Todas las empresas, independientemente de su tamaño y del momento vital en el que se encuentren, necesitan financiación. Es decir, recursos económicos líquidos que, una vez estén en posesión del empresario, serán un medio para alcanzar un objetivo que se traduzca en una inversión rentable.
Para cubrir esta necesidad de financiación hay dos formas básicas de satisfacerlas que son el capital y la deuda. Aunque en ambos casos se trata de trasladar recursos económicos ajenos hacia una empresa para que ésta realice su plan de inversión concreto, lo cierto es que son sistemas de financiación bien diferentes y complementarios. Sin ellos no habría empresas. Una sociedad próspera es aquella que ha creado y ahorrado capital a través del tiempo y lo canaliza para mejorarlo e incrementarlo. Ese punto de encuentro entre la demanda y la oferta de financiación es lo que llamamos mercado financiero. Este, al igual que otros mercados, se está globalizando gracias a las nuevas tecnologías y como consecuencia positiva se produce mayor competencia e innovación en la oferta financiera con el fin lógico de dar mejor servicio a la demanda. A pesar de la tendencia mencionada, cada país mantiene su idiosincrasia y puede favorecer o restringir la libre circulación de capitales y en consecuencia la calidad de su mercado financiero, en virtud de sus estándares de libertad económica, seguridad jurídica, cultura empresarial y su política fiscal y tributaria. Una misma empresa tendrá muy distintos resultados en su demanda de financiación si está en el mercado de EEUU, Singapur, Zimbabue o Venezuela.
¿Cómo es el mercado financiero español para las empresas? A diferencia de otros mercados financieros comparables, la oferta financiera española, tanto de capital como de deuda, ha tenido como único protagonista a la banca. Desde que va consolidándose, más o menos, una economía de mercado en España, los bancos han sido la única oferta financiera existente. Nuestro mercado financiero se fue originando por la banca que dominaba todo el espectro posible de financiación para las empresas desde los préstamos y créditos a pymes hasta la bolsa y los mercados de capitales. Los bancos no solo han aportado deuda a todos los sectores sino capital, participando como accionista en muchas empresas. Hemos tenido una economía muy bancarizada tanto a nivel de las grandes compañías cotizadas como en las medianas y pequeñas. Cuando un empresario español pensaba en financiación sólo visualizaba una cosa: el banco. Era su única opción.
En otros países con economías de mercado, la evolución de sus mercados financieros ha sido distinta. Han evolucionado también con presencia bancaria pero en menor medida, coexistiendo con otros operadores financieros privados o institucionales que han canalizado tanto deuda como capital a los distintos demandantes de soluciones financieras. En EEUU las grandes empresas se financiaron con capital privado y luego constituyeron bancos. En España, fueron los bancos los que crearon y potenciaron industrias conformando sus carteras industriales.
Esta situación de dominio total de la oferta de la entidades bancarias y su tendencia a la concentración, va provocando una falta de satisfacción a la demanda de capital y deuda de las empresas. Las consecuencias en la demanda de capital son que sólo las cotizadas, con más tamaño y liquidez, pueden obtener financiación a través de la bolsa quedando las pymes fuera del mercado y, en la deuda, se focaliza la atención en criterios puramente patrimonialistas, inmobiliarios, desatendiendo el análisis del plan de negocios o la evaluación de la viabilidad del proyecto empresarial.
Para cubrir ese hueco de oferta de capital en el mercado, hacia finales del siglo pasado, empiezan a instalarse en España los Fondos de Capital Riesgo. Con criterios de análisis diferentes, fondos propios y alta formación en el uso de instrumentos financieros corporativos, se centran en el sector de las pymes y empiezan a dar soluciones de capital a las mismas. Operaciones como capital expansión o desarrollo, sustitución de accionistas, MBO´s y demás, van resolviendo situaciones de necesidad que se producen en las empresas. Acompañando a estos procesos corporativos van empleándose nuevos instrumentos colaterales como la deuda subordinada, los apalancamientos, los préstamos participativos o la deuda mezzanine que, poco a poco, van conociéndose y aplicándose en nuestro mercado.
Este subsector de oferta financiera para las empresas va consolidándose y se van incorporando nuevos operadores e inversores privados. Aunque en términos absolutos su cuota de mercado es pequeña, suponen una respuesta a la demanda financiera de capital que no existía.
Como consecuencia de la existencia de éste subsector alternativo y la desaparición de la oferta financiera en préstamo, generada por la gran crisis, empiezan a surgir iniciativas de oferta financiera de deuda no bancaria por operadores privados y fondos. Este hecho resulta muy positivo ya que introduce en el mercado financiero nuevos competidores a la banca y que pueden ofrecer soluciones a las empresas distintas, complementarias o mejores, según cada caso, con una agilidad, profesionalidad y flexibilidad no habituales en la banca tradicional.
Por otro lado, la digitalización, las nuevas tecnologías y las fintech, que ya están también operativas en el mercado, empiezan a ofrecer soluciones fáciles de gestionar tanto en el capital como en la deuda para un segmento de empresas pequeñas y startups que hasta ahora tenían poca o nula respuesta tanto en la banca como en los fondos.
En conclusión, la tendencia del mercado de financiación a empresas está mejorando por la presencia de distintos operadores en la oferta, su mayor especialización y, por tanto, una respuesta más amplia de soluciones para cubrir cualquier segmento de demanda de financiación. Como sociedad, no nos podemos permitir que un proyecto empresarial que pueda aportar valor se quede sin existir por falta de una adecuada financiación.
Jose Ignacio Lluch es socio director de MAIN, M&A Investment Network