VALÈNCIA. Seguimos dando vueltas al tema de la globalización, especialmente desde Europa y en estos momentos convulsos donde el Brexit y algunas iniciativas independentistas de distinto calado, están poniendo en entredicho el ya antiguo pero todavía vigente modelo de Estado-Nación. Para gran parte del mundo, y a pesar de haber perdido un enorme peso económico y social en el mundo, la Unión Europea (UE) sigue siendo un 'espejo' politico y moral para gran parte del resto del mundo. Y, desde luego, seguimos viviendo y seguiremos viviendo en un mundo globalizado, pero cada día esta globalización será más 'imperfecta' y evolucionará hacia dimensiones de mucho más calado económico que político.
En el continente asiático, la globalización se ve de una manera distinta al mundo occidental. Su análisis y potencial se ve solo en términos económicos y de relaciones entre estados o regiones pero no se entra en análisis políticos. El Estado-Nación es, sin fisuras, la manera de organización política y social del mundo asiático y no existen por el momento ni iniciativas ni intenciones de organizaciones supranacionales parecidas ni comparables a la UE. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) se supone que es la iniciativa más agresiva de cooperación entre naciones de la región. Sin embargo, solo promueve mejora de relaciones comerciales y económicas entre países y se aleja totalmente de tener ninguna injerencia en sistemas políticos u organizativos de los estados.
Durante los últimos años, los líderes empresariales y de los gobiernos a nivel global han evidenciado una clara diferencia de la visión global del mundo entre las 'élites' europeas y asiáticas. La principal diferencia en la visión del mundo entre los europeos y los países asiáticos y orientales radica en la importancia que damos en Europa a los términos ideológicos y políticos. Sin embargo, la visión asiática se centra más en lo funcional, con un marcado interés por lo transaccional y las relaciones entre países al margen de las concepciones de estado o de gobierno de cada uno.
Realidades nacionales
Tras la guerra fría y el final de la concepción 'bipolar' del mundo (Unión Soviética/Estados Unidos), Europa ha experimentado uno de los periodos más estables en muchos siglos -con la excepción de la desintegración de la antigua Yugoslavia-. Esos años de paz y prosperidad permitieron a la Unión Europea crecer y extenderse incluso absorbiendo regiones países de la antigua Unión Soviética.
Guiando las directrices económicas y políticas de las naciones europeas de forma individual, la UE trató de eliminar los nacionalismos históricos que habían dividido Europa durante siglos. Pero ciertamente tal complejo objetivo no tuvo en cuenta algunas realidades no tan evidentes. Dichas realidades se pusieron todavía más de manifiesto a partir de la crisis de 2008 donde las diferencias económicas, sociales y políticas de cada sistema suscitaron rivalidades que parecían superadas, dejando a los europeos luchando con la creciente brecha entre el ideal de la globalización y sus realidades nacionales.
Si giramos la cabeza hacia Asia, allí no se materializaron realmente períodos relevantes de paz posteriores a la guerra fría. Sin embargo, el gigante económico de la región, China, enfocó su atención hacia su propio país intentado aplacar los graves problemas sociales y estructurales. Japón, por su parte, entraba en una crisis económica importante; mientras las dos Coreas eguían como ahora, es decir, intentado superar conflictos ya crónicos.
El cambio político se expandió por toda la región del suroeste asiático dejando unos años de prosperidad y crecimiento económico así como de integración política. Pese a ello los movimientos hacia una cooperación económica y comercial en la región nunca fueron tan profundos como para buscar una moneda única o una autoridad económica centralizada, ni mucho menos buscar alineaciones en los sistemas políticos de las regiones.
Sentimientos nacionalistas
Estas diferencias influyen de manera importante en la manera que ambas partes del mundo ven y reaccionan ante este crecimiento de sentimientos nacionalistas en todo el mundo. Desde la Unión Europea Donald Trump es visto como la mayor amenaza a la globalización. A los países de la UE les cuesta manejar las relaciones con EE UU porque no pueden aceptar que se esté alejando de la visión tradicional y quizás extrema de la globalización. En Asia les preocupa especialmente los posibles giros en la política de los Estados Unidos, sin embargo no sienten una especial sensibilidad sobre la globalización y su impacto económico o político. Mientras Europa ve a EE UU en términos también ideológicos, Asia lo ve en términos meramente transaccionales; probablemente la visión asiática sea mucho más funcional y práctica que la nuestra.
Las corrientes geopolíticas que han llevado a europeos y asiáticos a estos debates y puntos de vista tan divergentes continuarán moldeando las percepciones de sus líderes, que a su vez influyen en las direcciones políticas, económicas y sociales de sus estados. Está claro que la globalización no está en declive ni mucho menos: solamente evoluciona. Los que piensan que algunos movimientos nacionalistas, principalmente europeos, están poniendo en entredicho este concepto de mundo globalizado se equivocan. De hecho cada día crece más y como todo lo que crece se transforma, evoluciona y se modifica. A veces solo es cuestión de perspectiva.
Ignacio González Ochoa es socio director de AVD Consultores