Es viernes y de vinos, hedonistas. En días donde el tiempo corre poco y el pensamiento a toda prisa. Así que vamos a sentarnos en un sillón bien molón y poner las cosas en orden abriendo botellas de meditación... sin pillar melocotón, tontorrón
Hablamos de olorosos, sí, vinos de sorbito corto y saboreo eterno. Ideales para reflexionar, recordar, cavilar y soñar, por supuesto, que no podemos dejar de volar. Y nos vamos con los ojos cerrados al sur, que nos esperan las terrosas tierras cordobesas y las blancas albarizas gaditanas. Desde Montilla hasta Moriles, pasando por Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santamaría o la chiclanera Chiclana, que aquí no nos falta de nada.
Bien nacidos de uva palomino o pedro ximénez y crianza oxidativa. ¿Pero esto qué es lo que es? Es que no dejamos que crezca el famoso bichito, la levadura que da lugar a los velos que suelen poblar las botas que los acogen. ¿Y cómo? Pues logrando que alcancen los grados suficientes para que la flor no pueda vivir, unos 17, en general y sin generalizar, añadiendo un poquito de alcohol. A continuación, llega el momento del dejar pasar los años con los que se alcanzará potencia, concentración y aromas, aromas a pasión que beber de a poquitos mientras mordisqueamos unos quesos ricos cual ratoncillos con dientes.
Empezando por el Oloroso Gran Barquero (Bodegas Pérez Barquero). Goloseo redondo, a la par que agostado, que ahí le has dado. Iniciación para iniciados que toman la vehemencia como modo de ser, estar y luchar, aunque sea desde dentro y con el continuismo de unas cuñas de Manchego curado.
Nos vamos a caminar por la arena de playas imposibles con el Oloroso Cruz del Mar (César Florido). Salino, medido y comedido, se mantiene en balanceo entre la rectitud y lo lamerón, con cero de insulsón. Largos instantes que parecen un sinfín y que serán plácidos y placenteros con un buen Gorgonzola.
El Oloroso Cruz Vieja (Faustino González) es ciertopelo y fruto seco que, con delicado ímpetu, arropa integrador. Orígenes genuinos para abstraerse entre sus paredes y al trantrán, es el plan. Y nos parece hasta muy fenomenal en balcón, mirando horizontes lejanos a la vez que le damos a una torta de La Serena.
De solera datada en 1929 sale el Oloroso Emperatriz Eugenia (Lustau). Con tres lustros que le dan lustre de sobra, tiene su punto de rebotica, que es palabra bien bonita. Nueces especiadas en circunferencia que llena de satisfacción. Firmeza y tesón sin parangón para dedicarle largo rato, con mucha calma y un rico queso de cabrita Payoya.
El Oloroso Antique (Fernando de Castilla) aparece con precisión equilibrada, en su lugar y a la hora indicada. Dicharachero con estilo, es señor de conversación entretenida que provoca encuentros para siempre. La suerte de esos momentos para recordar cuando dan las doce y lo tomamos con su tapa de Idiazábal ahumado.
La saca de enero de 2019 nos regala el Oloroso en rama vendimia 2001 (Williams & Humbert). Precioso poderío que se contiene lo justo para recrearse en elegancia. Exactitud de magna magnitud que con su actitud lleva a viajar muy lejos. Y bajan las luces para dar comienzo a romántico baile que no perderá su magia si le añadimos un poco de Arzúa.
Pasmados nos deja el Oloroso Colección Roberto Amillo (Roberto Amillo) con su bonita intensidad. Directo, seco y mirando de frente, sabe transmitir el sosiego de una sonrisa en la confianza de que nunca partirá. Y mientras, parte y reparte el juego al lado de un platito de Mimolette con un mollete.
El Sibarita Oloroso VORS (Bodegas Osborne) es distinguido figurín que abre una puerta de madera chirriante dispuesto a echar el rato, porque necesita una buena capa de barniz y no le importa trabajar. Y con cuidado se pone manos a la obra, que cuando acabe tendrá su recompensa en forma de Mahón reserva.
El Sacristía AB Oloroso Muy Viejo (Antonio Barbadillo) es el jerezano que te da uno de esos abrazos que parecen olvidados. Pero lo recordamos bien paladeando su equilibrada fuerza que se extiende hasta el infinito. Caballero con sus mejores ropajes, que te acompaña con firmeza cuando se abre el firmamento al dar el primer bocado al Olavidia, queso que sabe a beso.
Nos llena de gusto degustar el Oloroso 1730 (Bodegas Álvaro Domecq), con su cierta madera de décadas pasadas a la espera de ver la luz. Prolongados devaneos en torno a una mesa con charla de todo un poco y cantidad de almendrucos. El reposo de pacíficos guerreros que se quitan el sombrero ante un Munster de locura.
Sorprende el Oloroso VORS (Bodegas Hidalgo) con su vaivén entre austero y dulcero. Puntito azucarado para darnos buena crianza y rellenar el alma. Anchuras con hechuras de lo que debe ser para no quedarse corto ni perezoso. Con sus avellanas muy presentes nos dice con aire ausente que quiere un buen trozo de Gamonéu.
Con el Very Old Oloroso Blend Medium (Harveys) llegamos al final más deseado. Expresión de mágicas naranjas y sus pieles. Afilado, recto y en armonía, tiene la chicha que nos gusta. Personalidad que no se conforma con ser uno entre tantos y que se declara el seguidor más fiel del Tupi de Sort. Y así, colmados del buen hacer bodeguero, nos despedimos deseando muchos mimos. Muy y para todos, amiguis.