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SILLÓN OREJERO

'Ghost World', el cómic que mejor retrató algo que ya no existe: el aburrimiento adolescente

Después de la gloriosa ida de olla de 'Como un guante de seda forjado en hierro', Daniel Clowes se quiso tomar un respiro en su línea psicodélica y terrorífica con un cómic que tratase algún tema mundano y realista. Lo que hizo en 'Ghost World' fue reflejar la amistad de dos amigas en una de esas ciudades o pueblos de tamaño medio en Estados Unidos. No pasaba nada, esa era la gran virtud, solo conversaciones sobre todo lo imaginable donde los pequeños detalles explicaban nada menos que el mundo

15/05/2023 - 

VALÈNCIA.  La Cúpula. Primera edición, 1999; décimo cuarta edición, 2023. Con esta frase debería bastar para explicar el fenómeno de Ghost World. Mundo fantasmal. Cómic que fue llevado al cine, es citado habitualmente como influencia e incluso se puede decir que puede ser un hito generacional. Personalmente, lo pillé con veinte años. Nada de lo que veía ahí me era ajeno. 

Recuerdo con nostalgia, como cualquier otra persona, los 16, 17 y 18 años. Un época en la que se acababa lo fácil, había que descubrir lo adulto -a veces con prisa, como perder la virginidad- y en la que divertirse era bastante fácil porque no había ni de lejos la cantidad de problemas, ansiedades y conflictos que posteriormente te van amargando la vida. Aunque no suene mal, paradójicamente, esa época la recuerdo marcada por el aburrimiento. Por la búsqueda constante de música que estuviera bien, películas no vistas en el videoclub, revistas viejas para ver cómo vestía la gente antes y por las horas tiradas delante de cualquier cosa que echaran en la televisión. 

No había redes sociales y la nostalgia por ese mundo se debe fundamentalmente a que parece imposible de repetirse. Una época en la que, léanme sentados, había escasez de información y cultura. Predominaba el silencio. Tener conversaciones de horas por teléfono divagando, comentando lo que veías en la tele, ya fuera Los vigilantes de la playa o un programa de Bartolomé Beltrán. Y luego en la calle, básicamente lo mismo. Con un litro y unas pipas, horas hablando de cualquier cosa. De Lacasitos, de si te acuerdas del Quimicefa, de si será sexy Concha Cuetos... Lógicamente, los adolescentes se seguirán aburriendo y divagando, pero difícilmente será de una forma tan lánguida como antaño, cuando no se llevaba un teletransmisor con estímulos infinitos metido en el bolsillo. 

Sea como fuere, en estas viñetas había dos chicas que, en el contexto de decidir qué hacer con sus vidas en el futuro, se dedican a vaguear y cascar como cotorras sobre lo humano y lo divino. Cualquiera que haya estado en ese lugar, sabrá sumergirse sin esfuerzo en ese estado de ánimo. La parte más lírica la ponía un azul pastel que sombreaba el blanco y negro con el que se quería evocar la luz de los televisores que se encendían en todos los hogares a la misma hora a media tarde en esa época. Eso y una canción de Aimee Mann, que luego le pondría banda sonora a Magnolia, de título Ghost World, configuraron la presentación de la obra.

Daniel Clowes empezó a publicar esta historia en 1993. Está más influenciada por el final de los años 80 que por los inicios del siglo XXI, cuando apareció la película, pero las cargas de profundidad siguen siendo perfectamente válidas si saben leerse. Esta referencia temporal es algo que se nota cuando la protagonista habla de que su estética no es punk como la de todo el mundo, sino como la de los del 77. Paradójicamente, eso entre los 80 y 90 era realmente original. Entre los 90 y los 2000 ya lo tenía más estudiadito la gente y lo clonaba sin pudor, justo lo que detestaba la protagonista, que pretendía "desafiar toda definición". 

No obstante, lo mejor que tenían los autores del underground estadounidense es que le ponían la proa a todo lo que se presentaba como cultura alternativa. Aquí, por ejemplo, nada más empezar ya se abre fuego contra las "pijas estiradas" que "se creen estar en la onda" solo "porque oyen Sonic Youth". También quedaban retratados los chavales políticos. Las chicas, en un alarde de lucidez impropio de su edad y evidentemente firmado por el autor, ya hablaban de fenómeno masculino, equiparable a la afición por los deportes, lo de alardear de una ideología de prodigiosa virtud. Es una risa cuando las chicas vacilan a uno de estos diciéndole que quieren casarse con él porque es la mejor persona que han conocido en la vida. ¡Qué ética! ¡Qué principios! 

Ojo a este otro estereotipo: "Dejad que adivine... es uno de esos obsesionados con los asesinos en serie, los monstruos de circo, las armas, los nazis... todas sus opiniones ofensivas resultan tan artificiales que cuesta tomarlo en serio ¡es su forma de llamar la atención!". Y la respuesta: "¡Justo, no es más que un tío patético que no recibe suficiente cariño de su madre!". 

No daban puntada sin hilo, aunque las digresiones eran  aparentemente banales. Todo eran teorías improvisadas y sin más fin que echarse unas risas como discutir si el tamaño de las tetas condiciona la vida entera de una mujer, o por qué un chico que sobrecarga de ketchup un perrito caliente pierde todo su atractivo sexual, Las típicas conversaciones que se desarrollan durante horas a esa edad y que, en manos de Clowes, que no hay imagen mental que evoque que no se te quede fijada, se pueden leer durante páginas y páginas. 

El propio autor avisaba al inicio de la historia de que se trata de un diálogo interior. Cada personaje representaba una faceta de su personalidad. Enid, la que lleva la voz cantante, es inconformista, tiene mucha personalidad, es más carismática, pero a su vez tiene sus problemillas sexuales derivados, como admite en una viñeta, de que en realidad se odia a sí misma. Ese es el motivo de que, cuando piense en el futuro, lo que quiere es desaparecer. Empezar de cero en otra parte. No le contestan que se puede huir de todo menos de uno mismo, pero podría quedar para la prometida entrega en la que las chicas ya son mayores y se reencuentran que anunció Clowes que le gustaría dibujar. 


Su amiga Rebecca es su confidente y, al mismo tiempo, una persona mucho más discreta en todos los aspectos. Algo que también le atormenta, hasta el punto de llegar a embestir contra su amiga. Se siente molesta cuando empieza a mostrar rasgos de universitaria sin haber pisado la facultad aún, pero ya empieza a usar un lenguaje más académico en situaciones banales. También es la que lleva el peso de la relación en el rol de psicóloga/espectadora, una dinámica que se repite constantemente en muchas amistades que vienen de la adolescencia y que no es extraño que terminen con una mandando a tomar por saco a la otra parte. La naturalidad con la que Clowes plasmó todo esto fue como un soplo de aire fresco. El conjunto era muy emocionante, como siempre que se consigue reflejar lo universal en las pequeñas cosas. 

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