Este joven deporte, en realidad un híbrido, va ganando adeptos en la Comunitat Valenciana, especialmente entre exfutbolistas cuarentones que han encontrado aquí una alternativa menos exigente que noventa minutos de carreras. Su principal obstáculo, más allá de búnkeres y lagos, es el rechazo de los clubes de golf
VALÈNCIA. Hay un reducido grupo de personas en España que rastrea por todo el país dónde encontrar un Jabulani. El Jabulani, para quien no lo recuerde, es el balón de fútbol que diseñó Adidas para la Copa del Mundo de Sudáfrica en 2010. Sí, el gol de Iniesta fue con un Jabulani. Pero la obsesión por esta pelota no viene por el histórico triunfo de España sino porque, doce años después, apenas quedan unidades en el mercado y reúne unas características, especialmente de deslizamiento sobre la superficie, que lo convierte en el ideal para jugar al footgolf, un híbrido entre el fútbol y el golf. El mismo motivo que hizo que los porteros protestaran —decían que era impredecible y que resbalaba— hace que sea el más deseado por los footgolfistas.
El footgolf es un deporte sin mucha historia ni mucho arraigo, pero tiene sus adeptos, fundamentalmente exfutbolistas con articulaciones que ya no soportan noventa minutos de alta intensidad y que encuentran en los siempre bucólicos campos de golf una alternativa. Allí hacen exactamente lo mismo que en el golf, pero con alguna salvedad: pies en vez de palos, hoyos más grandes y un balón en vez de una bola. El resto, igual. Salir del tee, acercarse al hoyo y embocar. Cuantos menos toques, mejor.
Esta práctica deportiva —en realidad aún no se ha ganado la condición de deporte— no tiene ni quince años de antigüedad. Su origen, aunque no se ha estudiado en profundidad, parece ser que está en los Países Bajos, donde se pateó un balón por primera vez en un campo de golf. Tres años más tarde, en 2012, se celebró el primer Campeonato del Mundo de footgolf en Hungría. Y hoy hay más de treinta países que lo practican con mayor o menor representación.
En la Comunitat Valenciana solo se puede jugar de forma regular en el campo de El Plantío, en Alicante, y en Cofrentes, en Valencia
En Valencia todo empezó en una comida de Navidad. Un grupo de amigos, jugadores de fútbol aficionados, se reunía cada año para brindar juntos. Y en 2014, durante la sobremesa, uno de ellos comentó que en la Masía de las Estrellas, un campo de golf de nueve hoyos que hay en Catarroja, habían habilitado unos agujeros más amplios, fuera del green, para poder hacer el recorrido golpeando un balón de fútbol con el pie. Y ya se sabe que una propuesta sobre la mesa en el momento de las copas tiene el éxito asegurado.
Uno de los comensales era Carlos Martínez-Carbonell, hoy presidente del Bats Footgolf, un club valenciano pionero en España. Fue de los primeros en informarse y en 2015, cuando uno de los amigos, Nacho Laliga, cumplió cuarenta años, propusieron celebrarlo marchándose a jugar un torneo de footgolf a Suiza. «A veces hacíamos viajes para jugar al fútbol en el extranjero y en esa ocasión decidimos cambiarlo y, la verdad, es que nos lo pasamos muy bien», rememora.
El Jabulani, el balón de la Copa del Mundo de Sudáfrica, es el más deseado por sus características y puede llegar a pagarse por él quinientos euros
Aquella escapada también les dio el impulso suficiente para arrancarse a montar, si no un club, al menos sí un grupo que jugaba de vez en cuando en Catarroja. A partir de ahí, lo comentaron a amigos y conocidos y fueron creciendo. «Yo creo que el footgolf entró en España por Valencia. Después vinieron unas personas de Calatayud a verlo y a probarlo y se animaron. Y ahora está pegando cada vez más fuerte en España».
Casi todos los practicantes que hay en la Comunitat Valenciana son exjugadores de fútbol. «La única que conozco que proviene del golf es una chica de Elche», apunta Carlos, quien cuenta que hay diversas competiciones a lo largo del año, aunque las más destacadas son el Campeonato Autonómico y el Campeonato de España.
Algunos clubes de golf ven en esta nueva modalidad una alternativa interesante para ganar socios en unos años difíciles en lo económico. Aunque otros chocan con socios puristas que reniegan del footgolf y que, más que verlo como un híbrido, lo ven como una aberración hacia el abolengo del golf. Eso, al menos, es lo que ocurrió en Masía de las Estrellas, donde tuvieron que cerrar las puertas a estos golfistas con botas de fútbol.
La preponderancia del golf hace que los hoyos, para no destrozar los siempre cuidados greens, se coloquen en un flanco de las calles, en lo que se conoce como el rough, donde hay una hierba más basta, o, en el mejor de los casos, en el ante-green, cuando al club no le importa añadirlo como un reto o un obstáculo más para los usuarios del juego tradicional con los palos.
Algunos clubes de golf ven en el ‘footgolf’ una alternativa interesante para ganar socios, mientras que los más puristas lo rechazan
Una vez está el campo adaptado, solo hace falta un balón de la talla cinco —el tradicional en un partido de fútbol—: pesa entre 400 y 450 gramos, tiene una circunferencia de entre 69 y 71 centímetros, y un diámetro de 22 o 23 centímetros. «Hay un mercado negro de balones de fútbol que flipas», advierte Carlos Martínez en alusión a los ‘rastreadores’ del Jabulani, pero también del Europass (el balón oficial de la Eurocopa de 2008) y el +Teamgeist (el del Mundial de 2006), los tres esféricos más deslizantes. Esto hace que los hoyos tengan que ser más grandes que los del golf y, por eso, tienen 53 centímetros de diámetro.
Los hoyos, al igual que en el golf, tienen pares tres, cuatro y cinco y, copiando la nomenclatura, también se llama birdie cuando se logra hacer un hoyo en un golpe menos del par, o bogey cuando el jugador se va uno por encima. En esencia, el estilo de juego tampoco difiere demasiado. El drive (o golpe de salida), generalmente basado en la potencia, consiste en enviar el balón lo más lejos posible en dirección a la bandera; el approach, un segundo o tercer golpe de aproximación al hoyo, y el putt, el toque de precisión con el que el jugador espera embocar. El que necesita menos golpes para hacer todos los hoyos gana.
Esto, como en la variante más tradicional, hace que haya diferentes perfiles de jugador. «Hay quienes tienen una buena pegada desde el tee de salida y otros que son muy buenos en el putt. Pero, para mí, lo más importante es la mentalidad. En este deporte, si pierdes la concentración en un hoyo se te puede ir la partida», puntualiza el presidente del Bats. Este hombre, que vive de su trabajo en el registro de la propiedad, hizo las gestiones oportunas para que la Dirección General de Deportes de la Generalitat acabara reconociendo el footgolf como actividad deportiva. Un logro que todavía no ha alcanzado ninguna otra comunidad autónoma en España. «Ahora lo han pedido otras tres: Galicia, Aragón y Canarias».
Más peliagudo, casi tan excepcional como lograr un albatros —hacer un hoyo en tres golpes por debajo del par—, será alcanzar la consideración de deporte por el CSD (Consejo Superior de Deportes), que exige, entre otros requisitos, un número de licencias que hoy se antoja inalcanzable. «En Argentina ya lo han logrado», apunta Carlos esperanzado. Pero en Argentina van muy por delante. Allí ha calado rápido este híbrido entre el fútbol y el golf. Ya se sabe que en el país de Maradona el balón es el juguete favorito de los niños. De hecho, según se informa en un artículo que salió publicado en 2015 en The New York Times, fue un argentino residente en Palm Springs (California) quien introdujo el footgolf en Estados Unidos, donde también está en constante crecimiento.
Marco Fernández es el gran impulsor del footgolf en Alicante. Este hombre de treinta y siete años trabaja como profesor de autoescuela y, dando una práctica, pasó al lado de El Plantío Golf Resort y vio de refilón un cartel donde aparecía un chico chutando una bola en el campo. «En cuanto llegué a casa investigué por internet a ver qué era eso y vi un vídeo de Asensi —jugador alicantino que fue internacional y desarrolló su carrera en el FC Barcelona de los años setenta— jugando al fútgolf y pensé que tenía que probarlo», explica matizando que el fútgolf es como otra corriente alternativa del mismo deporte, y por eso ellos se diferencian llamándolo footgolf.
Este alicantino, un tipo alto y delgado, se inició en el deporte practicando el atletismo pero, como se aburría, comenzó a ir a ver a su hermano mayor, que jugaba al fútbol en el polideportivo de San Juan. Marco iba siempre con un balón en los pies y, mientras su hermano jugaba, él se tiraba el rato chutando contra una pared. Se acabó pasando al fútbol, claro, y no lo hacía nada mal. Primero, en su época de cadete, jugó en el Hércules, y después, de juvenil, fichó por el Alicante. Llegó a jugar en División de Honor en esa categoría, pero luego dio prioridad a los estudios y lo dejó. Aún hizo una segunda intentona en algún equipo de Regional, pero no prosperó mucho más.
Un día descubrió el footgolf y, camino ya de los cuarenta, entendió que ahí podría estar la felicidad. «Lo probé y te engancha, la verdad. Tengo amigos que les propongo ir a jugar y me dicen que es un deporte para abuelos y, es verdad, porque no es tan aeróbico, pero luego te gusta y, encima, lo practicas en medio de la naturaleza. Cada vez hay más licencias y en un futuro esto va a pegar fuerte», defiende Marco.
Aunque su principal problema es la reticencia de los jugadores de golf clásicos. «A la gente del golf les tira para atrás; no les gusta verte por allí con un balón de fútbol, aunque también he de decir que alguno del golf ya se ha pasado al footgolf», explica este practicante con siete años de experiencia. Ese rechazo hace que actualmente solo haya dos campos en la Comunitat Valenciana donde jugar habitualmente: uno es El Plantío (Alicante) y el otro en Cofrentes (Valencia).
El valenciano Nacho Salinas aprovecha para subrayar que, pese a las apariencias, no es un deporte de cuarentontes. «En cada una de las ocho etapas del Campeonato de España que se han jugado este año, en todas, los ganadores tenían treinta y pocos años. Concretamente hubo una que la ganó un chaval canario de 18 años. Además, hace un par de meses, un húngaro de 17 años, Akos Tajti, que, por cierto, vive en Oropesa, ganó el Major de Italia, uno de los torneos más prestigiosos del mundo».
Aunque la mayoría de los jugadores proviene del fútbol, se intenta hacer siempre algún guiño al golf. Y, aun jugando con botas de multitaco —para no dañar el césped—, muchos se suelen poner un pantalón con bolsillos, un polo y una gorra de tela. Todos piensan, en un principio, que lo importante es dominar el golpeo del balón y darle un buen zapatazo desde el tee de salida, pero con el tiempo aprenden que es importante conocer los secretos del golf, saber leer las caídas que hay alrededor del hoyo, y por eso prueban también con los palos. «Yo, por ejemplo, como iba siempre con un balón en los pies, tengo un buen desplazamiento, pero en Alicante los hoyos son muy cortos y tienes que ser más técnico, darle más plano y colocado. Más que darle fuerte, tienes que intentar dejarla cerca de la bandera. Aquí es muy importante el juego psicológico porque, a veces, y a mí me ha pasado, te tiembla el pie en el último hoyo». Y luego está otro riesgo, pasarte de fuerza y encontrarte el balón pinchado en una palmera. «Y como va la gente loca detrás del Jabulani algunos han llegado a pagar quinientos o seiscientos euros por uno… Yo ya he pinchado siete. Porque son balones muy lisos, sin tanto dibujo, y corren más metros, pero es muy blandito y eso también es un problema».
Algunos futbolistas de postín, como Fabián Ayala —mítico central del Valencia CF—, han encontrado su alternativa en el footgolf. Marco ya empieza a saberse los nombres de las estrellas de este joven deporte. «El número uno es Ben Clarke, un inglés. Luego está el francés Cedric Bonnot. Suben sus vídeos a YouTube y a TikTok, para buscar sus patrocinadores. En España, Sandro Rodríguez o Carlos Calvo, todavía en la treintena (dos ex futbolistas de Segunda y Primera División respectivamente), destacan habitualmente sobre el resto. Aquí, en la Comunitat Valenciana, el número uno podría ser Javi Cobo (exjugador profesional de fútbol sala), que es muy regular y suele ir a torneos fuera de España».
Son las estrellas del footgolf, una actividad deportiva que crece lentamente ante la condescendencia de los jugadores de golf. Pero estos nuevos practicantes no son tan estirados. Ellos solo buscan poder seguir dándole patadas a un balón pasados los cuarenta y, encima, hacerlo rodeados de naturaleza. Porque eso no es fútbol. Ni golf. Esto es el footgolf.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 94 (agosto 2022) de la revista Plaza