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vuelve a las librerías con "poder contarlo"

Ferran Torrent: «Veo poca imaginación en la política»

El escritor de Sedaví vuelve a las librerías con su última novela, Poder contarlo, inspirada en el famoso atraco al Banco Exterior en las Fallas de 1992, un 'palo' todavía sin resolver. Pero no ha venido a hablar de su libro o, por lo menos, no solo

| 22/12/2019 | 18 min, 18 seg

VALÈNCIA.-El de Sedaví ha publicado su novela más larga. Un thriller con ambiente local que es el summum del universo del autor. El creador de Toni Butxana, nuestro Philip Marlowe de L'Horta, se luce desplegando su talento para diálogos trepidantes y sardónicos. Un tema tan sencillo como el atraco a un banco de una banda de excéntricos se convierte en una novela río que recorre el universo valenciano en los lejanos ochenta del pasado siglo. Poder contarlo (Destino). Una historia que comienza en un piso del Eixample de la ciudad de València en noviembre de 1982 y que termina, 463 páginas después, tras una sucesión de trapisondas urbanas, como el rosario de la aurora.

Su inconfundible estilo socarrón se refleja en las mangancias y componendas de delincuentes, políticos y policías. Una novela coral de realismo social indígena. Ferran Torrent es un personaje público y el escritor más leído en lengua vernácula que tenemos en la Comunitat Valenciana. No se lo cree mucho. Sigue siendo el xiquet de Sedaví, aficionado al boxeo y la novela negra, que un día vino a València para conquistarla con sus historias. Amigo y contertulio de diputados y cargos políticos, Torrent se mantiene alejado de la pomada pero sigue siendo un cronista implacable de la misma.

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Nos citamos con él en el entresuelo de la Casa del Libro. Un espacio recoleto, con su sofá y silloncitos, que es como la sala de estar de una casa pequeña burguesa, rodeados de libros de poesía. El autor de Un negre amb un saxo, que ha elegido el lugar, aparece puntual con sus bien llevados 68 años. Pequeño y nervioso, como un personaje de sus novelas, viste muy casual y con desparpajo. Han pasado varios días de la cita electoral y toca hablar de política. Ferran anda bien cabreado con los resultados y la emergencia de la extrema derecha.

 «¿Cómo puede ser que con una democracia de cuarenta años haya un partido, que se llama Vox, que saque tanto voto?»

  «¿Cómo puede ser que con una democracia de cuarenta años haya un partido, que se llama Vox, que saque tanto voto? Un partido nazi no tiene tantos votos en Alemania, pero es que allí hubo ruptura. Pero si tú no derrotas al fascismo, porque no lo derrotaron, y pactaste, pues la pagas. El grave error es ver cómo lo solucionan ahora habiendo dado legitimidad con los votos a ese fascismo español», dice. 

«¿Cómo puede ser que con una democracia de cuarenta años haya un partido, que se llama Vox, que saque tanto voto? Un partido nazi no tiene tantos votos en Alemania, pero es que allí hubo ruptura. Pero si tú no derrotas al fascismo, porque no lo derrotaron, y pactaste, pues la pagas. El grave error es ver cómo lo solucionan ahora habiendo dado legitimidad con los votos a ese fascismo español», dice. 

Hace unas semanas, antes de las elecciones, me encontré con Torrent por la calle Russafa, y entonces me aseguró que no pensaba votar. Ahora no me aclara si cambió de idea en el último momento. Le digo que solo con la presión de la sociedad civil se puede reorientar una política hacia el progresismo y el futuro. Ferran me mira y lanza una carcajada: «Aquí, ¿sociedad civil? Quizá las peñas taurinas, ¡coño! Mira, el problema nuestro es la Transición. En Portugal, sin ir más lejos, hubo ruptura. Y ¡aquí se pactó! Y lo que es más grave, los viejos mandos fascistas permanecieron en su puesto. Los miembros de la BPS (Brigada Político Social), como Ballesteros, continuaron en la policía, sin llamarse BPS claro. Pero eran los mismos. Así que la policía siguió siendo franquista. Los políticos que se presentaron a las elecciones también tenían un pasado franquista. Alianza Popular, sin ir más lejos. Que no se quejen ahora los progres. ¿Me entiendes o no? A mí me viene ahora la izquierda que pactó quejándose y yo les digo: no tuvisteis la inteligencia política necesaria para rechazar los pactos con las derechas».

* Lea el artículo completo en el número de 62 de la revista Plaza

Un relato dialogado

Torrent está bastante quemado con sus amigos de la izquierda. Nos conocemos desde que empezó su carrera, allá por los tiempos en que está ambientada su novela, al inicio de los ochenta del siglo pasado. A lo largo de su carrera ha hecho muchos amigos entre la izquierda valenciana. Pero no está en ningún partido. Militó, como toda su generación, en el antifranquismo pero tuvo el detalle de empezar a escribir pronto. Un creador tenaz y muy trabajador que ha conseguido muy buenos resultados. 

Dejamos el cabreo que produce la política para pasar a la novela. El escritor confiesa que la trama del atraco al banco no tiene nada que ver con el atraco real, más allá de ser la fuente de inspiración. La base de su ficción se basa en un hecho real, el palo en el Banco Exterior de España, ubicado en la calle de las Barcas, en 1992, y el detalle chocante del asunto: sucedió durante una mascletà. «Solo cojo la idea y traslado el atraco a 1982. Es el momento del cambio político en el que ganaron las elecciones los socialistas, por mayoría absoluta. Esa pantalla de fondo político es la que me interesaba sobre todo».

Torrent es un maestro en la descripción de personajes que califica de al margen de la sociedad, no marginales. Asegura que no podría escribir sobre vagabundos o clochards; le dan mucha pena, dice. Y se las maneja solo para crear una atmósfera urbana propicia. En Poder contarlo —escrito en valenciano y que tiene su versión en castellano de la mano de Felip Tobar— el escritor ha montado su relato sobre una base de diálogos casi continuos y poca descripción. Le pregunto por la razón de ese estilo que recuerda a su colega italiano Camilleri.

 «Cada texto necesita una estructura diferente. Esta novela tenía que ser dialogada. Quería una novela que tuviera el mismo ritmo que en el cine. Que se pareciera a Un, dos, tres de Billy Wilder, una película de 1961 que desde el primer momento hasta el último no para en diálogos y acción. Y esta es una novela coral. No hay descripciones de personajes. Uno cuando habla se describe a sí mismo; mis personajes lo hacen y el lector se imagina cómo son».

El escritor, influido por el cine y por sus lecturas primeras de noir francés y de novela negra americana, de la que es un experto, explica su modus operandi señalándose la cabeza con el índice. «Mi estilo es sencillo. Primero maduro la idea aquí. Me preocupo de coger muchas notas. Tengo una idea y he de madurarla. Lo que más me preocupa entonces es saber si tengo que desarrollarla y si resiste. No trabajo con argumentos, trabajo con ideas. Como un periodista. Utilizo muchas libretas. Ideas, personajes, palabras, de todo. Entonces me pongo a escribir a mano, todo el día, luego lo paso al ordenador, para una primera corrección. No muy a fondo. Lo importante en ese momento para mí es hacer la novela, luego ya la trabajaré. Te pongo una metáfora: hacer un edificio primero, luego poner los muebles, las cortinas, todo». Le digo que lo que dice tiene mucho que ver con las recomendaciones que hace la gran escritora tejana Patricia Highsmith, fallecida en 1995, sobre el arte de escribir; y está de acuerdo.

En 1981 un joven Ferran Torrent entraba cada semana por la puerta de la redacción de Diario de Valencia, en el barrio de Marxalenes, primer periódico valenciano progresista, y crisol indudable de futuros narradores valencianos, y entregaba en la sección de cultura sus reseñas de obras de Dashiell Hammett, Raymond Chandler y otros maestros del género. No había ordenadores pero sí muchas ganas de difundir a la adormilada sociedad local el interés de la literatura negra. 

 Torrent fue un pionero absoluto en reivindicar el género como el más apropiado para hacer crítica social. Todavía no se había lanzado al ruedo literario pero le faltaba muy poco para aliarse con Josep Lluís Seguí y escribir a cuatro manos La gola del llop (Edicions del Bullent, 1983). Se veía que aquel muchacho de Sedaví apuntaba maneras de escritor. Si se le pregunta qué ha cambiado en aquel aficionado a la novela negra que llevaba reseñas de folio y medio a diario respecto al celebrado narrador actual, Ferran se pone un poco serio.

 «Con los años las mentalidades cambian también. Sobre todo la gente de nuestra generación que ha vivido en el último franquismo. Venimos de ahí y era necesario decir las cosas claras. La fama cada vez me ha interesado menos, en cambio el trabajo cada vez me ha interesado más. Yo tuve desde el principio mi proyecto de novelista muy asumido. Pero además de escribir novelas mi vida es otras cosas». 

«aquí, ¿sociedad civil? quizás las peñas taurinas, ¡coño! mira, el problema nuestro es la transición»

¿Qué cosas? «Leer un buen texto, disfrutar de una copa de vino, cosas así. He simplificado mi vida. Antes tenía unos intereses sociales, políticos... Ahora creo más en la solidaridad individual que en la colectiva pero si te puedo ayudar, te ayudo. Esa es mi filosofía». Torrent vive y trabaja en su pueblo natal, Sedaví, pero València es para él una proyección absoluta. En realidad su ADN de escritor es rotundamente urbano. Sus novelas transitan por las esquinas de esta ciudad con el río seco. «Yo tengo una humanidad, como todo los de mi pueblo, que es venir aquí a València».

Le digo que la ciudad que conocimos está desapareciendo y me da la razón, afirma que nunca entra en la plaza de la Virgen para no tropezarse con los cardúmenes de turistas. «Los odio. Nunca viajo en verano a otros países por eso. En octubre estuve en Trieste y, de golpe, me fui a Luibliana, capital de Eslovenia, allí estaba más tranquilo. En València lo peor de todo es que es un turismo chungo. Estás incentivando un turismo de mierda y eso es peligroso porque a la primera recesión van a dejar de venir.València físicamente ha cambiado mucho. En el aspecto de ocio no me gusta ya, no es tan divertida como antes. Entonces, había mucha oferta y poca demanda; ahora hay mucha oferta y mucha demanda. Y si hablamos en el aspecto político, todas las grandes ciudades del Estado están pagando los errores de la Transición».

En su último libro la ciudad aparece en todas sus esquinas, la calle de la Paz, el Eixample, el Carmen. Su personaje, el periodista Marc Sendra, es en cierta manera un alter ego porque Torrent no deja de calificarse también como periodista. Un oficio que siempre ha ejercido de alguna manera. Cuando hablamos de la relación entre periodismo y literatura, el padre de Toni Butxana esboza una definición del Nuevo Periodismo muy exacta: «En principio no hay diferencia entre periodismo y literatura. A mí me gusta el reportaje. Siguiendo las enseñanzas del nuevo periodismo yo puedo escribir un tema e inventarme algo que no sea distorsionador, pero que ayude al lector a comprender la historia. ¿Me has entendido? En realidad lo que yo quiero es que la gente lo pase bien leyendo el reportaje o la novela. El imperativo es entretener al lector».

El cine como inspiración

Torrent afirma que las influencias le vienen también del cine, no solo de la literatura. «En realidad ahora leo poca novela negra. Soy un ecléctico, leo de todo. Ahora estoy leyendo El corazón de Inglaterra de un tío que hace una obra sobre el Brexit. La penúltima que he leído es de un autor que no me gusta su ideología pero sí sus libros. Tiempos recios, de Vargas Llosa. También lo último de Le Carré. Además yo leo mucho desconocido. De continuo visito las librerías en la ciudad, París-Valencia, Fan Set —de Nuria Cadenes—; todas las semanas paso por allí, en Octubre CCC. Veo a un autor desconocido, lo compro y lo leo, lo descubro, me gusta. Así voy». 

 «Yo vivo dos universos. El mío y el de la novela. Y en ocasiones me escondo en el universo ficticio porque me gusta más. Estoy en ese mundo como si viviera entre ellos. Yo lo vivo como personaje. Entro en la novela. En este caso, yo, autor, tenía que organizar un atraco. Y así nace Poder contarlo…», asegura.

En el silencio de la librería estallan los insoportables aullidos de un niño histérico. Ferran no se inmuta. Se ve que tiene sangre fría. Es justo cuando comenzamos a hablar de su afamada trilogía sobre la corrupción valenciana que inició en 2002. El escritor recuerda el momento en que germinó en su magín la feliz idea de novelar el apocalipsis de corrupción de la derecha valenciana. Una trilogía que lo ha encumbrado como destripador en la ficción de la alucinante aventura del saqueo valenciano. Sociedad Limitada (2002), Especies protegidas (2004) y Juicio final (2007). Un narrador a destajo.

 «Bueno, la cosa fue así. Un día salgo una noche de cena con amigos. Era 1999. Había unos periodistas; entonces, una mujer desconocida me dice que si me he fijado en un detalle significativo de la economía valenciana, a saber, en lo que facturaban las empresas de la construcción a principios de los años noventa y lo que facturaban en ese momento, al final de la década. Y allí empezó la idea. Aquí hay una novela, me dije, con todo lo que pasa y puede llegar a pasar. El caso es que yo acostumbraba a comer mucho con la gente política, amigos. Siempre tomaba notas. Porque los políticos en las mesas de los restaurantes rajan. Yo les garantizaba el off de record y ellos se reían. De ahí salió Sociedad Limitada. Todavía no se hablaba de corrupción en el periodismo local».

Y Ferran escribió su trilogía y más allá de sus amistades políticas, el escritor no ha aceptado nunca canonjías. Ha rechazado propuestas innombrables. «El poder no me trata. En realidad yo soy muy poco político. Pero tengo amigos en Compromís y el PSOE. Estuve una temporada en el Bloc pero no fui a ninguna reunión. En 1975 estuvo en el PT y partidos maoístas. Es increíble. ¿Qué relación íbamos a tener con los chinos? Yo no sirvo para militante».

El escritor tiene puente de plata con Barcelona. La mayoría de sus obras se editan en la ciudad condal, fortísima potencia editora de ámbito estatal. Pero no parece muy entusiasmado cuando habla de sus asociaciones de escritores. Allí tuvo una mala experiencia. «A Barcelona voy cuando saco un nuevo libro. Hace veinticinco años estuve en la Asociación de Escritores en lengua catalana. Tuve un problema y fueron incapaces de resolverlo. La razón es que esas son asociaciones ideológicas y no profesionales».

Regresamos a la novela en el momento en que llega Almudena con sus cámaras para el reportaje fotográfico. Ferran esgrime su móvil como si fuera una pistola y dice: «Esto lo ha cambiado todo. Tú escribes una novela sin móviles y no hay nada que hacer. Aquí lo tienes todo, el álbum de fotos. Ya jamás se plantea 'vamos a casa de la abuela a ver fotos'. Fíjate si esto será bestia que el otro día un amigo mío perdió el suyo y fue un desastre, no levantó cabeza».

A principios de los felices ochenta del siglo pasado Torrent y yo nos conocimos en la redacción de Diario de Valencia, donde él colaboraba como crítico literario y yo trabajaba de redactor. Nos unía la sección de Cultura del diario que dirigía JJ Pérez Benlloch, maestro de periodistas y un gran escéptico respecto al interés de la sección cultural en los diarios. El caso es que pegaba capones a los que escribíamos de cultura. 

Pero el autor de No emprenyeu el comissari no le hacía mucho caso y publicaba sus interesantes reseñas y ensayos sobre la novela negra mundial. Mucho antes de que el género se hubiera convertido en la reina de la literatura contemporánea. Hay una escena seminal que siempre recuerdo y fue la ocasión en que el periodista, aún escritor en ciernes, me confesó en la Plaza de Manises, frente a la Generalitat, una tarde de primavera, su rotunda intención de convertirse en un novelista leído en su tierra. Era una declaración de intenciones admirable que cumplió con los años punto por punto. Ha escrito 23 novelas como 23 soles. 

 «Ahora ya no tengo que ir con las hojitas manuscritas al periódico de turno (risas). Al revés. He tenido que decir a grandes periódicos que no. Me proponen artículos pero no soy articulista. Y cuando lo he intentado la cosa no ha salido. Al cuarto día no sabría de qué coño hablar. En la literatura estás en un infierno. Es la duda sistemática. ¿Gustará? Para crear hay que tener una enfermedad mental. Pero bueno, como dice la canción, què bien se está en la mina». «Hacer el ridículo» es la parte negativa del oficio, según el escritor.

«¿qué tiene que hacer la izquierda? a mí los políticos no me escriben las novelas; yo tampoco les hago el trabajo»

Lo mejor de Poder contarlo son los personajes parlanchines que desfilan por ella. La banda de fulanos que maquina el atraco: Sendra, El Largo, el Messie, el Gordo García, ¡Butxana! Todos los que se montan el atraco al banco ficticio Intrans, que en la realidad fue el Exterior de España.  «Yo no saco marginales, como te dije. Saco gente al margen de la ley. De esos he conocido unos cuantos. En realidad empatizo con esa gente. Las leyes son relativas. La justicia siempre es la misma. Las leyes están hechas en función de los sistemas políticos. Yo no participo de las leyes sino de la justicia».

Hablamos de las razones por las cuales una ciudad tuvo que sufrir el reaccionarismo de la derecha y el meninfotisme habitual del mundo valenciano. La València reaccionaria. «Si los sociólogos no tienen la respuesta, yo tampoco. La mancha en el pantalón, otra metáfora, viene de hace cuarenta años. Ahora, los votos del PP y de Vox son los mismos. Solo que han cambiado de bando. Eso que celebraban en Europa lo de una derecha moderada del PP, que no hay extrema derecha. ¡Qué va! El fascismo lo llevaba dentro ese partido del PP, como ha quedado demostrado ahora».

 «Tenemos un futuro incierto. Dentro de tres años, elecciones municipales y autonómicas. La izquierda tiene que espabilar mucho. ¿Qué habría que hacer? A mí los políticos no me escriben las novelas, yo tampoco les hago el trabajo a ellos. Hablan demasiado. La imaginación es fundamental en la política y veo muy poca. Y lo que me jode es que muchos hacen política de manual y el manual mata la imaginación. Son miedosos. Hacen política con encuestas. Ahora vienen esos fachas y dicen, cerrar la verja de Gibraltar. ¡Idiotas, si trabajan allí veinte mil andaluces! Los fascistas tienen la ventaja de que, como saben que no van a gobernar, pueden hacer discursos incendiarios y decir barbaridades, que no pasa absolutamente nada».

Salimos a la calle para hacer unas fotos en el lugar original del famoso atraco, en la confluencia entre Barcas y Poeta Querol. El escritor prefiere que se le fotografíe frente a la fachada churrigueresca del Banco de Valencia, que todo el mundo conoce, aunque el banco original estaba enfrente. No implicamos a la nueva entidad que ocupa el viejo banco. 

Dice Torrent entre risas que ahora sería muy interesante escribir una sátira política tras el resultado electoral. De estilo berlanguiano puro, por descontado, gracias a la presencia de la extrema derecha. Pero lo que anuncia es la cuarta parte de la serie que tiene en marcha. ¿Título? La banda se va. «Pero, ojo! Igual cambio el título o cambio de novela. Y hago otra. ¿De acuerdo? Nada es definitivo».

Ferran Torrent se despide de fotógrafa y reportero y se pierde en el trajín del centro de València, su escenario favorito. 

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