Hablamos con uno de los productores más jóvenes y prometedores del país, desde su actual centro de operaciones, los estudios Millenia de Valencia
VALENCIA. Fernando Boix reconoce sin reparos que no le gusta pasar desapercibido. Las producciones de este joven ingeniero, que tuvo en Nigel Walker a su primer mentor, tienen la impronta de los hits norteamericanos. “Me gustan los sonidos gordos, grandes, que llamen la atención”, nos cuenta en esta entrevista; la primera con la que CulturPlaza quiere destacar el trabajo de técnicos de sonido sobresalientes como Nacho Mañó, Manuel Tomás o Vicente Sabater. Maestros en la sombra de muchos de los casos de éxito dentro del pop nacional.
Boix sumó un talento precoz a una insólita iniciativa empresarial. Con ayuda de sus padres –que hipotecaron su casa para avalar un abultado préstamo bancario-, Fernando montó desde cero su propio estudio de producción a los 19 años de edad. Era Caramelo MusicSuite, un proyecto al que se sumó Raúl Abellán. Ambos continúan hoy en día su trayectoria desde las instalaciones de Millenia de Valencia de Vicente Mezquita. En este centro pionero, que aúna estudio de grabación y doblaje y academia de producción musical y djs, Boix ha grabado a Rubick, Sexy Zebras, El Pescao y Polock, entre otros.
Todo comenzó cuando decidió tocar la guitarra en vez de jugar al fútbol con sus amigos. “Empecé a hacer canciones a los doce años y como necesitaba grabar lo que hacía me compré un equipo tonto”. A los 18 años mandó algunas de sus canciones a Nigel Walker, productor de grupos como Pereza y El Canto del Loco y conocido también por haber sido asistente de George Martin, el artífice del sonido en varios discos de los Beatles. “Me dijo que mis temas eran una mierda pero que iba a ser un buen productor”. Y así arrancó la cosa. Entró en el mundillo por la puerta grande, de la mano de productores como Nacho Mañó [Presuntos Implicados, Alejandro Sanz] y el citado Nigel Walker. Con ellos aprendí el oficio”. ¿Su principal enseñanza? “Vi cómo era la vida real de un disco; que no solo era técnica, sino que había un componente personal muy grande”.
¿Hasta qué punto es importante que al productor le guste la música sobre la que va a tener que trabajar?
Bueno, una cosa es grabar y mezclar un disco, que es algo que hago con cualquiera, porque soy una persona de gustos abiertos. Otra cosa es producir; para eso me pongo el requisito de que yo sepa que puedo sumar algo nuevo o interesante a ese proyecto.
Dejando aparte los discos de presupuesto estratosférico, ¿en qué consiste la labor de un productor profesional hoy en día en nuestro país?
Efectivamente, dependiendo del presupuesto que tengas podrás delegar algunas funciones o tendrás que asumirlo todo tú solo, que es lo que suele ocurrir tal y como está el mundo de la música hoy en día. Lo normal es que no solo produzcas, sino que también grabes, mezcles y masterices; incluso a veces hago yo los arreglos. Es un trabajo que exige estar muy implicado. Durante esa etapa, el productor es como un miembro más del grupo.
Boix equipara su trabajo al de un director de proyecto: “Cuando te contrata la compañía discográfica tienes un presupuesto global que tienes que distribuir en distintas partidas de gastos, desde la contratación de músicos adicionales para arreglos hasta las dietas de los músicos. Y al mismo tiempo tienes que hacer un poco de psicólogo, porque tienes que conseguir que el grupo trabaje como tiene que hacerlo, y saber ver cuándo tienen un mal día y es mejor dejarlo para otro momento”.
Algunas bandas llegan al estudio con las ideas muy claras, lo que reduce el margen de acción del productor. Otras, menos experimentadas, se dejan llevar y otorgan mayor libertad creativa. ¿Qué resulta más interesante para el hombre de la mesa de sonido?
A mí me gusta hacer un poco de todo. Con grupos como Polock el trabajo artístico del disco viene ya hecho en un 99%. Eso es bueno porque tienes más tiempo para “hacer que suene”. En casos de gente más joven hay que hacerlo todo, lo que te quita tiempo para centrarte en buscar un sonido determinado. De todas formas le coges cariño a esos proyectos porque estás metido hasta el cuello.
La fórmula de una buena producción musical tiene tres factores fundamentales: talento, presupuesto… y tiempo.
Para sacar el sonido de “Rising Up” le dedicamos dos meses y medio, trabajando todos los días. En la discográfica, Mushroom Pillow, nos dijeron que estábamos locos, pero nosotros sabíamos que necesitábamos ese tiempo para hacer algo que sonara potente y “guiri”. No se puede hacer que un disco suene así en una semana. Requiere mucha investigación y muchas horas. Exige por ejemplo montar la batería de mil formas distintas hasta que suene como quieres. Fue el trabajo más duro de nuestras vidas, pero el esfuerzo valió la pena [El primer single del disco, “Everlasting” fue incluido en la banda sonora del videojuego de FIFA 15].
¿Cuándo sabe uno que ha encontrado el sonido definitivo? ¿Hay debate con el grupo? ¿Quién tiene la última palabra?
No sé cómo describírtelo, pero lo identifico en cuanto lo escucho. En teoría la última palabra es del productor, pero esto al fin y al cabo es un trabajo de equipo y no puedes obligar a nadie. Hay veces que los grupos se empeñan en cosas que no pueden ser; a veces viene gente que no sabe adónde va y no hay entendimiento desde el primer momento. En esos casos, que son los menos, el proyecto no sale adelante. Pero lo habitual es que vengan sabiendo lo que es trabajar con un productor y confiando en que si te dice que algo no está bien no es por capricho. A veces veo que me ponen cara de mierda, pero les pido que “le den una semana”. Y luego les acaba gustando. No voy a negar que a veces hay momentos duros, en los que hay que ponerse serio y sientes estrés porque sabes que en parte depende de ti cómo quede el disco al final.
¿De qué proyecto te sientes más orgulloso?
A nivel de sonido, de Polock. A nivel de producción y arreglos pop, El Viaje de Elliot. También La perra de Pavlov, que creo que tienen un gran disco, a pesar de que aún no tienen compañía. Y Siberia, una banda con la que acabo de empezar a trabajar.
Un deseo, que es gratis. ¿A quién te gustaría producir?
A nivel internacional, lo que nos llega es tan brutal que me contentaría con besar al productor. Pero a nivel nacional… creo que a Joaquín Sabina. No porque piense que pueda mejorar su sonido, sino porque le he escuchado desde pequeño y porque significaría trabajar con músicos brutales.
¿Un productor fetiche?
Los proyectos que más me gustan no son obra de un productor, sino de equipos muy grandes. En España me gusta mucho lo que hizo Nigel Walker; quizás no tanto a nivel de sonido -porque no coincido con él, aunque le respeto-, pero sí por su capacidad natural para conseguir que una banda saque un hit. A nivel de arreglos me gusta mucho Paco Salazar [productor de artistas como Raphael, Amaia Montero y Nena Daconte, y guitarrista de Dani Martin]. Si hablamos del panorama internacional, tengo que decir que el último disco de Justin Bieber [“Purpose”, 2015] es una barbaridad. Sencillamente no tengo ni idea de cómo lo han hecho. Las producciones de Drake, de Rihanna… todo eso es increíble.
¿Es fácil lograr que un artista del montón haga cumbre en las listas de éxitos? ¿Es solo cuestión de dinero?
Bueno, se puede comprar una canción, una que sabes que va a vender, para lanzar un artista. Le pones un buen plan de marketing y ya está. Sonará en las radios y estará un tiempo ahí. Pero si lo que buscas no es un hit del momento, sino una canción de verdad, entonces no es tan fácil. Solo se consigue si un artista con un talento brutal se junta con equipo brutal.
Muchos artistas españoles buscan productores y mezcladores fuera del país. En Valencia tenemos diversos ejemplos como el de La Habitación Roja, que viajó a Chicago para grabar dos discos con Steve Albini, o Ramírez, al que le han producido y mezclado músicos como Ken Stringfellow (The Posies) o Marc Jonson.
Creo que es enriquecedor, pero creo que hay profesionales ahora en España que puede hacer las cosas muy bien. Hay bandas que piensan que con un presupuesto bajo vas a conseguir un mejor resultado si mandas a mezclar una canción fuera, pero yo he visto en experiencias cercanas cómo algunos se han pegado un batacazo. Con Polock sin ir más lejos. Le mandamos un tema a alguien muy grande (prefiero no decir el nombre), y al escucharlo después a ciegas, a todo el mundo le gustaba más la mezcla que se había hecho aquí en tres horas. Esto es comprensible porque es muy importante que la persona que tome el proyecto sea alguien que conozca bien al grupo. Hoy en día, hacer algo potente fuera no está al alcance de un grupo sin una compañía detrás. Porque no vale de nada contratar alguien muy importante para la mezcla si luego todo el resto (la grabación, los arreglos, el backline, etc) no están a la misma altura.
Además de formar parte del equipo de Millenia eres profesor en su escuela de producción. ¿Tenemos una buena cantera de técnicos en España?
Creo que a nivel de mezcla hay una nueva generación que está haciendo cosas muy interesantes. Lo que pasa es que son pocos y no se conocen. Están saliendo muchos más productores y arreglistas, pero se necesitan más ingenieros de sonido que sepan trabajar al mismo tiempo en equipos digitales y en analógicos grandes. Hay que saber que no es que la gente de fuera tenga más calidad, sino que tienen otro chip. Aquí durante demasiado tiempo se ha estado enseñando que las cosas se tenían que hacer de una forma porque sí (que si no se pone un compresor antes de un ecualizador; que si una canción de pop se empieza en Sol..), y la consecuencia es que durante un tiempo todos los discos en España sonaban demasiado parecidos.
Para una banda con ambición pero sin recursos propios ni discográfica detrás, ¿recomiendas que graben lo que tengan produciéndolo ellos mismos, o que aplacen el proyecto hasta reunir el dinero suficiente para pagar una producción más profesional?
Es muy relativo porque la música no es un buen negocio casi nunca. Probablemente si ahorran para una buena producción será una inversión a fondo perdido. Pero vale la pena si crees en ti.