróneo, porque una falla siempre debería ser innovadora. A diferencia de otro tipo de tradiciones que se basan en la repetición de rituales, las fallas tienen una condición artística, efímera y combustible que las obliga a desaparecer cada año y renovarse al siguiente. Cuando se repiten a sí mismas o se instalan en un estilo hegemónico, las fallas se desnaturalizan”, afirma.
Los reductos de modernidad en las fiestas falleras no son una novedad, como demuestra por ejemplo la exposición que dedica el IVAM estos días a Alfredo Ruiz: “Entre 1970 y principios del siglo XXI pasó de construir fallas barrocas para comisiones de sección especial a hacer piezas de minimalismo abstracto en comisiones con menos presupuesto. Fue muy valiente, porque en aquellos años ese cambio radical de lenguaje generó mucha controversia. Estas fiestas tienen un componente sentimental muy fuerte, y la gente tiende a sentirse atacada cuando ve algo distinto. Afortunadamente, cada vez hay una mayor aceptación social hacia las propuestas que rompen la monotonía”.
Ruiz opina que, desde hace una década aproximadamente, el potencial de las fallas como plataforma artística en la calle atrae a un número creciente de artistas contemporáneos que aportan a la fiesta el frescor que necesita, para salir de la monotonía del “estilo Disney” y los monumentos “vaciados de concepto y contenido”.
Giovanni Nardín es uno de los artistas formados en Bellas Artes que hace algo más de una década comenzó a trabajar con los monumentos falleros con la intención de aportar una nueva mirada. Este año, su momento para la Falla Chiva-Francisco de Llano se titula Pesa Nervis y está inspirado en el libro homónimo de Antonin Artaud, así como en las reflexiones del filósofo Mark Fisher sobre algunos de los males de la sociedad contemporánea. “Habla de cómo nos estamos consumiendo a nosotros mismos por un exceso de trabajo y estrés. Es una reflexión acerca del proceso de deshumanización en el que estamos inmersos, que está teniendo efectos devastadores en nuestra salud mental. Artaud escribió El Pesa Nervios durante su estancia en un sanatorio psiquiátrico; para mí es un libro muy inspirador porque demuestra cómo fue capaz de seguir trabajando e interesándose por el teatro y la escritura a pesar de su sufrimiento”. Desde el punto de vista meramente formal, su falla es una figura de grandes dimensiones construida con madera natural que no está totalmente definida. “Es una figura que está, pero no está. Está en construcción, como nosotros”.
El balance de Giovanni sobre la expansión de las fallas no convencionales en València es menos optimista que el que ofrece Ruiz. “Desde mi punto de vista, cada vez somos menos. Entrar en el mundo de las fallas de forma puntual y hacer una aportación es relativamente fácil; lo difícil es mantenerse. Esto es un coto cerrado, muy sujeto a la burocracia y a un montón de requerimientos (seguros, fianzas, etc) que hacen muy difícil que un artista haga frente por sí solo a un encargo de este tipo. Exige mucha inversión y estructura, y no hay verdadera ayuda a los artistas. Por eso muchos se desaniman y lo dejan en cuanto surge otra alternativa”. Después está el problema de la negociación con el cliente -añade-. Presentar un proyecto con un enfoque diferente ante 150 personas que están familiarizadas con nuevos lenguajes es muy complicado. Surgen muchas dudas, preguntas e inquietudes”. Por lo demás, Giovanni coincide con Ricardo Ruiz en la idea de que el premio a la falla experimental no debería existir, “porque es una etiqueta”. “Deberían competir todas las fallas juntas, y ya está”.
Un ejemplo de cómo el desencanto deriva a veces en el abandono de las fiestas falleras lo tenemos por ejemplo en Jaume Chornet, que este año ya no estará al mando de la Falla de la UPV junto a Leo Gómez como venía siendo habitual. Chornet, profesor de escultura en Bellas Artes, explica que “no ha habido forma de que nuestras cosas gustasen a la comisión”. “Empezamos a trabajar en la Falla de la UPV en 2012 porque la recesión económica obligó a reducir el presupuesto y les vino bien encargarnos el diseño y la construcción del monumento para que lo hiciésemos junto a los alumnos de Bellas Artes. Creo sinceramente que hemos hecho cosas muy interesantes durante estos años para sacar a las fallas del atolladero estético en el que están. Introdujimos mucha modernidad tanto en materiales como en conceptos y temáticas. En muchos casos con un humor bastante ácido y en colaboración con el Laboratorio de Luz de BBAA o con el de Arte Sonoro. Pero desde el principio tuvimos problemas para que nos entendieran. Nos decían que eso no era una falla. La gota que colmó el vaso para ellos llegó en 2021. Nuestra propuesta era una estructura longitudinal de cien metros con figuras de cartón que desfilaban ante el equipo rectoral de la UPV, caracterizado con túnicas del Ku Klux Klan. El hecho de incluir performances con desnudos fue especialmente criticado. Además, ese año los falleros quemaron mal la falla. Básicamente no ardió, y la excavadora del Ayuntamiento rompió la falla y se llevó los restos, en lugar de las cenizas. Eso me molestó bastante, hasta el punto que le dije que no la hacía más”.
Además de haber impulsado como comisario de exposiciones y director de proyectos numerosas iniciativas de divulgación de la modernidad en el mundo fallero, Ricardo Ruiz pertenece a una de las comisiones que más dará que hablar este año. La Falla Castielfabib- Marqués de Sant Joan vuelve a contar con Reyes Pe, que este año ha optado por unir narrativamente la falla grande con la infantil en torno a una gran tarta. La artista nos atiende por teléfono tumbada encima de su monumento. “Mi propuesta de este año sigue la línea de mis trabajos anteriores. Me gusta la idea de que el ojo no te ayude a percibir del todo la pieza, sino que necesites activar otros sentidos. Esta falla es una estructura de madera rellena de retales de papeles triturados, telas y otros materiales de desecho que me han dado. Es blandita y huele a caramelo. Hay gente que se extraña por este uso de materiales, cuando en el fondo es más tradicional que las fallas de corcho y hierro que se hacen ahora”.
Una de las propuestas más disruptivas de estas Fallas 2023 será sin duda la fiesta que el colectivo de música experimental Nvcli celebrará hoy jueves sobre el mantel de esta gran tarta de cumpleaños. “No hay ninots ni vallas, así que los “muñecos” somos las personas que asistimos a la fiesta”, comenta Reyes. Santiago López, Berta Cortina, Pandemia, Fotocopia, Marti Guillem, Tejano y Favsto serán los maestros de ceremonia de esta edición itinerante de Nvcli que se desarrollará desde las 18 horas hasta la medianoche. “Está abierta a todo el mundo, no solo a los falleros de la comisión. Es una celebración de la vida, con un concepto abierto”.
La idea parte de un proyecto fotográfico que llevó a cabo Reyes Pe hace unos años. “Me dediqué a ir a las fiestas de cumpleaños de abuelas y abuelos de amigas mías. Me parece una contradicción muy interesante eso de que una persona de 80 años se convierta en un niño por un día y celebre una cosa que en el fondo lo que significa es que estás un poco más cerca de la muerte. Esta falla es una reflexión sobre la vida y la muerte, y el tabú que todavía representa este tema en nuestra sociedad, sobre todo con los niños. Está pensada para tocarla, tumbarte encima, para formar parte activa del monumento. Porque, si la viéramos desde arriba con un dron, veríamos que el público que transita encima del mantel gigante y alrededor de la tarta forma parte del bodegón”.
“La pieza de este año de Reyes Pe es muy personal y es además muy interesante porque es la primera vez que le encargan una falla grande, además de la infantil -comenta Ricardo Ruiz, compañero de falla y responsable del diseño del llibret, que cuenta con nombres reconocidos de la escena cultural valenciana-. El lenguaje de Pe es muy diferente y me recuerda bastante a las esculturas derramadas de Oldenburg”.
El año pasado, Anna Ruiz se encargó tanto del diseño de la falla grande de Castielfabib como la de la Falla Lepanto-Guillem de Castro. Ambas incluían figuras desnudas y fueron vandalizadas en un gesto que denota el puritanismo y la resistencia al cambio que todavía pervive en determinados sectores. La descripción que hace la propia creadora del monumento que ha diseñado este año para Lepanto -titulado Biblioteca- podría interpretarse a la luz del ataque sufrido el año pasado. Es, en suma, una reflexión sobre la cultura, la memoria y cómo la ignorancia no solo no se repele, sino que se premia en muchas ocasiones. “Ante situaciones de barbarie que no deberíamos permitir nos quedamos indiferentes, mientras que sí actuamos como una ola ante acontecimientos banales”, escribe. Propone una biblioteca “para intentar entender por qué se apodera el conformismo, porque la aceptación sin cuestionamiento…”. Junto a esta pieza podremos ver el trabajo del joven artista fallero Ricard Balanzá, encargado del monumento infantil de Lepanto-Guillem de Castro.
Este año, Escif ha diseñado los monumentos de la Falla de la Plaça de la Reina, Pau i Sant Vicent (El Tio Pep) y de la Falla Corona, como ya hizo en el año 2015.
La primera lleva por título El Mirador y tiene como protagonista a Joaquín Sorolla, coincidiendo con el centenario de la muerte del pintor valenciano. Se trata de un gran busto transitable en el que los ojos de Sorolla se han convertido en ventanas. “El trabajo homenajea su pintura mientras elude la trampa fetichista del monumento tradicional, acercándose a la vida mediante la reivindicación de la posición de la persona que mira como eje vertebrador de cualquier experiencia estética. A través de unas escaleras instaladas en la parte trasera de la falla, aquellas y aquellos que quieran podrán subirse y asomarse por los ojos del pintor”.
Para la Falla Corona, y bajo el lema “Mai se sap”, Escif ha diseñado un enorme gato negro a punto de atravesar la Avenida Guillem de Castro. “Se trata de un gato solemne, misterioso y elegante en posición de caminar, en el momento precioso en el que va a cruzarse en nuestro camino y dejando a la suerte de los viandantes la posibilidad de encontrarse con él, signifique lo que signifique. El trabajo trae este año la suerte a las fallas, para aquellos y aquellas que se permitan tener fe, pero también para los escépticos y las escépticas”.
Según explica el propio Escif, “creer en la suerte puede ser entendido como un gesto revolucionario. Un llamado a aceptar aquello que no es aceptado. A abrir los brazos a lo desconocido. A permitir que el miedo no sea quien gobierne nuestro sistema. La suerte existe como un entretenimiento de nuestra mente. Una especie de dios que nos ayuda o nos perjudica según unas coordenadas que varían geográfica y culturalmente. Existe una colección de hábitos y tradiciones, originariamente inscritos en historias aparentemente reales, que con el paso del tiempo han mutado en sistemas de creencias muy sofisticados. Tirar una moneda en una fuente, encontrar un trébol de cuatro hojas, casarse en martes, derramar sal en la mesa, pasar bajo una escalera, cruzarse con un gato negro”.
Volvemos por un momento a las palabras de Ricardo Ruiz: “En el contexto de crisis ecosocial en la que nos encontramos, es evidentemente que las fallas tendrán que decrecer en tamaño. Por otro lado, las temáticas escogidas por las fallas experimentales marcan también las nuevas sensibilidades, como el ecofeminismo, la inclusión y la diversidad”.
Sin lugar a dudas, el cambio climático es uno de los grandes protagonistas de las Fallas 2023. Lo vemos en la propuesta de Vicente Julián para la Falla Borrull-Turia, cuyo lema -Grolar- hace referencia a las hibridaciones de especies que pueden producirse como consecuencia del calentamiento global. “A día de hoy ya se puede constatar como algunas especies hayan retrasado su ciclo reproductivo hasta coincidir con el de la otra, a la vez que la otra especie ha comenzado a colonizar un espacio geográfico que antes le era ajeno. Algunos de los casos conocidos son el grolar (híbrido creado por el cruce entre oso pardo y oso polar o el coywolf (nombre en inglés con el que se conoce al resultado de la cruza entre coyotes y lobos)”.
Muy cerca, en la Falla Borrull-Socors, tenemos el monumento diseñado por Dídac Ballester junto con Josep Martínez y Rosella Reig. Bajo el lema ¿1’5 i Aumentant? se presenta una propuesta que viene de la ciencia, pero contiene una parte artística con potencia visual. “En el año 2018, Ed Hawkins, profesor de la Universidad de Reading y miembro del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) publicaba en su cuenta de Twitter unos gráficos con el hashtag #warmingstripes (rayas del calentamiento), que mostraban la evolución de la temperatura anual en varias ciudades entre 1850 y 2017. Utilizaba una escala graduada de colores que iba del azul al rojo, en la que evidenciaba que los años más cálidos se concentran en el tramo final. Nos pareció interesante mostrar en 3D unas gráficas que son informativas y al mismo tiempo poéticas”, nos explica el equipo de artistas falleros.
Por su parte, el diseñador Diego Mir se ha aliado con el artista fallero Ignacio Ferrando y el estudio Trampolín para el desarrollo de un proyecto cultural llamado Renàixer del que se han derivado diversos talleres y actividades; entre ellos, un “mapeo” del barrio del Grao a cargo de la fotógrafa Eva Máñez. Un proyecto que culmina con el monumento Màtria que acaba de plantar la comisión Falla dr. J.J. Dómine-Port, fundada hace cincuenta años en un local que sirvió de refugio aéreo durante la guerra civil española. Con motivo de este aniversario, se tomó la decisión de iniciar una nueva etapa conceptual y formal que evidenciara una manera diferente de entender la fiesta. De nuevo, se presenta la necesidad de reflexionar sobre el mundo que queremos dejar a las nuevas generaciones, cuestión que este monumento soluciona con la representación de la figura de la madre como símbolo universal de refugio. “La madre es un lugar donde cuidar nuestro presente y garantizar nuestro futuro”.
La Falla Plaça de l’Arbre apuesta por primera vez este año por un monumento no convencional. Se titula Derribos Carmen y es una denuncia al problema habitacional en el barrio del Carmen. Es decir, a la gentrificación y el despojamiento de identidad que se produce como consecuencia de la construcción de pisos de alquiler turístico y el paisaje urbano genérico al que da lugar. El artista Miguel Hache ha utilizado un símbolo muy reconocible -el azulejo tradicional valenciano- para crear una intervención escultórica site-especific que ensalza la huella que deja el paso del tiempo en los restos de los edificios de Ciutat Vella. Con la ayuda de los usuarios del Centro Vicente Ventura de Valencia, y utilizando materiales reciclados -madera, cartón y papel- se han creado una serie de reproducciones de azulejos reales previamente fotografiados en distintos solares del barrio. Cada uno de estos azulejos tiene un código QR que dirige al visitante al espacio donde se encontraba originalmente.
En la Falla Avinguda de Jesús Morante i Borràs-Caminot tenemos también una interesante propuesta a cargo de Albert Ferrer. Cinco años después de firmar su última falla en La Punta, el artista regresa con Coves i fumerals, “una reflexión sobre la pérdida; sobre aquello que hemos perdido y sobre aquello que nos queda por perder. Plásticamente se articula como un túmulo funerario de recuerdos y de memoria. Tiene algo que ver con aquellos soterramientos ancestrales en las zonas limítrofes en la población –pienso en el Tossal del Mortórum, en la Plana Alta–; de aquellas cámaras vueltas montículos donde uno iba a enterrar en sus muertos o, en el mejor de los casos, sus restos. La Punta se constituye entonces como ese “fuera” en su doble significación geográfica y sentimental”, apunta Ferrer.
‘Una vez se quema, comienza la falla del próximo año’, dice la leyenda. Algunos de los artífices de los monumentos más icónicos sobre el espacio urbano cuentan qué hay de la resaca (emocional)