Un tercio de la economía de los países desarrollados sería imposible sin los avances basados en la mecánica cuántica. Ha pasado más de un siglo desde que se planteara por primera vez y, sin embargo, todavía hoy a muchos les suena algo remoto o mágico. Pero atención: con el apelativo ‘cuántico’, muchas falsas terapias como la homeopatía o la bioneuroemoción venden cuentos que amenazan su salud y su bolsillo
VALENCIA.- Si lo cuántico le suena a libre albedrío, a universos paralelos o a conceptos como «el todo y la nada», puede que le hayan colado cuentos en nombre de la ciencia. La física cuántica ha hecho posible ese ascensor que coge todos los días para ir al trabajo y los dispositivos móviles que usa para hacer selfies. Es el estudio de lo muy pequeño, el mundo subatómico que compone el universo, que causa tanto fascinación como vértigo. Pero las malas interpretaciones de la teoría, junto con el reparo que sus complejas fórmulas matemáticas suscitan en muchas personas, alimentan falsas terapias que venden fraudes con el adjetivo «cuántico» y que ponen en riesgo nuestra salud. ¿Cómo distinguir la cuántica fundamentada de la charlatanería cuántica? Varios expertos dan las claves para no caer en timos en nombre de lo cuántico.
El físico alemán Max Planck alumbró en 1900 los primeros trucos matemáticos acerca de las partículas microscópicas. Ha pasado un siglo pero para muchos la física cuántica sigue encarnando un laberinto teórico difícil de resolver. «Para algunos es todavía una hipótesis no comprobada, y esto se utiliza para los usos más perversos como la pseudomedicina. Hay cosas difíciles de entender, como el mismo hecho de que la Tierra se mueva, pero no significa que sea imposible hacerse una idea. Hoy la física cuántica tiene infinidad de aplicaciones tecnológicas. No es una hipótesis ni una idea loca, sino una teoría sólida sin la cual no se puede describir el universo, junto a la Teoría de la Relatividad», recuerda Paula Tuzón, profesora de Didáctica de las Ciencias Experimentales en la Facultad de Magisterio de la Universitat de València (UV).
Las posiciones pseudocientíficas suelen transmitir la falacia de que lo cuántico es tan complejo que nadie lo puede entender. Para no caer en la resignación, lo mejor es partir de una definición, como aporta la reconocida física Pilar Hernández, catedrática de Física Teórica de la UV e investigadora del Instituto de Física Corpuscular (IFIC), centro mixto del CSIC y la UV. «Es el conjunto de leyes físicas que permiten explicar la estructura de los átomos. A principios del siglo XX, los físicos observaron que las partículas subatómicas no se movían como los objetos cotidianos sino que a veces parecían comportarse como ondas. Pero, también la luz, considerada una onda por la física clásica, parecía comportarse como si estuviera formada por un conjunto de porciones o ‘cuantos’ de energía», define Hernández.
Por su sentido ambiguo en el lenguaje de la calle, tanto el papel del observador como el principio de incertidumbre (la dualidad onda-partícula) son buena parte del caldo de cultivo pseudocientífico. Según Hernández, son nombres muy sugerentes que manifiestan la sorpresa de los físicos que los descubrieron, como Erwin Schrödinger, el padre de la paradoja cuántica más famosa y una de las principales fuentes de inspiración para la pseudociencia: el famoso gato de Schrödinger. Un gato está en una caja cerrada en la que hay también un átomo radioactivo que puede desintegrarse cuando abrimos la caja con una probabilidad del 50%. Si se desintegra, un detector lo registra y hace que se libere un gas letal que mata al gato. Los dos resultados son que el gato vive o muere con una probabilidad del 50%.
«La paradoja surge de imaginar que el gato es también una partícula subatómica, cuyo estado está mezclado con el del átomo. Diríamos que mientras no lo observamos, el gato está en una superposición de los dos estados: vivo y muerto, y que sólo cuando abrimos la caja y lo observamos el gato muere o vive realmente. Pero esto no es cierto: el gato (imaginario) en este experimento nunca está vivo y muerto, sino sólo vivo o muerto y ciertamente no lo matamos al observarlo cuando abrimos la caja. Lo incorrecto es aproximar al gato como una partícula microscópica. El átomo que se desintegra sí que podría considerarse como que se encuentra en una superposición de dos estados, uno desintegrado y otro no, pero ni el estado del detector ni el del gato están en ninguna superposición cuántica». El estado del gato, a diferencia del estado del átomo, no cambia, así que en ningún momento el gato está vivo y muerto a la vez. «Esa posibilidad sin embargo es muy sugerente. Si el gato puede estar vivo y muerto a la vez, ¿puede un enfermo estarlo y no estarlo a la vez dependiendo de cómo se le mire?», cuestiona esta física.
«Para algunos es todavía una hipótesis no comprobada y esto se utiliza para los usos más perversos como la pseudomedicina»
El fallo de estos argumentos, destaca Hernández, reside en que el principio de incertidumbre no es relevante para sistemas macroscópicos como un gato o un enfermo. «Hay excepciones como la superconductividad o la superfluidez, que involucran un gran número de partículas que conjuntamente muestran comportamientos cuánticos, pero que requieren unas condiciones muy extremas, por ejemplo enfriarlos cerca del cero absoluto (-273ºC). El cerebro humano, un gato o un líquido homeopático no se encuentran en esta categoría», asegura Pilar Hernández.
«El 95% de lo que nos dicen que es cuántico es en realidad un cuento», afirma rotundo Vicent Picó, físico y filósofo. Buena parte de la culpa se encuentra en el postulado de la medida. «Cuando escuchamos ‘medir’ nos imaginamos a un señor de bata blanca con una lupa o microscopio, pero se puede colocar un aparato como un contador Geiger al lado de un átomo radiactivo para saber si emite radiación o no. Observar significa medir o detectar, en cambio la gente leyó que al observar creamos lo que medimos, elucubrando sobre el libre albedrío. Pero la teoría no dice nada de que para medir hagan falta seres humanos», recuerda Picó, integrante del grupo de investigación Mèthodos del Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la UV.
El problema de lo que es y no es cuántico viene de lejos. «En los años 30-40, cuando la teoría se propagó, sus fundadores no negaron con énfasis los aspectos subjetivos del ser humano porque eso hacía que les llamaran para dar conferencias o publicar artículos. Hay muchas frases fuera de contexto de Werner Heisenberg, que osciló en el idealismo filosófico, sobre el principio de incertidumbre, en las que defiende que la actitud ante la vida es algo que de manera cuántica nos va a ayudar a ser más felices. Eso ha ayudado a vender muchos manuales de autoayuda», anota Picó, quien prosigue: «Los científicos no podemos limitarnos a elaborar teorías matemáticas muy complicadas. Hay que razonar las interpretaciones de la teoría, porque no se puede decir que el libre albedrío está en las ecuaciones ni que la voluntad humana es una predicción de la teoría cuántica. Esa conexión hoy no existe».
La puerta por la que se deslizan las pseudociencias está en asumir que lo cuántico vale para todo. Nociones como «energía» o «cuántico» en la pseudomedicina, advierte Picó, no obedecen más que a un puro ejercicio de retórica. «Usan lo cuántico como podrían haber utilizado la relatividad general porque vende. No buscan el formalismo matemático, sólo dicen que la energía está en ti y eres tú el que usa la energía, y apelan al sujeto como observador y creador. La mecánica cuántica no habla de sujetos ni de conciencia. Si las falsas terapias no aceptan venir al terreno científico, debemos denunciarlo públicamente o exigir que demuestren sus explicaciones», defiende este físico y filósofo.
«Sería una sorpresa que la base del pensamiento fuera la física cuántica, lo que no significa que el cerebro sea una patata»
En el caso de la homeopatía, sus promotores intentan justificar que un líquido con una disolución extrema de un producto activo guarda memoria de la traza de ese producto activo. «Es inconcebible para las leyes de la física. Es impensable que se pueda crear un estado mezcla con las moléculas del principio activo y del disolvente, y más aun que tras el proceso de dilución se haya podido mantener ninguna coherencia cuántica. Plantear esta hipótesis revela no saber nada de física, ni cuántica ni clásica», apunta la física Pilar Hernández.
«En la Edad Media estaban las brujas, ahora se venden las energías del universo. La medicina cuántica es la mayor de las barbaridades. Hay quien dice que Einstein se equivocó o que la gravedad de Newton no funciona, pero otra cosa es que, en nombre de la mecánica cuántica, la llamada bioneuroemoción afirme que la gente tiene cáncer porque le da la gana, con la noción del observador como creador de su realidad. Defiende que el problema está en ti y la solución también. Estos rollos apelan a la culpabilidad total del enfermo. Un libro de Enric Corbera, su impulsor, asegura que si se realiza el experimento de la doble rendija [si lanzas una partícula cuántica, pasa por dos rendijas a la vez] con la luz apagada las cosas se comportan como partículas y con la luz encendida las cosas se comportan como ondas. No ha pisado un laboratorio en su vida. Las cosas están tapadas y nadie enciende ni apaga luces», sostiene el físico y divulgador Enrique Fernández Borja, autor del blog Cuentos Cuánticos.
«Son señores que se han leído Historia breve del tiempo o El tao de la física, que fue el que lo lió todo en realidad. Lo escribió un físico, Fritjof Capra, que dijo que lo que se transpiraba de la mecánica cuántica eran ideas como el todo, el ser, la nada, el yin y el yang, sonaba al misticismo oriental. Eso se publicó en los años 60, en pleno estallido de la cultura hippy. Los hijos de los que tiraron la bomba atómica en 1945, que no hubiera sido posible sin la mecánica cuántica, abrazaron el misticismo cuántico. Lo cual es bastante rocambolesco, es el surrealismo llevado a la realidad», observa este divulgador.
Una de las grandes ideas que siguen debatiéndose en los foros académicos apunta a si el ser humano es libre. «No es cuestión resuelta, pero no se discute si somos libres gracias a la cuántica. El físico Roger Penrose llegó a escribir en La nueva mente del emperador que los saltos energéticos entre los estados de una neurona pueden explicarse con la cuántica. Eso suscitó que desde la psicología se usasen estas nociones para explicar estados de semiinconsciencia y se relacionase con lo del gato vivo y muerto. Penrose tuvo la honestidad de rectificarlo, pero aquella propuesta, que no tuvo mucho recorrido en ciencia, fue aprovechada por pseudocientíficos dada su ambigüedad», recuerda Picó.
«No hay ninguna evidencia científica de que se hayan manifestado efectos cuánticos a nivel neuronal, pero aunque viéramos algún efecto cuántico tampoco significaría que falsas terapias como la llamada bioneuroemoción pudieran justificarse. Sólo hay evidencia científica de efectos cuánticos en sistemas biológicos en la fotosíntesis de las plantas. Lo que dicen las pseudomedicinas, por ejemplo, no tiene sentido: implantar un recuerdo en el óvulo y que ese recuerdo modifique la mente del feto, no tiene ninguna base neurocientífica», arguye Paula Tuzón.
Para Enrique F. Borja, la idea de investigar el cerebro desde la mecánica cuántica no es nada místico. «Hay investigadores que creen que nuestro universo opera a nivel cuántico como si fuera una computadora cuántica a lo bestia, y otros dicen que no. Existen estudios como el de las palomas mensajeras, que tienen una sustancia en el cerebro relacionada con cómo saber adónde volver, porque hay una glándula que detecta campos magnéticos muy débiles. Todos somos cuánticos, estamos compuestos por partículas y seguimos las leyes de la física, pero otra cosa es que nuestra memoria y el pensamiento dependan de la mecánica cuántica. Nuestro cerebro es grande y está caliente, y las cosas calientes enmascaran los efectos cuánticos puros. Sería una gran sorpresa que el fundamento de nuestros pensamientos fueran por efectos cuánticos puros, pero eso no significa que nuestro cerebro sea una patata. La evolución ha conseguido crear algo como un cerebro que ha logrado vencer limitaciones como a la hora de crear ordenadores».
Deepak Chopra o la cuántica antienvejecimiento
El médico hindú Deepak Chopra fue uno de los primeros en propagar el misticismo cuántico a base de libros de autoayuda con promesas como que, según decía en Rejuvenezca y viva más tiempo (2002), la física cuántica era una especie de elixir de la eterna juventud. «Circulan fotos de Chopra con 35 años y ahora con setenta y parece que no le ha funcionado muy bien la cuántica. Envejecer es un proceso regido por la biología y las leyes de la física y la química y no hay escapatoria. Si ahora la gente de sesenta está mejor que antes es porque come mejor, se vacuna más y tiene más seguridad fitosanitaria y farmacológica», señala Enrique F. Borja.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 26 (XII/2016) de la revista Plaza