En su 42ª edición, el evento reúne a 33 expositores de toda España que ofrecen publicaciones para coleccionistas y curiosos. Y es que, no solo de fallas vive marzo
Mediados de marzo, 2019, València. La idiosincrasia fallera se ha apoderado de toda la ciudad. Aquí una carpa y unos ninots, allá un masclet y unos buñuelos. Sin embargo, y contra todo pronóstico, en pleno corazón del ensanche late con fuerza un reducto de paz ajeno a la vorágine de efervescencia josefina. Se trata de la XLII Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, que abrió sus puertas el pasado 1 de marzo y será clausurada el próximo día 24. El otro gran evento cultural de la urbe en este mes de spoiler primaveral.
A lo largo de la columna de guijarros que atraviesa la Gran Vía Marqués del Turia, se agazapan posibilidades infinitas: cómics antiguos, novelas de saldo, joyas encuadernadas, libros infantiles, revistas, postales de principios de siglo, ilustraciones, carteles de cine, títulos descatalogados… Gangas literarias (no es difícil encontrar títulos por 3 o 4 euros) y codiciados tesoros de papel hacen guiños a los paseantes en este encuentro que desde hace 42 años organiza el Gremio de Libreros de Lance de la Comunidad Valenciana. Celulosa para gobernarnos a todos. Entre los 33 expositores de 2019 (tres más que el año pasado), se encuentran 16 librerías pertenecientes al terruño valenciano y 17 provenientes de otros puntos de la geografía patria: Zaragoza, Burgos, Madrid, Barcelona, Ponferrada…
Miguel Sanz, de la librería El Cárabo (que hace poco cerró su tienda física, pero resiste en las trincheras comerciales de Internet), es el secretario del Gremio. En su opinión, esta cita anual mantiene su vigencia ya que “siempre sorprende”. “Aquí ofrecemos productos diferentes a los habituales, el cliente siempre encuentra algo que no se esperaba”, apunta Sanz quien explica cómo este sector se nutre fundamentalmente de compras a bibliotecas particulares o a otros compañeros de la industria. “Hay gente que viene buscando una novela ligera y acaba llevándose un álbum de cromos que tenía en su infancia. Eso es lo bonito de este negocio. El mundo del coleccionismo en papel es tan amplio que es imposible no acabar llevándote a casa cosas que no sabías que querías, que necesitabas sin saberlo”. Respecto a la coincidencia entre encuentros tan dispares como el paraíso del libro antiguo y la fiesta fallera, Sanz recuerda que ambos llevan coincidiendo desde hace muchísimos años, “ya una tradición. Convivimos muy bien”.
Dos almas se funden en este evento. Por una parte, las publicaciones de saldo, que logran aquí una nueva vida, otras pupilas que se deslicen entre sus párrafos, otros dedos que acaricien su lomo. “Evitamos que muchos tomos acaben en un contenedor”, señala el secretario del Gremio. No en vano, la industria editorial inunda cada poco tiempo los escaparates con nuevos títulos, volúmenes recién salidos de imprenta que burbujean durante unos meses y después desaparecen del horizonte. Claro, tienen que dejar paso al próximo torrente, al último éxito, a la siguiente gran revelación de la temporada. Este ritmo vertiginoso acabe provocando que muchas obras queden condenados al olvido a los pocos años de haber visto la luz. Frente a esas premuras, los comercios de segunda mano recuperan textos que ya no habitan al filo de la más rabiosa actualidad y vuelven a ponerlos en circulación.
Pero hay mucho más, pues este también es un pequeño paraíso para aquellos que coleccionan con ahínco piezas de gran valor editadas hace décadas o incluso siglos. ¿Quién necesita pedruscos brillantes cuando puede tener una primera edición de 1768? “En cierta manera, funcionamos como conservadores del patrimonio. Guardamos y cuidamos títulos imprescindibles, auténticas joyas que, de lo contrario, podrían haber desaparecido”, señala Sanz. En ese sentido, Héctor Torres, responsable de la librería Torres de Valencia, señala cómo cada uno de los ejemplares vetustos constituyen un universo en sí mismo, “dos profesionales podemos tener el mismo título, pero en condiciones de conservación completamente distintas. No es una tirada general de una editorial actual, el precio puede variar incluso en 200 euros dependiendo del estado de la portada, la encuadernación…”. Algunos de los tomos que ofrece superan los 500 euros.
En estas tres semanas de feria, los participantes logran acceder a un público que no es el habitual: “sacar los títulos a la calle hace que se acerque gente que no suele acudir a las librerías de lance, personas a las que simplemente les interesa la lectura”, afirma Sanz, quien incluye entre sus grandes joyas literarias volúmenes como El caballo, su estructura y sus órganos interiores, un atlas anatómico de finales del siglo XIX que debes ir desplegando para conocer en profundidad el organismo equino. También hay ejemplares de la Constitución de la Segunda República o un libro de viajes repleto de gravados de fauna que fue editado en Francia hace dos siglos. Otra opción para bolsillos pudientes es El civilizador de la infancia, volumen único de 1857 compuesto por “63 pequeños relatos que hicieron los alumnos a uno de sus profesores”. ¿Su precio? Aproximadamente 200 euros.
Desde hace 15 años, Pablo Parra, abandona por unos días las paredes de la librería Prólogo y recorre el camino entre Huesca y València para exponer aquí parte de su fondo bibliográfico. “Es un encuentro divertido, cómodo. Es cierto que las ventas han sufrido una crisis, pero continuamos en pie. La gente que vende de forma ilegal y sin pagar impuestos ha hecho mucho daño al sector”, apunta. Poesía, agricultura, lingüística... “tengo de todo un poco”. En la misma línea, destaca dos tipos de clientes muy diferenciados: el transeúnte casual “que va paseando y encontrando títulos al azar, a ver qué aparece” y el especialista “que busca libros antiguos concretos”. En este segundo bloque se encuadra su ejemplar Buscapiés, publicado por Azorín bajo el pseudónimo de Arhimán y datado en 1894.
A diferencia de otras ciudades en todo el mundo, en estos lares mediterráneos no está del todo extendida la costumbre de pasearse por las librerías de viejo a indagar en sus estantes. Hay mercado, sí, pero sigue siendo algo minoritario. La literatura de lance todavía no es mainstream, todo se andará. Nacido en Argentina, Parra subraya la diferencia entre una orilla y otra del Atlántico en lo que a publicaciones de segunda mano se refiere: “allá hay muchas más librerías de ese tipo. En Sudamérica se asimila desde que somos pequeños, hay más costumbre”.
“Me he quitado las redes sociales y ahora tengo mucho más tiempo para leer. Suelo comprar libros de segundo mano y luego los revendo en otras tiendas, ya que en casa no tengo suficiente hueco para ir almacenándolo todo”, apunta Virginia, que se estrena como consumidora en esta feria junto a su amiga Cristina; lleva años viendo estos puestos, pero es la primera vez que se acerca a echar un ojo. Adquirir un libro que ya ha pasado por otro hogar, por otra galaxia personal supone a veces convertirse en testigo involuntario de anécdotas ajenas. Así le sucedió a Cristina, que hace un tiempo se encontró una apasionada dedicatoria amorosa “para Gloria” en un ejemplar de Los paraísos artificiales. Ya sabéis, amigos: el tórrido romance de hoy es el saldo de mañana.
Un fijo en el mercado de los libros de lance es Josep Alapont. “Me encantan es posible encontrar cosas que ya no se reeditan por falta de salida comercial, pero que son muy interesantes. Creo que cada vez está más extendido entre los jóvenes”, señala este estudiante de Filosofía. Su búsqueda se centra en “libros en catalán, especialmente de poesía o teatro”. Reincidente en este mundillo, conoce bien esa sensación de encontrarse en los libros recuerdos de sus anteriores dueños: subrayados, anotaciones en los márgenes, firmas del autor… “Es genial, creo que se establece un diálogo con esa persona y eso enriquece la lectura”, añade.
Ana Llera y Xavier Pacios componen la librería Llera Pacios, en la que combinan títulos corrientes a precios “muy económicos” y un pequeño fondo de obras vetustas de elevado valor dirigidas a coleccionistas. 2019 supone su aterrizaje en esta feria, a la que llegan desde San Lorenzo del Escorial. “Para los lectores, venir aquí es una oportunidad de realizar hallazgos interesantes y ahorrarse dinero, pues libros que sin estrenar pueden superar los 20 euros, los encuentras por 5 y, además, en buen estado”, sostiene Llera.
¿Por qué decidieron lanzarse al universo de las páginas de lance? “Mi padre era librero, me viene de familia. Además, nosotros estudiamos Historia y Arqueología que no eran precisamente los campos con más salidas durante la crisis… El mundo del libro antiguo nos gustaba, empezamos a investigarlo y decidimos dar el paso”, apunta Llera. Siguiendo el signo millennial de los tiempos, los primeros pasos de su negocio se dieron en el terreno online y a partir de ahí comenzaron a participar en ferias: “al principio, basta con tener un pequeño almacén un fondo de libros y un ordenador. Te puedes ir organizando desde casa sin tener una tienda física, que supone muchos gastos. Es una buena forma de hacerte un nombre”. “Es algo generacional, vimos la ventana de oportunidad y la aprovechamos. Seguramente 5 o 10 años antes hubiera merecido más la pena alquilar un local, pero nos tuvimos que adaptar a las circunstancias”, indica Pacios.
En su caso, jamás les sobrevoló la idea de dedicarse a la venta convencional, el de la primera mano más novedosa: “son dos negocios totalmente distintos: no tienen nada que ver ni la manera de comprar, ni los márgenes de beneficios... No dependes de las editoriales, sino que eres tú el que seleccionas los volúmenes que quieres de colecciones personales. Además, en el libro antiguo, si lo sabes trabajar bien, puedes encontrar piezas muy buenas”, señala Llera.
“Llevo décadas comprando libros de saldo. No busco ningún título concreto, prefiero venir a ver qué me encuentro”, señala Vicente, de 59 años, quien señala que la mayoría de sus conocidos no se inclinan hacia este tipo de mercado, “prefieren los ejemplares nuevos, pero yo creo que adquirir volúmenes que ya han sido usados resulta más romántico, no es simplemente llevar a cabo una transacción económica”. Su género favorito son los libros de arte, volúmenes que, si son de calidad, presentan precios bastante elevados en las librerías convencionales. Por ello, la segunda mano se erige como un recurso muy útil para ir rellenando la despensa bibliográfica sin dinamitar la cartera. También hay quien viene con un objetivo en mente. Es el caso de Fani, trabajadora de un supermercado que se ha adentrado en la Feria a la caza y captura de Mare nostrum, de don Vicente Blasco Ibáñez: “llevaba un tiempo queriéndome hacer con él, pero es un título que no encuentras en todos los sitios”, apunta. Esta vez ha tenido suerte y prosigue el paseo con su recién adquirida novela bajo el brazo.
A fin de cuentas, un libro tiene el potencial de albergar tantas vidas como miradas se asomen ávidamente a sus páginas. Siempre está a tiempo de comenzar otra vez, en otra casa, en otras manos, con otras voces a su alrededor. Abierto al recuerdo y la experiencia. De nuevo.