MURCIA. Aún estamos con la resaca del informe PISA y algunas comunidades autónomas siguen subiéndose al carro de flexibilizar el requisito del máster de formación del profesorado (antiguo CAP), con el propósito de cubrir las demandas urgentes provocadas por la reducción de ratio, jubilaciones o déficit de docentes en determinadas áreas de conocimiento. A mi modo de ver, estas decisiones apresuradas en determinadas especialidades técnicas de Formación Profesional pretenden desvestir un santo para vestir a otro. Esta tendencia emergente, que se empeña cada vez más en suprimir el carácter pedagógico en la formación docente, no logrará superar las desigualdades entre la inclusión de los privilegiados y la exclusión de los desfavorecidos, que también aspiran a que le garanticen más y mejor educación.
Es evidente que las características del alumnado de FP son heterogéneas. Sin embargo, si centramos nuestro interés en el grupo de menores que han buscado una segunda oportunidad en la FP, encontramos un número muy significativo de alumnado vulnerable que posee un perfil académico, socioeconómico, sociofamiliar y sociocultural determinado. La trayectoria académica de este perfil de discentes a menudo viene marcada por la ausencia de hábitos en los estudios, desinterés, desmotivación, absentismo, fracaso y/o abandono escolar prematuro.
"sin herramientas pedagógicas habrá un retroceso académico para los más desfavorecidos"
Ahora bien, diseñar itinerarios formativos y laborales adaptados a las trayectorias educativas de esta bolsa de menores es una labor compleja que no está exenta de dificultades y más aún para un docente novel. No es difícil de deducir que el cometido de este docente en este escenario no se limita únicamente a formar a los menores, sino a informar, comprender, empatizar, orientar, asesorar, y acompañar, para que inicien y finalicen con éxito su formación académica. Y todo ello teniendo en cuenta que uno de los propósitos de la FP es prevenir nuevas generaciones de NiNis y no reproducirlos.
Dicho lo anterior, tengamos muy presente que la formación pedagógica, entre otras cosas, pretende construir el conocimiento con el que apoyar a los futuros docentes en su labor profesional, para poder afrontar la diversidad de capacidades, de ritmos de aprendizaje, de motivaciones, de intereses, de necesidades y de expectativas del alumnado. Asimismo, el carácter pedagógico de la educación no solo les sirve a los nuevos docentes para indagar hacia dónde caminan los planteamientos educativos, sino para adentrarse tanto en los antiguos como en los nuevos modos de pensar y, de hacer la educación. Por ello no podemos ni debemos prescindir de este recurso sumamente esencial, para la gestión de nuestros contextos educativos, ya que no se trata de cubrir vacantes de un empleo cualquiera, sino de contar con profesores noveles con alto nivel de compromiso ocupacional, capaces de proporcionar una formación integral.
Asimismo, conviene recordar que para el ejercicio de la docencia en sus distintas especialidades y modalidades no sólo se necesitan docentes que dominen contenidos curriculares de determinadas especialidades. Son imprescindibles los profesionales que cuenten con habilidades y destrezas pedagógicas, que les permita planificar, implementar, evaluar actuaciones y diseñar metodologías didácticas, capaces de producir cambios y mejora en la evolución formativa del alumnado. Estas competencias no se adquieren sólo con años de experiencia docente, sino a través de la formación. Disponer de herramientas pedagógicas es importante para la gestión educativa y sin ellas será, sin duda, un retroceso académico para los más desfavorecidos. En otros términos, es paralela la simbología a si solicitamos a una persona escalar una montaña llena de nieve sin guantes ni ropa adecuada para conquistar su cumbre.
Por tanto, lo sensato y perentorio sería abandonar esta desentonación temeraria de cubrir vacantes sin formación pedagógica previa, tomando en consideramos que el docente -independientemente de su especialidad- es el principal agente en este proceso. Por ello, insisto que este actor clave debería contar con nociones básicas de carácter pedagógico -no exijo un pensador pedagógico- para poder actuar como un educador y no únicamente como un instructor que imparte materias. Y más aún si hablamos de determinado alumnado de Formación Profesional donde su inserción laboral y social está llena de adversidades.
Mohamed Chamseddine Habib Allah es profesor de la Universidad de Murcia, miembro del grupo de investigación educación en valores y miembros de la asociación de expertos y evaluadores de la Unión Europea (Evalue).