VALÈNCIA. Tras asistir a una obra de teatro gestual, los asistentes a una Convención de la Unesco celebrada en 1987 decidieron aparcar los idiomas para reducir su interacción a dos letras, la a y la o. Los responsables de esa mengua del lenguaje verbal fueron cinco universitarios y alumnos españoles de escuelas de interpretación que habían debutado en la cita con un pequeño espectáculo titulado Oh!, donde se servían de esos dos grafemas para representar una desavenencia de posturas. Su amor por el cine mudo y el teatro sin palabras recibió así un espaldarazo. Aquel impacto en su público les animó a montar la compañía Yllana, donde lo apostaron todo a la fuerza del gesto. Los integrantes, Marcos Ottone, Juan Ramos, Joe O’Curneen, Fidel Fernández y David Ottone, han sido fieles a ese todo a la nada y 36 años después suman 37 montajes representados en 48 países, la gestión de cuatro escuelas de teatro y de una sala en Madrid, el Teatro Alfil.
Este año se cumple un cuarto de siglo del estreno de su tercera obra, 666, un envite al humor macabro e incorrecto que no les ha abandonado. Para su argumento se inspiraron en una noticia sobre el preso español Pablo Ibar, que durante 16 años estuvo cumpliendo condena en el corredor de la muerte de una cárcel de Florida. La propuesta fue estrenada en el MIM de Sueca y estaba protagonizada por cuatro convictos condenados a la pena capital. La Rambleta la ha programado el 22 y el 23 de septiembre, y completará el homenaje a la comicidad vertiginosa y políticamente incorrecta de la formación con Passport, una recopilación de anécdotas de sus giras. Hemos hablado con uno de sus fundadores y protagonista de 666, Fidel Fernández, sobre la sátira, la doble moral, el último disco de los Rolling, Jordi Évole y el humor canalla.
- El actor Edu Ferres, uno de los protagonistas de vuestra obra Passport, afirma que la clave de vuestro éxito está en la “inconsciencia creativa”, ¿nos lo traduces?
- La traducción es que estamos un poco locos y nos arriesgamos en la creación de una manera salvaje y muy energética.
- Pasadas tres décadas desde vuestros inicios, ¿continúa esa irreverencia?
- Algo queda, porque no se olvida nunca, pero también evolucionas como persona y tienes más poso creativo y más maneras de trabajar.
- ¿Qué contradicciones del ser humano os inspiran hoy en día?
- Evidentemente, la estupidez, que es innata en todo ser humano. Puede no hacer daño, situaciones cotidianas, como poner un huevo para freírlo en la sartén y echarlo al fregadero porque no estás concentrado al hacerlo, como permitir que haya pena de muerte, provocar guerras injustas o negar el cambio climático. El ser humano tiene un potencial para el humor increíble. Lo bueno de la compañía es que hablamos de su lado oscuro, tonterías sin ningún tipo de justificación.
- 666 se está representando sin ningún retoque ético ni estético respecto a su estreno en Sueca en 1998. ¿Cómo lo están encajando las nuevas generaciones?
- La obra está siendo acogida igual que hace 25 años. Todo funciona como un reloj. Pese a la época en la que estamos.
- ¿Cómo os han afectado, si lo han hecho, los límites del humor y la incorrección política?
- Te puedes reír absolutamente de todo, porque todo viene del ser humano, es quien crea la contaminación, destruye al planeta, ejecuta a otro ser humano y limita la importancia de la mujer en la historia. Ya lo ha explorado la literatura o el cine, con ejemplos como los de Chaplin con El gran dictador (1940) o Roberto Benigni cuando hizo La vida es bella (1997), sobre la vida en un campo de concentración, pero todavía queda mucho terreno para darnos cuenta de quiénes somos y que hemos de hacer para poder vivir todos en este planeta.
- No obstante, ya no sois una pequeña compañía, sino una empresa de entretenimiento que da empleo fijo a 60 personas. ¿No os lleva a ser más conservadores?
- Está bien que la compañía se diversifique y busque nuevos palos, tanto humor blanco como humor negro. También tienes que saber cuándo estás ofendiendo y mostrando odio, porque ese no es el camino. Lo importante es siempre llevar a una reflexión. Un caso curioso para nosotros fue el de Leo Bassi con La revelación, al que le pusieron una bomba, pero la gente que se manifestaba no iba a verlo. Primero has de informarte y luego tienes todo el derecho a criticar, a abuchear y patear.
- Es lo que está sucediendo con la programación en el Festival de San Sebastián del documental de Jordi Évole sobre el ex jefe de ETA Josu Ternera, No me llame ternera, todavía no se ha estrenado y ya se han recabado las firmas de 514 personalidades en oposición a su exhibición.
- Tampoco lo entiendo, es un documental, lo ves y ya decides si estás o no de acuerdo con ese personaje. Estamos en un país democrático y es sano hablar de todo. Si se exalta a esa persona, está muy mal, pero quizás me descubra motivos de por qué ha hecho y llegar a entenderle, aunque no esté de acuerdo. Es lo que hay que hacer, intentar entenderse y encontrar una solución.
- El director Pablo Larraín acaba de estrenar en Filmin El conde, donde convierte a Pinochet en un vampiro, y defendía el uso de la sátira para retratar al dictador porque de haber empleado el realismo, hubiera ayudado a la empatía del espectador. ¿Qué buscáis o evitáis vosotros al serviros de ese género?
- Creemos que a través del humor la gente se puede reír y luego pensar qué le ha despertado la carcajada. La risa es una terapia muy válida para hablar de cosas muy dramáticas. La comedia y el drama están muy unidos. Un ejemplo es 666, donde te vas a reír de violaciones y ejecuciones.
- Lo curioso es que en el momento del estreno, hace 25 años, no se os recriminó el tema, sino la aparición de los penes de pega de los presos protagonistas en el cartel.
- Es un tema que no entiendo. Como también el hecho de que se considere una ofensa la aparición del pecho de la mujer y no el del hombre. Esa doble moral me sigue sorprendiendo, no me parece nada sana. Aquí siempre se va a prohibir. La solución es sencilla: si no te gusta, no vayas a verlo.
- Tu compañero David Ottone afirma que “Yllana sin dar caña no es Yllana”. ¿Coincides?
- La energía es fundamental. Tenemos un ritmo trepidante, buscamos que la gente no pare de reírse, que identifiquen rápidamente con los personajes y mucho rock and roll.
- Hablando de música, tengo entendido que tienes preparada una deadplaylist para morir en la cama. ¿Nos puedes destacar a grupos o temas?
- Desde Frank Zappa y Los Clash hasta Camarón de Isla, Radio Futura, El último de la fila, jazz, soul, alguna canción disco, algo de pop, clásica... La hice porque fui a un programa de radio donde tenía que destacar lo que me gustaba.
- ¿Está subida a Spotify?
- No lo sé, soy más bien analógico. Cuando me hablan de inteligencia artificial, contesto que es imposible que sea inteligencia cuando la está creando el hombre. No ayuda que le pidas a un alumno que haga una redacción con el estilo de Lorca, se meta en ChatGPT y se lo haga. No sé dónde está el mérito ni el aprendizaje. Aunque todo depende de cómo se use.
- Un día definieron a Tricicle como música clásica y a vosotros, como rock and roll. ¿Es una buena definición?
- Sí. Les respeto mucho, pero es verdad que hacen un humor más blanco. Nosotros metemos mucha más caña. Hablamos de lados más oscuros del ser humano.
- ¿Qué opinas del nuevo disco de los Rolling?
- He escuchado un poquito, pero ya no me interesan tanto. Me siguen gustando sus comienzos, pero ahora intento descubrir nuevos grupos, aunque en el mundo del rock es más complicado, no se les da tanta cancha en la radio.
- Más de 30 años de gira por el mundo ha dado pie a una obra de teatro gestual donde recopiláis vuestras principales anécdotas, Passport. ¿eso descarta un libro de memorias?
- Nos lo han ofrecido, yo incluso he querido hacer un documental, pero mis socios no han estado de acuerdo. Aparte de Passport, hay otras vías muy interesantes, como un libro o una película, para mostrar cómo se formó la compañía, cuál es nuestra filosofía y qué hemos hecho.
- Imagino que seguiréis sumando anécdotas, ¿dará para ir ampliando la obra con nuevas vivencias?
- Se podría ir ampliando. Nos han quedado muchas fuera, como improvisaciones callejeras en algún festival, la rotura de la furgoneta, representaciones dentro de casas, algún desmadre...
- La obra que se os resiste es una sátira sobre todas las religiones que ibais a titular Amén, ¿qué os frena?
- La haremos, pero hemos preferido anteponer War Baby, una pieza distópica sobre la guerra, los regímenes dictatoriales que provocan conflictos bélicos sin sentido. Yo, personalmente, la quiero hacer más adelante, porque los papeles de obispo, Papa, Buda, son para más mayor.
- ¿Cómo encaráis el futuro?
- Queremos continuar como hasta ahora, haciendo obras de comedia y llevando al público mucho humor e ilusión, porque al final todos nos vamos a morir.